Por Samuel Santibáñez
¡A construir un partido para la clase obrera y el campesinado!
El 29 de noviembre de 2009, el imperialismo estadounidense y la oligarquía hondureña lograron celebrar un fraudulento proceso electoral a favor del Partido Nacional, como un intento de salida ante el estallido revolucionario que desató el golpe de Estado del 28 de junio 2009, contra Manuel Zelaya Rosales quien tras haber sido exiliado, reingresó a Honduras el 21 de septiembre resguardándose en la embajada brasileña en Tegucigalpa.
El golpe se inscribió en la aproximación de Zelaya al radio de influencia de la revolución en Sudamérica y en concreto de la revolución bolivariana en Venezuela, con la inserción de Honduras a la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), y el establecimiento previo de una serie de concesiones favorables al pueblo hondureño en salarios, educación, tenencia de la tierra, rompimiento del monopolio energético y farmacéutico, etc. Esto provocó la ira de la oligarquía expresándose en una serie de maniobras para frenar a Zelaya y sin embargo, estúpidamente decidieron dar el golpe porque calcularon que apagarían rápidamente cualquier respuesta y que las relaciones de explotación seguirían su curso habitual. Pero no fue así.
El golpe detonó una fuerza social colosal desde lo más profundo del pueblo explotado —asombrando a propios y extraños, en primer lugar a la oligarquía y al imperialismo—, estableciendo una jornada de manifestaciones en las calles que se prolongó por más de cinco meses a pesar de la brutal represión.
Al vapor de los acontecimientos se fue conformando una expresión del movimiento que aunque la mayor parte se mantuvo a la ofensiva, dio en llamarse La Resistencia, conformada por una heterogénea diversidad pluriclasista en la dirección pero con una base netamente proletaria y campesina.
La Resistencia rescata mucho de la experiencia del movimiento popular hondureño y se ha combinado coyunturalmente con el ala zelayista del Partido Liberal, que era uno de los partidos burgueses tradicionales que dieron estabilidad a la oligarquía por muchos años. La ruptura del Partido Liberal con el régimen oligárquico es una muestra de las divisiones en el seno de la clase dominante. Entre tanto la clase dominante se divide, la clase obrera y el campesinado pobre caminan en un proceso de unidad ideológica y organizativa.
La Resistencia ha servido como plataforma de lucha consiguiendo acuerpar la energía de las masas y dándole una orientación. Los acontecimientos se desarrollaron intempestivamente y no permitieron que el pueblo trabajador contara con un partido de clase construido antes del estallido del 28 de junio; esta ausencia impidió que la fuerza de las masas derribara al Estado burgués, que la revolución hondureña se extendiera a más países de Centroamérica y tuviese un impacto mayor en Venezuela, Ecuador y Bolivia; las masas tenían la fuerza para lograrlo, pero el papel de la dirección fue, es y será clave.
Sin embargo, el saldo es muy favorable ya que la respuesta del pueblo hondureño ha significado un nuevo despertar de la consciencia de millones, trastocando la realidad política y generando —por ahora— un nuevo escenario en la lucha de clases en el que las masas son el actor principal; en este sentido, lo que ha sucedido realmente es que las contradicciones acumuladas por décadas, y aún más, siglos de explotación, han encontrado un cauce de expresión política que apenas ha iniciado. Mucha historia de la lucha de clases está por desarrollarse en Honduras y Centroamérica. El principal reto para la dirección proletaria hondureña es y será la construcción de un partido de clase.
Así, a pesar del enorme caudal social desatado en las calles, la oligarquía logró imponerse —hasta ahora— a través de la represión y el apoyo del imperialismo. La elección del 29 de noviembre se desarrolló bajo Estado de sitio, con un alto porcentaje de abstención y aunque el próximo 27 de enero Porfirio Lobo tomará posesión, esto no significa una victoria para el imperialismo y la oligarquía. El régimen de Lobo será cobijado de cordero pero intentará atacar una y otra vez. La oligarquía no colocó a Lobo para que haga concesiones, todo lo contrario; será un régimen débil desde el primer día y no conseguirá ninguna estabilidad de ningún tipo, ni económica, política, militar, o diplomática. La lucha de clases será el fermento contradictorio, con avances y retrocesos pero con presencia cotidiana.
