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El Presidente Manuel Zelaya Rosales en el decurso de su corto período ejecutivo (2006-2009), asumiendo un liderazgo político sensible a importantes cambios estructurales, implementó una serie de medidas sociales, económicas, educativas y políticas que prontamente la sabiduría popular fue captando con una simpatía y apoyo jamás brindado a otro presidente en las tres décadas de esta democracia representativa maquillada por elecciones en donde dos partidos oligárquicos siempre se han repartido el poder para la explotación del Estado en su beneficio.
Por: Galel Cárdenas
En la discusión ideológica se emiten a veces criterios que son manejados sin establecer la dialéctica que corresponde a los hechos complejos sociales y políticos.
Y cuando esos hechos políticos son analizados sin la herramienta ideológica que corresponde, entonces se producen discusiones diversionistas y tendenciosas que producen confusión y hasta pueden promover una mentira ideológica en una verdad política.
Es precisamente la dialéctica la que nos ofrece una visión transformadora de la realidad. Por ejemplo, ¿Qué produjo el golpe de Estado? ¿Que sucedió después del golpe de estado?, ¿Por qué nace la Resistencia Nacional y Popular?, ¿Son las mismas condiciones de la Resistencia Nacional ahora que cuando Roberto Micheletti comandaba su dictadura?, ¿En qué momento estamos?, ¿Hacia dónde se dirige el Frente Nacional de Resistencia?
Las respuestas a estas preguntas nos conducen por el proceso dialéctico de la evolución histórica de los hechos políticos.
El contexto en que se fraguó y se asestó el golpe de Estado al Presidente Manuel Zelaya Rosales, a nivel continental está determinado por la conquista del poder político de los pueblos sudamericanos que eligieron líderes de renombre continental (Chávez, Correa, Morales, Lula, Lugo, Fernández,etc) y que propugnan por un socialismo latinoamericano mediante el ejercicio del voto para la transformación de una sociedad capitalista en una sociedad socialista, en la cual impere la justicia, la equidad y la participación ciudadana, en contra peso a un sistema completamente injusto, cruel, despiadado y perverso, que está dirigido por una élite económica, militar y empresarial que no permite la transformación del contexto social para una mejor distribución de la riqueza.
El Presidente Manuel Zelaya Rosales en el decurso de su corto período ejecutivo (2006-2009), asumiendo un liderazgo político sensible a importantes cambios estructurales, implementó una serie de medidas sociales, económicas, educativas y políticas que prontamente la sabiduría popular fue captando con una simpatía y apoyo jamás brindado a otro presidente en las tres décadas de esta democracia representativa maquillada por elecciones en donde dos partidos oligárquicos siempre se han repartido el poder para la explotación del Estado en su beneficio.
El acercamiento del Presidente Zelaya a los gobiernos de lo que ahora se conoce como Alba y Unasur, fueron suficientes campanilladas para que la burguesía nacional pusiera el grito en el cielo y promoviera desde casi un año antes del golpe, su defenestración y la violencia cívico-militar contra la Constitución de la República y su institucionalidad jurídica. Estas circunstancias se convirtieron en los antecedentes inmediatos del golpe de Estado sangriento y dictatorial.
Como reacción contra esta determinación de la junta cívico militar, encabezada por Roberto Micheletti, el Fiscal General, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia, el Presidente del Congreso Nacional, el Comandante de la Fuerzas Armadas y el Presidente del Cohep, la hondureñidad salió a las calles a protestar y exigir el regreso al poder de Manuel Zelaya Rosales, democráticamente electo por el mismo voto nacional.
Las circunstancias en que se desenvolvió el pueblo fueron las más difíciles debido a la confrontación de un ejército decidido a reprimir toda forma pública de manifestación airada del pueblo.
El Frente Nacional de Resistencia Popular nació exactamente bajo condiciones de crudeza represiva, con un presidente expulsado del país, y entre tanto, él ya exiliado abrió los espacios del diálogo con el objetivo de resolver por la vía institucional la ruptura del orden constitucional.
Así nace el diálogo San José Tegucigalpa, en el que Manuel Zelaya Rosales se hace representar con sus cuadros políticos de confianza a fin de obligar al régimen dictatorial a salir del error histórico en que han incurrido, pero, ni la OEA ni Estados Unidos, a través del Departamento de Estado, juegan ante este hecho un papel sincero y respetuoso del orden democrático, si no que desarrollan una campaña de doble moral, doble juego y dobles acciones que mas bien conducen a la dictadura a dirigir unas elecciones espurias, bajo condiciones de represión total, y mediante una de las patrañas electorales más escandalosas que se haya montado en América Latina a lo largo del fin del siglo XX e inicios del XXI, misma que acompañan con un vasto plan de dominación del país a 25 años. De esas elecciones fraudulentas nace la presidencia de Porfirio Lobo Sosa quien forma parte del tinglado que ha cimentado la élite oligárquica al secuestrar el Estado para sus fines aviesos fundamentalmente empresariales neoliberales.
