El sábado 19 de febrero de 2011, me tocó ser testigo de la asamblea de Francisco Morazán, cuyo propósito era elegir una Coordinación Departamental, 28 delegados a la Asamblea Nacional del 26 de Febrero, y definir la posición política del departamento, para que se llevara como mandato a este último evento, considerado el más grande hasta ahora del Frente Nacional de Resistencia Popular. Sobre la misma ya existe una crónica colorida por lo que no vale la pena discutir mucho los hechos que en ella se dieron.
A pesar de nuestra inexperiencia, y con problemas asociados a nuestra falta de costumbre, el evento nombró personas para cargos a granel, en un ejercicio que seguramente se irá mejorando con la práctica. Lo importante es que, a una semana de la Asamblea Nacional existe una conducción departamental con más de cincuenta integrantes y 28 delegados al evento del sábado próximo. Aunque la designación de estos delegados se hizo en una especie de “repartición”, el hombre y mujeres designados tiene por delante la tarea más delicada de todas: entender que es el FNRP, y validar esto en la asamblea.
No sabemos cuál ha sido la experiencia en otras partes del país, pero como haya sido, los delegados de todo el país, acceden a este momento de la historia en medio de condiciones peculiares, que les ponen en una situación de gran responsabilidad para con la patria, con las generaciones futuras, y para con sus propios hermanos y hermanas, que han resistido con firmeza la humillante arrogancia de la bota militar, y la mentalidad asesina de una clase dominante inhumana y bestial.
Es importante para estos delegados llegar con la idea clara de que el frente está desunido, y que esto es el resultado de pensamientos y prácticas que, aunque nunca demostraron serle útiles a nadie, han prevalecido como vicios que empañan la marcha inclaudicable de un pueblo que busca desde hace siglos la senda de su propio futuro. No deben los delegados, asumir que la unidad se produce por auto inmunización contra los designios imperiales; al contrario, es la vitalidad del pensamiento revolucionario el que puede dar la talla que el pueblo espera de su dirigencia.
Tienen la misión de recobrar la confianza del pueblo resistente en el FNRP; compromiso y tarea difíciles de cumplir si se dejan de lado las ideas y se imponen las consignas que ocultan las verdades pero que nos mantienen vivas las esperanzas. Para lograr una construcción acertada del nuevo poder del pueblo, debe entenderse que el mundo piensa y actúa, y que nuestros adversarios nos llevan 100 años de ventaja en organización y disciplina, lo que no podremos derrotar sin el trabajo firme, y desinteresado de todos y todas.
Sin duda es el momento de las luces; necesitamos compañeros y compañeras delegadas que recuerden que quedan fuera, sin representación miles y miles resistentes, muchos de los cuales llegaron hasta las últimas consecuencias por la libertad de este país, y que en el nombre de esa sangre, incluida la de la compañera Reyna Veliz, caída hace una horas frente a su pequeña hija, cumplamos con el deber de construir el frente que tanto nos ha costado.
No cabe duda que existen fuertes discrepancias alrededor de temas que muchos califican de fundamentales, pero estas contradicciones, consustanciales a la lucha, deben servir como eje del desarrollo de nuestra historia. Debemos recordar que la decisión de ir a elecciones en 2013 o no, es extemporánea, y no depende solamente de nuestros argumentos; los mismos golpistas que nos asesinan a diario son los que, en última instancia, deciden que podemos hacer o no. Es eso justamente lo que debemos cambiar; no podemos seguir sojuzgados en medio de las arbitrariedades que nos privan hasta de lo que nunca hemos tenido.
Es absurdo creer que las elecciones son una solución a la compleja situación que vivimos; tampoco es racional oponerse a un proceso que representa una opción real para alcanzar nuestras metas y objetivos. La discusión debe centrarse en la decisión de luchar de frente contra los adversarios en todos los campos que haga falta para derrotarles. Ya no basta con hacer lo posible, estamos obligados a hacer lo que haga falta para reconquistar la nación que hemos perdido sin darnos cuenta. Sería fatal llegar a la asamblea creyendo que el problema central se da entre refundar o ir a elecciones. El tema central está hoy en dos puntos centrales: la definición política del frente y la unidad del mismo.
