Ricardo Salgado
Hoy es un día singular, muchos estamos siguiendo los resultados suscitados en la elección legislativa venezolana de ayer. La victoria del PSUV es clara, un mandato amplio en el congreso, que los medios burgueses pretenden engrandecer y pintarlo como una “pérdida de terreno” del presidente Chávez. No era difícil mejorar la presencia de la derecha en la Asamblea Venezolana, hasta ayer era “cero”, y cualquier cosa era ganancia. Pero, de eso a que sea una victoria política, se ocupan más mentiras y manipulación que votos. El triunfo es inobjetable y arrollador, aunque la derecha mantiene bastiones como el Estado Zulia, en el que parece haber una isla burguesa.
Las victorias normalmente “esconden” por un rato deficiencias sustanciales que deben corregirse de cara a un futuro en el que la derecha buscara crear condiciones para buscar la “vía hondureña” para destruir el proceso revolucionario. Por esta razón, la celebración del PSUV debe ser corta, y el retorno al trabajo sobrio e inmediato; la revolución bolivariana es demasiado importante para el continente como para dejar de lado las cosas que hay que rectificar, que, sin duda, son muchas.
Normalmente no resistimos la tentación de adjudicar las bajas en la aceptación del pueblo al “desgaste” que el poder produce naturalmente, cuando en realidad son nuestras carencias o defectos en el control del poder lo que nos hace más o menos aceptables ante la opinión popular. El presidente Chávez es indudablemente una figura carismática, que guía a su pueblo desde hace 12 años, pero no es aceptable para la revolución bolivariana, que sea su imagen la que deba acarrear los vicios y malas prácticas de muchos de los candidatos del PSUV.
De los resultados preliminares podemos notar un incremento en la participación, lo que, en primera instancia, no parece haber afectado especialmente el balance de fuerzas en la tierra de Bolívar. Sin embargo, debe llamar la atención que existan masas de gente pobre que todavía compran lo que les vende la propaganda burguesa, y se inclinan a creer en el mercado y la propiedad privada por sobre el bienestar común, aun si es el propio. Esto representa un reto esencial frente a las elecciones presidenciales del 2012, a las que la derecha podrá llegar con más trabajo y recursos del imperio.
Hay una tendencia clara a lo largo de la América Latina a que las derechas, auspiciadas por el Pentágono, la CIA y otras agencias gringas, reúnan todas sus fuerzas en un objetivo común, por lo que no será extraño que en dos años estos esfuerzos se traduzcan en más ataques a las iniciativas liberadoras en el continente. Si nos detenemos a pensar un poco las cosas, el Golpe de Estado en Honduras y estos procesos electorales suramericanos tienen una conexión, así como un denominador común: la injerencia descarada del imperio en busca de liquidar las aspiraciones de los pueblos.
Del mismo modo, nuestros movimientos políticos y sociales, tienen siempre una inclinación notoria a la atomización, aun en grupos muy fuertes como el PSUV. Entonces, la construcción del socialismo se vuelve más compleja, pues, en parte, la izquierda tradicional ha logrado sobrevivir dentro del sistema capitalista, y aun no tiene claridad en temas esenciales como quitarle el poder a la derecha y construir una sociedad nueva.
La experiencia venezolana de este 26 de septiembre demuestra únicamente que el pueblo es fundamentalmente revolucionario, no al contrario como se ha creído, pero se requiere una dosis enorme de trabajo a nivel popular, no solo para mejorar la calidad de vida (que dicho sea de paso, solo se puede hacer desde el poder) sino para establecer un proceso permanente de inferencia que permita a la gente discernir sobre las cosas que afectan su existencia. El imperio y sus medios masivos apuestan a infundir terror ante la ideología entre las masas, este debe ser un punto central de nuestro trabajo.
La supuesta “desideologización” de las masas, y la tesis de que las diferencias son cosa del pasado, son típicas, y tratan de mantener vigentes las mentiras que han construido por más de 50 años, especialmente contra Cuba. Este patrón se aplica desde México hasta la Argentina, con diversos niveles de éxito. El trabajo a nivel popular debe ser permanente, de modo que la gente asimile el hecho de que su actividad cotidiana es siempre condicionada por la política. Muchas personas todavía creen cierta la idea del ser “apolítico”, ilusión creada por la derecha y que prevalece en muchos de los que en las elecciones prefieren abstenerse.
