FABRICIO ALEJANDRO HERRERA LAGOS
No somos libres. Es necesaria la liberación nacional y particular de todas las hondureñas y hondureños. Actualmente, en diversos frentes de lucha se pelea por la libertad y la dignidad. Las mujeres, los jóvenes, los pueblos indígenas y afrohondureños, el campesinado, las y los adultos mayores, la comunidad de la diversidad sexual, las personas con capacidades diferentes, las niñas y los niños, los gremios, los artistas, todas las olvidadas y marginados, la pobrería, está sometida a relaciones de dominación, a la dictadura de los adultos varones, de los ricos oligarcas, del machismo, del clero (curas, pastores y apóstoles), de los políticos fabricantes de mentira y engaño, de los militares y policías, máquinas de la muerte y la represión.
La verdad y la dignidad nos harán libres. Honduras ha resucitado y está dispuesta a mantenerse viva.
El golpe de Estado del 28 de junio de 2009, ha sido un golpe oligárquico-militar-religioso de la “democracia representativa”, contra toda posibilidad de democracia participativa. En la mente de los grupos de poder económicos o de explotadores, políticos, y religiosos, no cabe la más mínima intención de que el pueblo se gobierne a si mismo y distribuya con equidad todos los beneficios sociales (educación, creatividad, información, trabajo, salud, ocio positivo, cultura) y los económicos (techo, comida, tierra, vestido, ingreso digno). Para ellos lo importante es mantener el sistema de representación en el que imponen la cultura, manipulan las relaciones de dominación, y roban inmoralmente las cosas necesarias para la vida y felicidad de la población hondureña (incluyendo el pan y la salud de niños y ancianos). Quien así actúa no merece otro calificativo que el de caníbal, que no es otra cosa que un ser humano que se alimenta de la muerte de otros seres humanos.
La lucha pacífica, solidaria, democrática, popular, movilizada y generosa de la hondureñidad, activa en las calles y carreteras durante los últimos 6 meses de 2009 por la restitución del orden constitucional violentado por los golpistas ha cohesionado y consolidado irreversiblemente a un pueblo decidido a ser libre. Lo que querían detener ha sido acelerado, lo que quieren matar crece en vida, lo que quieren callar se ha vuelto un grito poderoso. Lo que quieren esconder se grita en las azoteas y las plazas, en la complejidad binaria del internet, en los mensajitos de los celulares, en los correos electrónicos, en las pláticas y corrillos rurales y urbanos, en la lengua codificada que el pueblo ha inventado para transmitir la verdad y la rebeldía por debajo de las mismas narices de los opresores. Como los zapatistas, las hondureñas y hondureños tampoco necesitamos pedir permiso para ser libres.
La democracia no es la alternabilidad en la presidencia de la república, también los dictadores se relevan para generar engaño. Los autores jurídicos, legislativos, judiciales y militares del golpe de Estado no han sido relevados. Siguen allí, intimidando y continúan amenazando, delinquiendo, con la desvergüenza que les caracteriza, crímenes de lesa patria y lesa humanidad. La dictadura no se ha desarticulado, se ha mimetizado para confundir y engañar.
La negativa de la dictadura para restituir el orden constitucional quebrado, ha movido la lucha popular y reivindicativa de las hondureñas y hondureños hacia la única salida posible: la desarticulación del viejo régimen, decrépito e inmoral, y la construcción de una patria nueva, incluyente, justa y solidaria, mediante la refundación de Honduras cuyo primer paso es la es la organización de una Asamblea Nacional Constituyente que firme un nuevo pacto social en el que se abran las puertas de la justicia y la felicidad a los marginados y oprimidos de este país. No hay marcha atrás: habrá constituyente, habrá revolución, habrá vida.
Pero la pelea por un país nuevo también se lucha en la recuperación de la tierra para los campesinos y los pueblos indígenas y afrohondureños. La tierra es nuestra madre y nos alimenta. Nuestra madre no es una estatua venerada al paroxismo por la religión dominante que profetiza masacres en cadena nacional de radio y televisión. A ella, profetiza de la muerte y la dictadura, no la llama iglesia el libro del apocalipsis, sino la gran ramera que fornica y trafica con las mafias del mundo entero. Esa es la realidad del vaticano.Nuestra madre es la tierra que nos da de comer, nos da sombra, nos provee agua. Solo los verdaderos hijos pueden respetar a la madre, no privatizarla, no explotarla, no intoxicarla.