Antes de la imposición del nuevo gobierno, la oligarquía está implementando ataques con cargo al gobierno de facto de Micheletti a fin de intentar lavarle la cara a Porfirio Lobo. La dictadura ha desplazado —por ahora— a la represión en las calles por la represión en el puesto de trabajo; los trabajadores que apoyaron el movimiento de masas de junio a noviembre de 2009, están siendo hostigados, amedrentados y en algunos casos despedidos de su empleo.
Sectores de la dirección de La Resistencia siguen siendo perseguidos y algunos de ellos han tenido que exiliarse. La oligarquía está intentado recuperar sus pérdidas económicas durante los meses de movilizaciones implementando una serie de ataques previos al arribo de Porfirio Lobo, que el Frente Nacional de Resistencia Popular describe muy bien en el punto 3 de su comunicado del 7 de enero:
“3. Repudiamos las medidas económicas impulsadas por la oligarquía en contra del pueblo y denunciamos su intención descarada de destruir las conquistas sociales que han costado tanto a los sectores populares organizados. Se han aumentado las tarifas del agua, los precios de la canasta básica, se han vaciado las reservas internacionales y los ahorros de empresas estatales como la ENEE u Hondutel, se modificó la fórmula para calcular el precio de los combustibles en función de beneficiar a las grandes compañías transnacionales y constantemente se realizan contratos para favorecer a los empresarios implicados en el golpe de estado.
De la misma manera, se tiene planificado otras medidas como la reducción real del salario mínimo, la derogación del estatuto del docente, la cancelación de la matrícula escolar gratuita, la devaluación del lempira, la privatización de las empresas nacionales y los fondos de pensión de los empleados públicos, entre otros.”
Es decir, tanto los trabajadores como la oligarquía intentan rescatar o mantener lo que consideran suyo. Así, se ha llegado a un punto en el que la oligarquía considera que no puede dar más concesiones y paralelamente, los trabajadores no permitirán que se les arrebate lo que les queda. Esto es una receta para más confrontaciones entre las clases. Los trabajadores seguirán intentado usar los medios legales y pacíficos, tratarán de seguir usando instrumentos honorables, cartas de petición, abogados, marchas; pero todo ello será respondido por la oligarquía con negativas, burlas, amenazas y represión incluida la muerte.
Los asesinatos selectivos persisten como es el caso de Walter Tróchez o el caso de los tres campesinos asesinados durante el brutalmente violento desalojo de más de 600 campesinos del Valle de de Aguán, en el norteño departamento de Colón. Zelaya les había entregado tierras llegando a acuerdos con los campesinos, acuerdos que quedaron oficialmente registrados en el Instituto Nacional Agrario (INA) y ahora Miguel Facussé Barjum, uno de los miembros de las principales familias oligárquicas se los arrebata a sangre y fuego.
Los campesinos son miembros del Movimiento Unificado Campesino del Aguán (MUCA), organización afiliada a la Central Nacional de Trabajadores del Campo (CNTC). El mejor camino para los campesinos está en fortalecer sus organizaciones y unificarse con los obreros de las ciudades en la construcción de un partido de clase. No hay salida real para el campesinado pobre fuera de la unidad con el movimiento obrero. Cualquier medida que tome el campesinado diferente a la unidad con el movimiento obrero de las zonas urbanas e industriales, conseguirá muy poco a un costo muy elevado o definitivamente sólo conseguirá derrotas.
