UN ANÁLISIS DE LA TESIS DE MICHAEL FOUCAULT
Con el ánimo de aportar a la creciente discusión de la necesidad de “tomar el poder” que impera en los distintos espacios del Frente Nacional de Resistencia Popular, intentaremos analizar el poder desde una lectura Foucaultiana, viendo que este no puede ser localizado en una institución o en el Estado, pues está en todas partes y se manifiesta de las formas más diversas.
Cuando planteamos la idea de la “toma del poder”, como el ejercicio de control sobre las estructuras del estado, o sea ganar las elecciones, pensando que este es el único ejercicio de poder, estamos planteando una idea en sí errónea, pues si el concepto de poder nos dice que este es una facultad, una capacidad de influir, de hacer algo, el poder no es un objeto, una cosa que se entrega o se toma de alguien más, sino una relación de fuerza que se construye.
El poder, es en realidad el resultado de relaciones de poder. Estas relaciones de poder, están en todas partes, en las interacciones entre jóvenes y adultxs, en las interacciones entre profesionales y no profesionales, entre hombres y mujeres, entre ricxs y pobres e incluso entre pares. Los hombres y las mujeres viven constantemente atravesadas por relaciones de poder, nadie es independiente de ellas y lo que hacemos es aprender a aceptarlas, a sublevarnos o a movernos a través de ellas.
El estado, dentro de esta concepción, es un instrumento del poder de clase. Entendiendo clases sociales primero como grupo de personas que comparten características (económicas, sociales, políticas y culturales) similares y además se yuxtaponen dentro de la lucha de clases. Los que son dueños de los medios de producción y los que trabajan para esos medios, los que son dueños de todo y los que son dueños de nada más que su fuerza de trabajo.
El poder no se encuentra únicamente en el estado y sus “tres poderes” (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) pues estos necesitan de instituciones que los legitimen, para que todos aceptemos al Estado como “natural” dentro de la vida social. La clase dominante utiliza para ello instituciones como la Iglesia, la Escuela, los medios de comunicación, el matrimonio. Sin estas instituciones y muchas otras, el poder del estado sería imposible de sustentarse.
Según analiza Foucault existen dos esferas donde se consolidan las prácticas de poder, cada una de ellas tiene sus propios mecanismos de legitimación, actúan como "centros" de poder y elaboran su discurso. Una de dichas esferas está constituida por la ciencia, la otra por el contrario está conformada por todos los demás elementos que pueden definirse como integrantes de la cultura. Lo ideológico (asumir el estado como única esfera de ejercicio del poder de clase), las diferenciaciones de género (ver en las diferencias entre hombres y mujeres una prueba de la desigualdad “natural” que priva entre los y las humanas: los hombres son de la calle, las mujeres de su casa), las prácticas discriminatorias, las normas y los criterios de normalidad, (es normal que la gente sea mala, que los negros sean promiscuos o los indios haraganes), están dentro de esta segunda esfera de consolidación de las prácticas de poder. Pero estas esferas a las que nos referimos han cambiado sustancialmente con el paso del tiempo. En la historia vemos los mecanismos usados durante el esclavismo y en nuestro caso la colonia para que las personas aceptaran las estructuras de dominación como naturales y las reprodujeran. La iglesia jugó acá un papel preponderante, pues sin el sometimiento religioso la conquista no hubiera sido sostenible. Con la llegada del capitalismo y más específicamente el capitalismo globalizante, se hace necesario transformar las esferas de consolidación del poder, pues las dinámicas sociales se tornan más complejas.
El poder actual, ya no se basa como en el pasado en la fuerza y su legitimación religiosa. La sociedad ha cambiado, más no la necesidad de legitimar el poder. Para los días actuales es necesario que la consolidación del poder pase a formar parte del propio ser de cada individuo, debe alojarse en la cabeza del dominado y considerar como natural lo que desde el nacimiento se le está imponiendo. La autocensura es ahora más importante que el castigo, pero el castigo no se deja de usar, pues cuando la autocensura no es aplicada, entra el castigo como instrumento de dominación.
El poder es un algo que circula, no funciona sino en cadena. No está nunca localizado en un lugar determinado, no está nunca en las manos de una persona o un pequeño grupo de personas, no es un atributo, no es un bien. El poder funciona, se ejercita. El poder transita transversalmente, no está quieto en los individuos.
El poder tiene una extensa gama de formas y naturalezas. Pero todas estas estructuras de la dominación necesitan de un discurso que las presente como "naturales" bloqueando las posibilidades de aparición de otros discursos que tengan capacidad cuestionadora.
Aparece en escena la disciplina en su doble significado, apuntando tanto al conjunto de conocimientos como al control. Aquí podemos interpretar la labor de la escuela como un espacio cerrado de reproducción de las estructuras de dominación del poder. En este espacio funciona uno de los panópticos que conforman la sociedad según lo definiera Foucault. “Vivimos en una sociedad panóptica. Tenemos unas estructuras de vigilancia absolutamente generalizadas, de las que el sistema penal, el sistema judicial es una pieza, y de las que la prisión es a su vez una pieza, de la que la psicología, la psiquiatría, la criminología, la sociología, la psicología social, son sus efectos”. A partir de esta postura sobre la naturaleza y funcionamiento del poder, todxs actuamos como víctimas y victimarixs del poder. Por tanto nos movemos en una situación ambivalente con respecto al poder, participando de él y estando sometidos al mismo.