La lucha por el respeto a la tierra, no es la lucha de un demonio cárdeno disfrazado de ángel de luz, sino la de los pueblos indígenas y negros, y la del campesinado, que está sufriendo especialmente en el Valle del bajo Aguán.
La dictadura dio primero un golpe de Estado, ahora un golpe bajo, guerra de baja intensidad en el departamento de Colón, el lugar mismo donde comenzó Honduras.
El ejército de Honduras y la policía nacional, organizaciones armadas incapaces de proteger de traficantes y crimen organizado la soberanía, o de controlar el delito común y el delito organizado, han sido movilizadas para defender a costa de la masacre en cámara lenta del pueblo en resistencia, los intereses de terratenientes de origen extranjero. No los conocemos, han venido desde lejos como huéspedes y se han robado todas las pertenencias del anfitrión que les tendió la mano generosa y salvó sus vidas. Son perros malagradecidos que han mordido la mano del quien les da de comer.
El mismo 28 de junio de 2009 la comunidad Guadalupe Carney fue convertida en un campo de concentración. Como los nazis, las fuerzas armadas golpistas quizá pretendan convertir el departamento de Colón en un cementerio. No hay que creer en sus palabras de paz, detrás de la bandera blanca traen el arcabúz, la traición y la guerra. Quieren hacer de Colón el cementerio de la reivindicación agraria, pero olvidan que Trujillo es el cementerio en el que fue fusilado y enterrado William Walker, el aventurero del imperio norteamericano que quiso someter la tierra de Morazán. Y allí, en donde fue la primera misa, será el réquiem de la opresión y la falsa religión.
La tierra es de las manos que la trabajan, debe ser desalambrada. La solución del conflicto por la tierra que resurge en el Aguán pero que se propaga en el sur, el centro, el norte, el oriente y el occidente de todo el territorio nacional y la reacción empecinada, terca y criminal de los latifiundistas exige que en la refundación de Honduras no se hable ya mas de reforma agraria sino de revolución agraria, colocando la propiedad de los medios de producción en manos del campesinado y los pueblos indígenas nacionales. La producción, primero en la mesa y los estómagos de la población hondureña y luego solidariamente en otros pueblos del mundo.
Si la verdad y la dignidad nos hace libres, la primera verdad es que la propiedad de la tierra ha sido robada, y la primera dignidad es devolver lo robado. Lo que robaron los españoles que sea devuelto a sus dueños ancestrales, lo que han robado turcos, los empresarios y los militares, que sea devuelto a las campesinas y campesinos organizados y no organizados. Solo esta verdad y esta dignidad hará libre al campo.
La revolución agraria puede comenzar reconociendo, como en la Constitución del Ecuador (artículo72), el derecho a la naturaleza de ser restaurada.
El otro lugar donde se pelea el derecho a ser libres, es en las calles de las ciudades. Dos adversarios formidables tiene allí la resistencia nacional: la delincuencia común y organizada, y la violencia desde el Estado. Los dos nacen del mismo origen.
De acuerdo al observatorio de la violencia la tasa de homicidios creció en su media nacional de 57.9 asesinatos por cada cien mil habitantes durante 2008 a 66.8 homicidios por cien mil habitantes durante 2009.Seguimos entre los países más violentos de América latina que es la región más violenta y desigual del planeta.
La mayor frecuencia de muertes ocurrió durante el segundo semestre de 2009 (justo el período del golpe de Estado), siendo los picos mas altos agosto, noviembre y diciembre. Meses clave para la imposición de la dictadura fugaz de Roberto Micheletti y el relevo dictatorial, disfrazado de alternabilidad presidencial conforme al cronograma de la maltratada y caduca constitución de 1982.
El observatorio de la violencia señala también que la modalidad sicarial (la preferida por la cobardía de los escuadrones de la muerte) y las muertes sin datos o información alguna suman 82,9% del total de las muertes.es decir que el asesinato cobarde y la información oculta son los mayores cómplices de la muerte en el territorio nacional. Bajo esta modalidad murieron Gabriel Fino Noriega (periodista contra el golpe), un desconocido en la montañita cuyo cadáver vestía camiseta de la cuarta urna, Vicky Hernández (travesti en resistencia), Roger Bados, Ramón García, Mateo Leiva, Jonatán Osorio, Vanesa Zepeda, Eliseo Hernández y tantos otros compañeros victimas de la represión.