En este inicio de año 2010, La Resistencia convocó a una manifestación que agrupó alrededor de 10 mil personas, esto es un buen indicador de la moral de las masas. El objetivo de la marcha fue rechazar la propuesta de una amnistía a los autores del golpe de Estado, exigir un aumento del salario mínimo al nivel al costo de la canasta básica y contra la desincorporación de Honduras del ALBA. Inmediatamente el congreso golpista respondió con la votación de los diputados —123 votos a favor y 5 en contra— que colocó al pueblo hondureño fuera del ALBA, por cierto, también designó a Micheletti como “diputado vitalicio”.
Se especula sobre la posibilidad de que se castigue a un sector de los golpistas como intento de darle un poco de legitimidad al gobierno Lobo. Hay una entrevista que la revista virtual Habla Honduras, hace a un abogado italiano [Paolo Ceschini], en la que afirma que hay sectores de la oficialidad que están dispuestos a atestiguar contra sus superiores por crímenes de lesa humanidad. Es claro que el proceso de la lucha de clases impacta también a sectores del ejército y la policía y no sería descartable que se saliera a la luz alguna situación que intentara hacer creer que se está “castigando a los culpables”, aunque en realidad, entre tanto la oligarquía no sea llevada a una situación límite por la fuerza de las masas.
Derivado de eso, por sus propias contradicciones internas—, no actuará en contra de los principales jefes del golpismo, es decir, Micheletti y Romeo Vázquez, a ellos los sacrificará sólo si no le queda alternativa y como una medida extrema y una vez dicho eso, tampoco es descartable que suceda, ya que Micheletti no es Pinochet, es apenas una sombra fugaz de un bonapartismo senil y decadente, su impunidad no se prolongará como sucedió con Pinochet, que representaba a un bonapartismo pujante que pudo desarrollar relativamente las fuerzas productivas en Chile; todo estará en función de la correlación de fuerzas entre las clases y el desarrollo de los acontecimientos.
Pero, así como la revolución no es obra de una mente brillante, la actuación de la oligarquía no se expresa por medio de las maquinaciones de una mente perversa y maquiavélica, pensar que el imperialismo está como titiritero moviendo los hilos a su antojo es una forma limitada de analizar las complejas relaciones que se expresan en la lucha de clases.
Lo que está de frente para la dirección proletaria del movimiento es la lucha por la construcción de un partido de clase. Un partido obrero que integre a los campesinos pobres. Para los marxistas, un partido es ante todo, principios, programa, perspectivas y estrategia, y sólo en segundo término, un aparato.
Un partido no se piensa sólo en términos electorales dentro del marco de la democracia burguesa. Un partido de clase es ante todo un instrumento de lucha, no sólo electoral —aunque también electoral—, sino un instrumento que se funda con el movimiento mismo, en las fábricas, las colonias, las escuelas, impulsando y organizando la lucha y promoviendo la democracia obrera asegurando que el partido tenga una representación local, municipal, regional, provincial y nacional, con puestos elegidos en asamblea democrática y con carácter revocable en cada momento por la misma asamblea.
Hay una especie de clamor popular que se está manifestando en ese sentido; las masas quieren su propio partido, su instinto les indique que ese es el camino a seguir, sólo basta escuchar sus llamadas telefónicas a Radio Globo para comprenderlo. El momento es muy importante, la moral y energía de las masas es determinante, no es lo mismo formar el partido en momentos de flujo que de reflujo de la revolución. Hay que aprovechar el momento de flujo que aún persiste. Pero, y en esto tiene mucha razón Carlos H. Reyes, no debe hacerse sin un debate de principios, perspectivas estrategia y táctica y mucho menos debe hacerse hipotecando los intereses de clase.
No será sencillo. El ala Zelayista del Partido liberal intentará cooptar para sus intereses la fuerza del movimiento y es un deber de los proletarios acompañar y fertilizar este proceso, no aislarse de él, sino ayudarle a las masas a entender que cualquier conciliación con la oligarquía será una trampa que conducirá al fracaso. Sería un error del sector proletario aislarse del movimiento, pero también sería un error no luchar contra la conciliación de las clases. No hay que correr delante del nivel de comprensión de las masas, hay que ayudarles a sacar conclusiones.