El presidente Manuel Zelaya Rosales asume la representación internacional de FNRP y emprende una actividad diplomática conducente a exigir del régimen golpista continuado por Porfirio Loboso Sosa, en circunstancias de igual factura de represión y de montaje de mentirosas campañas de respeto a los derechos humanos, para que el país pueda regresar a la institucionalidad continental en la OEA, donde el papel de Estados Unidos ha consistido en manipular los gobiernos de derecha para que acepten el gobierno Sosa Lobo sin pasar por el consenso respectivo, medida que ha sido derrotada precisamente por los gobiernos de UNASUR.
La Resistencia Nacional Popular no es que se haya desmovilizado si no que ha tomado un compás de espera para proceder a dos fundamentales objetivos: la capacitación educativa política y la organización a nivel nacional del movimiento, propugnando siempre hacia el postulado de la Asamblea Nacional Constituyente como principio rector de la fundación de una nueva constitución popular.
En la última asamblea nacional del FNRP se decidió que el coordinador General del movimiento es el líder José Manuel Zelaya Rosales, a quienes todos los cuadros dirigentes nacionales e intermedios consideran como único líder de uno de los procesos políticos más complejos que ha enfrentado la nación, visión que compartimos casi en un 100 por ciento todos los que amamos la libertad, la democracia y la justicia.
Es propicio anotar que el movimiento popular está integrado por las más diversas fuerzas de organización social y que cada una de ellas contiene características particulares con las cuales debe lidiar cada estructura que trascendiendo su naturaleza específica se incorpora a una colectividad que posee la más variada y rica manifestación de pensamiento social perteneciente a obreros, campesinos, amas de casa, profesionales universitarios, comerciantes independientes, empresarios jóvenes y democráticos, artistas, intelectuales, docentes, pastores, sacerdotes, población gay, trabajadores y empresarios informales, en fin, una pléyade de hombres, mujeres, ancianos, jóvenes y niños, todos ellos con un objetivo primordial la implementación de una Asamblea Nacional Constituyente.
Una organización como el Frente Nacional de Resistencia Popular no se desmoviliza solamente está pendiente de tareas perentorias que debe realizar en la más absoluta serenidad directriz.
Por eso aquellos que piensan que Manuel Zelaya Rosales no haya sabido aprovechar la movilización multitudinaria de la población hondureña, y que se haya quedado con la dirigencia liberal de siempre, están manejando un doble discurso en el seno de la lucha ideológica contra el pensamiento de derecha de nuestro país, ya que el pueblo ya definió quien es su líder y lo más absolutamente certero es que la Coordinación General del FNRP le fue adjudicada en Tocoa en la Asamblea Nacional de Frente Nacional de Resistencia Popular, por unanimidad de todos los delegados departamentales.
En varios comunicados Manuel Zelaya Rosales ha determinado cuál es su movimiento político nacional, y este sin lugar a dudas y como él lo ha expresado directamente es el FNRP. Por ello ha debido salir al paso a la dirigencia liberal solicitándoles expulsar a los golpistas de su propio partido, ha solicitado reiteradamente al gobierno de Lobo Sosa, en conjunción con los planteamientos del FNRP, desmontar e la estructura golpista de su gobierno que se ha asentado en la Corte Suprema de Justicia, la Fiscalía General, y todas aquellas dependencias civiles entregadas hoy a la cúpula militar. Ha exigido por otro lado, el esclarecimiento de los asesinatos contra miembros de la RNP ocurridos en el marco del golpe de Estado que persiste en este régimen.
Por eso cuando se expresa que es mucho el pueblo y poco el liderazgo en el FNRP se está propalando un doble juego ideológico. Por un lado se asume que el FNRP no tiene liderazgo en el pueblo hondureño, lo cual es una solemne falacia que sirve más a la derecha que al mismo pueblo, y entra esta afirmación en el terreno del pensamiento diversionista que hace daño a la lucha contra un opresión sin límites que sufrimos en todos los terrenos todos aquellos que amamos la democracia, la libertad y la justicia.
Por ello, reclamamos públicamente el regreso del líder nacional Manuel Zelaya Rosales, su pueblo lo aclama y lo necesita y la refundación de Honduras así lo requiere. Unámonos a la campaña por el retorno de Mel Zelaya a su país de origen, a su pueblo que lo ha erigido en su conductor ideológico, político y social.
Todo lo contrario a este pensamiento es falacia argumental ideológica que sirve para que la derecha nacional se sobe las manos muy contenta con estas afirmaciones ideológicas derrotistas y anti dialécticas.
Fuente: ellibertador.hn