La izquierda latinoamericana, muy característica y con definición propia, ha alcanzado su mejor momento gracias a la combinación de liderazgos fuertes y reacciones populares contundentes, con coyunturas favorables generadas especialmente por el fracaso del neoliberalismo como forma de traer bienestar a los pueblos; pero luego la cuestión en el poder es diferente, y las figuras emblemáticas deben fortalecerse para mantener los proyectos con vida. Habría entonces que revaluar las posiciones frente a la fuerza de algunos individuos que emergen como conductores de sus pueblos, y que muchas veces, desatinadamente encasillamos en el concepto de “caudillos”.
Las izquierdas no pueden apuntar mecánicamente a liderazgos inexistentes, sino que debe sustentarse en las relaciones políticas que plantea la lucha de clases en el continente. En líneas generales, las innumerables agrupaciones de izquierda en el continente se mantienen, en nombre de los principios, defendiendo posiciones dogmáticas que además son condicionadas por fuertes intereses económicos. Muchas veces, este juego aparente de ideas, somete los proyectos populares a la brutalidad de la derecha local, y del imperio.
Muchas veces ha sucedido, y sigue sucediendo, que las izquierdas se conforman con acuerdos “ventajosos” con la derecha, que al final terminan simplemente reduciendo drásticamente la relación del pueblo con su capacidad de decidir. No puede, no debe concebirse una agrupación de izquierda que no tenga como fin principal la toma del poder y la construcción del socialismo; sin embargo, muchas veces, en la práctica, se mediatizan las luchas con el solo propósito de mantener cierta hegemonía.
Los procesos electorales en los países latinoamericanos han entrado a una fase diferente; prácticamente en todos ellos se define el predominio de la izquierda sobre la derecha, esto en razón de las aspiraciones populares, no siempre en sintonia con los planteamientos políticos progresistas. Es realmente difícil entender porque cuesta tanto la unidad, si los discursos son tan parecidos; explicar porque a veces se prefiere hacer lo incomprensible en lugar de lo evidente. Al final siempre los ganadores y los perdedores son los mismos.
Ahora, en unos días, se producirán nuevas elecciones en Brasil, donde Dilma lleva una cómoda ventaja sobre su rival socialdemócrata, incluso puede ser que gane en primera vuelta. El problema vendrá después, una vez en el poder, cuando la acción desestabilizadora de la derecha apunte a separar a Dilma de la imagen de Lula, y trate de generar altos niveles de ingobernabilidad para desestabilizar, y posiblemente, vuelva a intentar una “sucesión a la Hondureña”.
El éxito de esta primera administración de Dilma dependerá en mucho de cómo entiende la izquierda su misión histórica de apoyar el gobierno del Partido de los Trabajadores; como limitar y eliminar el “desgaste” después de 12 años. Resulta crítico entender que la llegada al poder es solo un eslabón dentro del proceso de transformación de las sociedades, y que mantener la vigencia depende en mucho de lo que hagamos o dejemos de hacer. Neutralizar la derecha brasileña es una tarea de todos y todas las brasileñas.
El proceso boliviano se ve firme, por lo que es fácil suponer un crecimiento sostenido de las hostilidades provenientes del imperio; en Ecuador se han visto conflictos que hasta la fecha han podido solucionarse, pero que seguirán siendo impulsados desde las ONG patrocinadas por el imperio. En Perú se ven buenas posibilidades de que esta vez el pueblo triunfe por mucho que la derecha haga triquiñuelas y se reinvente líderes.
Para desgracia de muchos, existen todavía en Latinoamérica movimientos que no entienden su realidad concreta y aíslan sus luchas, dándole grandes espacios de acción a la derecha. En Centroamérica, el FMLN deberá hacer mucho para retener el poder, especialmente por el ritmo que le ha impuesto a su administración el titular del ejecutivo Mauricio Fúnez; es posible que el FSLN mantenga el poder, y basados en su experiencia, pueda ir consolidando el poder popular. En Honduras, el FNRP tiene pocas opciones de caminar hacia el frente si no entiende la importancia de tener en el país al derrocado presidente Zelaya, menos aun si no permite que este ejerza a plenitud sus funciones de Coordinador General del Frente.
El caso mexicano es bastante complejo, pero, nuevamente, las posibilidades de llegar a un éxito electoral mayor dependen de la capacidad de todos de entender la importancia de permitir que prevalezca la unidad para apuntalar la construcción de un modelo progresista en un país al que Estados Unidos apunta con millares de soldados desde la frontera y a la derecha transnacionalizada se le queman las mieles por traer soldados ojos azules a cuidar sus intereses.
Muchas lecciones de las elecciones de ayer; se ganó y se ganó muy bien. El triunfo es arrollador e inobjetable, un reconocimiento al pueblo venezolano, pero la celebración debe ser corta, y el trabajo intenso debe reiniciarse de inmediato; la misma fórmula vale para todos los latinoamericanos.
27/septiembre/2010