Las cifras del observatorio revelan también que las muertes clasificadas como acción policial creció de 54 en 2008 a 95 en 2009.Aquí probablemente no estén incluidas las muertes de Roger Vallejo, Pedro Magdiel, Wendy Elizabeth Avila, Jacobo Euceda, Francisco Alvarado, Olga Osiris Uclés, Jairo Sánchez, y otras compañeras y compañeros mas asesinados por la policía al servicio de las oligarquías, nada mas por manifestar su oposición al golpe de Estado. No entran en ninguna estadísticas los muertos por acción militar como Isis Obed Murillo, cuya muerte se profetizó desde el arzobispado y se cubrió de impunidad desde la boca del Comisionado de los Derechos Humanos, y Pedro Pablo Sánchez muertos por bala militar en operativos de represión popular.
Los grupos caníbales de poder económico, político, religioso, y de terrorismo judicial, mediático, narcosicario y militar, que controlan la institucionalidad hondureña (más no el país), mantienen, probablemente de manera intencional a la población en las garras de la delincuencia común. Ello les permite el monopolio del terrorismo judicial (CSJ, MP, Policía, cárceles), el saqueo de la riqueza del Estado y el territorio nacional, y la prosperidad de los negocios asociados a la manipulación del miedo a la violencia común y el delito: malles, renta de videos, tv e internet por cable, alarmas, armas, construcción de muros, seguridad privada, educación privada, etc., mientras la población se encuentra aturdida y atemorizada por la epidemia de crimen y violencia. La cereza en el pastel es el saqueo y el pillaje realizado por el camino del incremento de los presupuestos de seguridad y defensa.
Los exorbitantes presupuestos en defensa y seguridad no protegen las fronteras nacionales del narcotráfico y otros delitos trasnacionales, no controlan el tráfico de armas (el arsenal visible e invisible se calcula en un mínimo de 800 mil armas); ni generan en la ciudadanía una atmósfera libre de temores y riesgos en su seguridad personal y la de sus bienes. La población teme mas a los uniformados (militares, policías, guardias de seguridad), que a los propios delincuentes. Al final de la semana santa de este año un alto funcionario de la dictadura se jactaba ante los medios de prensa que gracias a los operativos policiales había disminuido la frecuencia de todos los delitos, la sabiduría popular asintió jayanamente: -por supuesto que bajó el delito, los delincuentes andaban en operativo.
También las fuerzas oscuras de la opresión y la miseria utilizan los aparatos armados del Estado (fuerzas armadas y policía nacional) para el control de la actividad rebelde y contestataria contra el saqueo de la riqueza nacional y la explotación de la población. Parece que estas fuerzas están allí, no para servir y proteger al pueblo, sino para someterlo, esclavizarlo e impedir su independencia. Lejos de ser los garantes del orden y la ley, son los guachimanes de la dictadura y los grupos fácticos. Son pobres que golpean a sus hermanos pobres para sostener el sistema injusto que los explota a ellos mismos.
El plan de dominación y colonización de Honduras tiene como uno de sus más útiles instrumentos de opresión el culto a la violencia. La cultura de la insolidaridad y la muerte que hace de la vida y la integridad física y emocional de las demás personas objetos descartables y desechables. Privilegiar la resolución violenta de los conflictos es un acto de opresión, desarticular la cultura de la violencia y la muerte, sustituyéndola por la convivencia y la solidaridad son actos políticos de resistencia y subversión. Oponerse a la violencia (homicidio, robo, violación, asalto sexual, secuestro, estupro, injurias, calumnias, lesiones, abuso de autoridad, represión, tortura, tratos crueles e inhumanos, represión, etc.), es una acción perfecta de rebeldía y liberación contra el mal gobierno y la dictadura empresarial. La refundación de Honduras debe considerar innegociable la disolución inmediata de las Fuerzas Armadas y cualquier otro cuerpo de corte militar y de neo colonización, y la depuración inmediata de la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Publico, la Defensa Pública, el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, así como la reestructuración total y absoluta de la Policía Preventiva y la DNIC, sustituyéndola por nuevos elementos destinados a servir y proteger a la ciudadanía (no a las oligarquía y el clero), regidos por la obediencia no debida y el apego real e incondicional a los derechos humanos.
Para preservar el espíritu de libertad que se ha emancipado entre las hondureñas y hondureños es necesario informarse, reflexionar, organizarse y actuar.
Organizarse y actuar como poderes populares: poder de liberación nacional, poder constituyente, opinión pública, poder consumidor, poder creativo, poder emancipador, poder electoral, poder fuerza de trabajo, poder juvenil, poder civil, poder urbano, poder campesino, etcétera.
La tarea es grande, pero la resistencia también lo es.
¡Constituyente y revolución! ¡Revolución y vida!
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