Una vez más, el Sr. Cardenal de Honduras genera violencia y brutal represión policial en contra de ex católicos/as en resistencia quienes rechazaban su presencia en la empobrecida colonia Oscar A. Flores de Tegucigalpa. A este lugar acudió el “príncipe” purpurado para inaugurar un templo (con un mensaje de reconciliación nacional), pero a su salida s e encontró con un grupo de personas en resistencia quienes con pancartas y arengas le arrojaron huevos podridos a su movilidad.
El Sr. Cardenal no comprendió aquella explicable manifestación e hizo que acudiera al lugar un violento escuadrón de la policía, quienes toletes y gases lacrimógenos en mano molieron a golpes a las familias, mujeres, jóvenes, niños/as, vecinos del lugar. Mientras la policía ensangrentaba a los vecinos manifestantes, el Sr. Cardenal, protegido por un cordón policial, abordó su lujoso carro y salió del lugar.
Oscar Rodríguez Maradiaga, sacerdote salesiano, hizo carrera eclesiástica recurriendo a todos los burdos contactos políticos. Por su condición social de origen, y por sus fehacientes limitaciones intelectuales para la filosofía y la teología, era improbable que alcanzara el cardenalato por sus propias virtudes. Un sacerdote, ex estudiante del Mons. Rodríguez, dice: “En el seminario nos daba clases de mo ral, pero jamás se actualizaba, ni preparaba sus clases…”.
Una vez ungido Cardenal, subestimando al obediente pueblo católico hondureño, conspiró contra el orden constitucional del país y comprometió a la jerarquía católica en el vergonzante golpe de Estado militar el 28 de junio del 2009. Como en las peores épocas de la colonia, el Sr. Cardenal se constituyó de facto en el capellán del comando sanguinario de patrones y militares que masacraron y masacran al pueblo consciente. El derrocado Presidente Manuel Zelaya fue su “amigo”, hasta que éste suprimió los cinco mil dólares mensuales de asignación que el Cardenal recibía del Estado. Antes, nadie había cuestionado estos y otros privilegios, fruto del contubernio entre cardenales y políticos corruptos en Honduras. Además, empresarios cafetaleros le obsequiaron un lujoso palacio en Tegucigalpa.
Movido por su megalomanía, y urgido por los favores que debía honrar a la corrupta oligarq uía seudo católica golpista, el Sr. Cardenal vendió su alma al demonio para legitimar la masacre sangrienta hondureña de nunca acabar que hasta la fecha ya segó más de 250 vidas. Nadie sabe cómo terminará este baño de sangre que los jinetes de la muerte inauguraron en Honduras el 28 de junio del 2009.
Para legitimar el golpe de Estado el Sr. Cardenal prácticamente obligó a sus ingenuos obispos de la Conferencia Episcopal de Honduras a firmar una declaración de apoyo a los golpistas. Y en todos los medios de comunicación (controlado casi en su totalidad por los patrones) reprodujeron reiteradas veces las santas palabras del Cardenal en defensa del golpe. ¡Algunos canales de TV reprodujeron hasta 18 veces por día el sacro discurso del cardenal llamando a la tranquilidad luego del golpe!
Pero el empobrecido y excluido pueblo católico, enfurecido se mantuvo en resistencia de manera espontanea y multitudinaria. Entonces, ya era febrero del 2010, y los golpistas se ahogaban en sus contradicciones internas. Así fue que el Sr. Cardenal nuevamente prostituye el rito católico. Convoca al burdo ex dictador Roberto Micheletti (cuya capacidad de comprensión no lograba intuir lo que ocurría) nada menos que al Santuario de la Virgen de Suyapa en Tegucigalpa y, en presencia de católicos fariseos en misa, lo declara y lo unge como héroe nacional de la democracia y del cristianismo en Honduras. Todo con la finalidad de manipular y atemorizar al resentido pueblo hondureño en resistencia.
Estos y otros actos ofensivos a la racionalidad cristiana exacerbaron más el resentimiento y repudio contra el Cardenal por parte de las y los católicos en resistencia.
A donde va, el Sr. Cardenal genera reacción y rechazo como el azufre en el agua. Ocurrió en Italia, Guatemala, y otros lugares. Últimamente, al igual que su amigo Roberto Micheletti Baín (quien en el silencio espera la acción de la justicia penal), el Sr. Cardenal pasa casi en el anonimato. Ya no acude a las invitaciones oficiales de su amigo Pepe Lobo, el “Presidente” de Honduras. Ya no se aproxima a las asambleas nacionales de pastoral católica, por miedo a la insubordinación y rechazo de sus ovejas. Sus representantes episcopales huyen por las puertas traseras ante el asedio de la prensa insumisa. En fin, el Sr. Cardenal padece un insomnio permanente y una crónica paranoia porque siente que un ejército creciente de centenares de almas hondureños/as asesinadas le pisa los talones clamando justicia y chillándole en sus oídos: “¡Mons. Rodríguez, las y los masacrados y desaparecidos/as por el golpe le esperamos en el más allá!”
Nadie quiere imaginar el diálogo que el Sr. Cardenal mantendrá, al final de los tiempos, con el galileo crucificado por los religiosos y políticos de Jerusalén, hace 2010 años atrás. Lo único cierto es que, entonces, no habrá poder, ni escuadrones de p olicías militarizados, protegiendo a los verdugos del mismísimo Cristo, quien, hoy, como ayer, dinamiza la resistencia popular desde las honduras más profundas del país.
Fuente: ResitenciaHonduras.net - RMI - Kaosenlared.net