Continua Foucoult en “Diálogo sobre el poder”: "Creo que en el fondo la estructura de poder propia de estas instituciones (El ejército, el hospicio, la cárcel, la fábrica y la escuela) es exactamente la misma. Y verdaderamente, no se puede decir que haya analogía, hay identidad. Es el mismo tipo de poder, se ejerce el mismo poder."
Para nosotros, formados en una educación positivista, nos resulta difícil comprender que tanto la Escuela, como la cárcel y el ejército son instituciones de una misma estructura de poder. ¿Cómo podemos decir que los Hospitales y la cárcel sean lo mismo que la fábrica y la escuela?
Para entender eso debemos recordar, que estas instituciones crean espacios básicos en los que se definen situaciones de poder. Funcionan sobre la base de la universalidad, en donde todos y todas somos iguales, por tanto maneja un mensaje único. Hablamos pues, de la implantación de la idea de una “identidad nacional” única, que inicia por la educación formal y se refuerza a través de los medios de comunicación, negando la existencia de múltiples identidades dentro del plano nacional. Se construye un universo cultural único al que necesariamente deben integrarse lxs alumnxs, no dejando lugar alguno para formas alternativas.
La escuela al ejercer el mismo tipo de poder que la fábrica, la cárcel, el cuartel o el hospicio, busca disciplinar el cuerpo y la mente de los individuos para desenvolverse a estos dentro de determinadas coordenadas de poder. El examen es una de las estrategias de reproducción de las relaciones de poder. En la medida en que el estudiante se encuentra a merced del examinador y que no tiene otra alternativa que moverse dentro de los parámetros establecidos por aquel, está siendo sometido a un poder manifiesto. Dice Foucault: "Mediante los procedimientos normalizadores del examen y la "confesión", las personas se clasifican como objetos, "revelándoles" la verdad sobre sí mismos. Al construir de este modo a los sujetos, el poder moderno produce individuos gobernables." Aceptar el currículum nacional básico (incluyendo en este el currículum oculto de la clase gobernante), con que se educan a nuestros hijos e hijas, es contribuir a la perpetuación de las estructuras de dominación. “Tienes que estudiar para ser alguien en la vida”, nos dicen desde niñxs, sin decirnos nunca que ese alguien será siempre una persona dominada, dócil al poder que ejercen los y las gobernantes.
La escuela pues, es un instrumento clave en la reproducción de las relaciones de dominación existentes en la sociedad. Esta dominación, a diferencia de lo que aconteciera en la antigüedad no se verifica por el empleo de la fuerza, aunque esta no se elimina, sino por la implantación de los hábitos.
El sometimiento de un/a sujetx por otrx es una especie de control asimétrico, en el cual una persona controla a otra por medio de las estructuras de poder que tiene a su alcance y la libertad operatoria del sujetx sometidx queda restringida de manera estable.
El sometimiento solo es efectivo, cuando el/la sometidx acepta dicho sometimiento como natural. Se estabiliza. Aceptando “simbólicamente” el resultado de una batalla perdida antes de haber nacido. En el caso hondureño, los indígenas deben aceptar como “natural” el resultado de cientos de años de dominación cultural, pues su ancestros perdieron la batalla ante los conquistadores españoles hace más de quinientos años.
Toda rebeldía del/a sometidx supone pues, una impugnación de ese poder, una sublevación, un intento de anulación del resultado de esa batalla simbólica. Lxs indígenas continúan resistiendo a la dominación europea, pues esa dominación persiste en el plano cultural y político. La lucha en pro de la liberación de la mujer, por ejemplo, es otra impugnación de esa batalla “simbólica” perdida con el patriarcado.
Continuando con Foucault, este define la sublevación como "El movimiento mediante el cual un solo hombre, un grupo, una minoría o un pueblo entero dice: «No obedezco más», y arroja a la cara de un poder que estima injusto el riesgo de su vida."
La reacción del pueblo hondureño ante el golpe de Estado de 28/6, podemos interpretarla como una sublevación de masas. Pues adoptó la forma de explosión repentina que se consumió en si misma y dejó el poder y el control de la situación en manos de quienes fueron capaces de organizarse concientemente. Si asumimos la definición de Foucault, para quien toda forma de saber es una forma de poder, la constitución del FNRP implicó el sometimiento de la sublevación al poder, pues la sublevación del pueblo hondureño no pudo organizar una fuerza capaz de construir un orden, una forma de vida diferente.
Si entendemos que el poder es transversal y está en todas partes, es imperativo identificar esas formas de poder, de sometimiento tanto en las que somos sometidxs como sometidores, para luego transformarlas, construyendo nuestro poder.
“Tomar el poder”, viendo este únicamente como las estructuras que funcionan desde el estado burgués, sin reflexionar en las instituciones que sirven para consolidad las relaciones de poder de clase, que naturalizan el sometimiento de una persona por sobre otra, es perpetuar la dominación a la que el pueblo hondureño se ha sublevado.
La revolución habrá de iniciar, cuando desde el pueblo hondureño, seamos capaces de revelarnos al poder que nos oprime, destruyendo las instituciones que nos oprimen, tanto en el plano personal/individual como colectivo.
Oscar Estrada
Fuente: oscarlestrada.blogspot.com