Zelaya ha sufrido una evolución política importante, de ser miembro de la oligarquía y por tanto copartícipe de la explotación, ha pasado a ser un detonante y un eje de este periodo de la revolución hondureña. Hemos reconocido su lealtad al pueblo hondureño, para él, una salida individual y familiar a cambio de traicionar o abandonar la lucha, sería relativamente fácil, sin embargo, hasta la fecha sigue recluido en la embajada brasileña en Tegucigalpa. Sus declaraciones permiten inferir un proceso contradictorio de aproximaciones sucesivas a la ecuación de la lucha de clases; por un lado afirma que:
“El estado burgués ha concluido y ha colapsado”, declaró Zelaya a Radio Globo, “se agotó el modelo burgués”, dijo. Y se manifiesta a favor de un “liberalismo pro socialista que le dé paso a una autoridad democrática y popular”. Pero, acto seguido, declara: “Yo estoy de acuerdo con que haya reconciliación, pero la reconciliación es buscar que en Honduras haya justicia, que en Honduras se aplique la ley”.
Y preguntamos: ¿Cuál ley? ¿La del Estado burgués o la ley de qué Estado? ¿Reconciliación con quién? ¿Qué significa “reconciliación”? ¿Coexistir con la oligarquía en términos “honorables”? Lo mismo podemos decir de la “justicia”, que definitivamente no es lo mismo para Facussé que para los campesinos asesinados en el Valle de Aguán.
Pero Zelaya es muy claro cuando dice: “ La Resistencia deberá organizar su plataforma de coordinación política y programas con acciones definidas en cada barrio, cada municipio en todos los departamentos que conforman el territorio nacional, exigir un nuevo pacto social, una nueva constitución en donde el soberano determine las reglas que permitan la solución a los problemas y las transformaciones de Honduras.” Llama a la “refundación ética del Estado. Hacia un estado protagónico de cambios y de transformaciones que conduzcan a la distribución de la riqueza para la creación de oportunidades”.
Esto, si lo comparamos con la situación actual de las relaciones de producción, es un elemento progresista, pero sigue enmarcado dentro del capitalismo y esperanzado en la conciliación de clases antagónicas. No puede haber acuerdo favorable a las masas sobre la base moral de las relaciones sociales. Honduras se “refundaría éticamente” sólo a condición de que las principales palancas de la economía sean propiedad de un Estado obrero y bajo control democrático de los trabajadores del campo y la ciudad, sólo a condición de que se diluyera al ejército burgués y se armara al pueblo para hacer una defensa internacionalista de la revolución. Honduras podría reconciliarse con el progreso y desarrollo humano, sí y sólo sí se extendiera la revolución al conjunto de la región centroamericana.
Los retos de la dirección proletaria de La Resistencia son titánicos, pero han dado muestras de estar obteniendo conclusiones correctas. El punto es basarse siempre en las masas, nunca aislarse de ellas y a la vez avanzar en el proceso de formación de cuadros entre los obreros y la juventud; los núcleos de base de La Resistencia en los barrios, colonias comunidades y centros de trabajo son una conquista maravillosa que pueden ser usados para las tareas de formación política. El avance que se ha dado con la publicación del boletín de La Resistencia —La Honda—, es muy importante, aunque sería excelente si el sector proletario de la dirección editara y publicara un periódico en toda la regla, sería un gran paso. La formación política en los núcleos de base y la publicación regular del periódico permitiría avanzar en la construcción del partido de clase y en la preparación de la Asamblea Constituyente Revolucionaria.
¡Adelante compañeros, en la construcción de un partido de clase para el pueblo hondureño!
Fuente: Militante - Habla Honduras
.