miércoles, 1 de julio de 2009
Un golpe de Estado que deja muchas lecciones –primera parte-
Foto: http://www.radiomundial.com.ve/
Por Edgar Augusto Ortíz
La madrugada del domingo 28 de junio Honduras amaneció con la noticia de que miembros del ejército hondureño habían detenido y deportado hacia Costa Rica al Presidente del país Manuel Zelaya, instalado un Gobierno avalado por la mayoría del Congreso. Según las fuentes de este nuevo Gobierno, la justificación se daba por una orden judicial, emitida por un juez, para que el ejército depusiera al mandatario por impulsar una consulta que supuestamente tendría como propósito perpetuarse en el poder.
La comunidad internacional reaccionó de manera unánime, como nunca antes se había visto en la historia, pues tanto la Organización de Estados Americanos, La Unión Europea, el Grupo de Río, el Sistema de Integración Centroamericano y la Organización de las Naciones Unidas, así como instituciones financieras como el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Centroamericano de Integración Económica y otros rechazaron este hecho y lo catalogaron como un golpe de Estado y dispusieron no reconocer a dicho gobierno emanado de la decisión de las cúpulas empresariales y militares, de las presiones y relaciones que éstas tienen en todas las esferas del Estado hondureño.
No cabe duda que la principal causa de esta reacción tan unánime y que deja sin argumentos a los partidarios abiertos o encubiertos de esta medida en Guatemala y toda la región, es que este tipo de maniobras o golpes no pueden ser permitidos a menos de que se renuncie a lo que se ha avanzado en Latinoamérica y el mundo en materia de autodeterminación de los pueblos y en la construcción de una democracia en la que existe una amplia participación de partidos y movimientos sociales de toda la gama de creencias y convicciones ideológicas y políticas.
La historia del continente y la reciente en Centroamérica, donde existió una guerra -Nicaragua y El Salvador- y conflictos armados -Guatemala y en parte Honduras- que terminaron en un proceso de paz y la instalación de sistemas democráticos que permitieron la participación de la izquierda, aislada y atacada sin escrúpulos en los años de guerra, justificaba el emprender este experimento en la región para resolver por la vía política las divergencias ideológicas. La cauda de millares de muertos, secuestrados, desaparecidos, torturados, especialmente en acciones de represión y terrorismo de Estado, las pérdidas económicas y materiales, daba pie a considerar que nunca más debiera repetirse la instauración de gobiernos autoritarios, dictatoriales, militares la mayoría proclives a los intereses oligárquicos.
Sin embargo, los acontecimientos que se han vivido en los últimos años hacen recordar que existe una extrema derecha que no se ha adaptado a los tiempos o solo convive, de manera encubierta en el sistema, esperando el momento de polarización para hacerse presente y emprender acciones encubiertas que permitan nuevamente hacerse del poder de manera dictatorial. Para ello se ha enquistado en todos los organismos del Estado utilizando prácticas del pasado, en los medios de comunicación y aún en sectores populares para mantener organismos o instrumentos de control ideológico y político.
Otro aspecto que puede observarse en el caso de Honduras, es que el sistema de gobierno, en el que tradicionalmente se han alternado dos partidos políticos -Liberal y Nacional- ambos tradicionalmente dominados por la oligarquía criolla, aunque aparezcan personalidades y grupos que de alguna manera han mantenido una posición independiente de ella, ha colapsado. Se ve necesaria la existencia, fortalecimiento y promoción de otros partidos que permitan una participación plural y no solo dentro del ámbito del pensamiento de derecha pro empresarial y oligárquica.
La oligarquía de los países centroamericanos sigue manteniendo una posición inflexible y visceral respecto a los gobiernos y partidos que plantean cambios que favorezcan a la población vulnerable y que vive en situación de pobreza y extrema pobreza, arrastrando problemas de desnutrición, analfabetismo, escasa escolaridad, morbilidad y mortalidad que a estas alturas podrían ser resueltas mediante políticas sociales audaces y profundas, las cuales no pueden visualizar. Todas las medidas que tienden a promover programas y decisiones a favor de estas mayorías son atacadas frontalmente y en muchos casos sin argumentos, utilizando la mentira, la diatriba, la calumnia, la injuria, las acusaciones sin base, a la usanza de los métodos que en su momento manejaron Hitler y Mousolini. Flaco favor hacen al desarrollo político de la región, tan necesario para iniciar discusiones y debates de altura para impulsar políticas, planes, programas y proyectos que contribuyan a resolver los problemas sociales de nuestros países.
Fuente: www.albedrio.org
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