Esta asamblea daría un paso gigantesco sí reconoce la existencia de tendencias dentro del Frente, y determina acabar con las campañas de odio y desprestigio que se han desencadenado para marcar la reputación de compañeros y compañeras, que han dado mucho en el campo de la lucha por décadas, y que hoy son lapidados por chismes creados en laboratorios de inteligencia del ejército opresor. Disentir no es un acto de traición, es apenas un proceso que da inicio al proceso dialectico del que no podemos escapar por el capricho de unos y la pasividad de otros. Después del 26 seguirán existiendo muchos hondureños y hondureñas, en resistencia que deben ser integrados de inmediato. En ese sentido, si la tarea del 26 de fundamental, lo que pase del 27 en adelante es crítico para el futuro de Honduras.
Posiblemente sea conveniente que los compañeros aglutinados en las tendencias mencionadas, como el Movimiento Liberal 28 de Junio, el FAPER, la Unificación Democrática, Liberales en Resistencia, Movimiento Nueva Democracia, y muchos otros, se den una pausa en la confrontación, y permitan que se materialice esta fase el día 26, en algo que luce ya inevitable, que además podría tener resultados inmensamente dañinos si caemos en la provocación, planificada e infiltrada por el enemigo.
Cierto es que una maquina no puede ser conducida con los ojos cerrados y los oídos tapados; pero también es cierto es que avanzar sin el impulso de las bases es imposible; en este sentido, ningún dirigente debe perder de vista que su vigencia está determinada por la naturaleza de sus ideas; es el pueblo el que legitima, y si lo que hacemos esta contrapuesto a los intereses de este, entonces los liderazgos son rebasados. En el caso hondureño se ha dado un escenario inusual, pues los dirigentes históricos, han mantenido su preeminencia, y no han florecido nuevos líderes; ahora es imprescindible que la juventud asuma su papel, no de manera caprichosa, no se trata de llenar huecos, se trata de escribir una nueva historia, y eso solo se logra con hombre y mujeres libres de prejuicios, de dogmas o sectarismos estériles.
Tampoco es sano que, a pesar de que el proceso histórico comenzado a partir del 28 de junio de 2009, tiene condiciones de desarrollo particulares, y genera un sujeto compuesto por todos sus elementos, incluido su liderazgo, se niegue, o se trate de ocultar, el peso específico del presidente José Manuel Zelaya en esta historia. Aunque parezca absurdo, el frente y Zelaya han seguido caminos diferentes en términos de su aceptación frente al pueblo; mientras el primero declina aceleradamente, el segundo ha crecido hasta una dimensión que ningún otro hondureño ha tenido antes. Esto genera un cisma enorme que se debe corregir, y esto solo es posible mediante la unidad; esto es algo que deben tener presente los asambleístas en todo momento.
Como asunto de importancia capital tenemos, adicionalmente, el mandato de más de un millón trescientas mil personas que exigieron en 2010 la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, y el retorno seguro, inmediato e incondicional de José Manuel Zelaya a la patria; los delegados a esta Asamblea Nacional, deberán decidir cómo se cumple con esta voluntad popular, expresada por mas hondureños y hondureñas que los que han votado en cualquier elección pasada. Existen varias tesis, pero esta tarea está por encima de las discusiones que hoy se ventilan en el FNRP.
Es imperativo que el proceso unitario vaya de la mano con la determinación de una estrategia de lucha que nos permita ponernos de frente al adversario, y luchar de manera clara y definida con argumentos coherentes y acciones contundentes: nunca vimos a nadie dar un puñetazo a otro estando de espaldas; es tiempo que nosotros asumamos el reto de enfrentar y derrotar a este enemigo, haciendo uso, incluso, de sus propias armas. No podemos seguir viviendo bajo la premisa de que si los ignoramos los debilitamos; las evidencias son abrumadoras contra este argumento.
La lucha por unas nuevas honduras es un mandato del pueblo, los delegados y delegadas deben afrontar esto sin vacilación, y con consciencia revolucionaria. Recordemos que ser revolucionario no radica en cuantas veces puedas repetir esta palabra, ni cuantas veces la escribas, sino que acciones haces para cumplir las más pequeña tarea, sin más interés que dar todo por la libertad. Es tiempo de detener de una vez por todas la estigmatización de compañeros por sus ideas, al final, en la trinchera, para las balas del enemigo no hay diferencia.