Por Ricardo Arturo Salgado
Hemos escuchado muchas voces durante estos 48 días de resistencia, locales e internacionales, clamando por pasar a la organización de una lucha armada. A pesar de la legitimidad de estas voces, y su deseo de buscar una salida a la represión sistemática y brutal del régimen golpista-fascista, la dirección conjunta del Frente Nacional contra el Golpe de Estado ha decidido seguir con la resistencia pacifica.
Un rápido análisis nos llevará a concluir que la estrategia del frente ha sido correcta. Enfrentar a los represores en su propio campo seria suicida desde el punto de vista militar; peor que eso seria el resultado en la moral de las masas cuya experiencia organizacional se ha ido ganando en estos 48 días. No se trata pues de ganar una guerra rápido, sino de construir consciencia en el camino.
Es indudable que en Honduras la historia ya se divide en dos partes claramente diferenciadas: antes y después de Manuel Zelaya. Las elecciones del 2005 mostraron el descontento del electorado cuando el abstencionismo llegó a rondar el 50%. Con la mitad del electorado desencantado, pero si una ruta clara a seguir, Zelaya Rosales, hizo un trabajo de tres años y medio entre la población mas pobre mostrándoles que un mundo mejor es posible.
De masas indiferentes ante los procesos políticos, hoy mantenemos una población altamente politizada (o lo que llama la derecha polarizada). El golpe fue el detonante para un nuevo proceso dentro de la concientización del pueblo que pasó de la duda sobre los candidatos de tradicionales de la derecha, a la certeza de necesitar un nuevo camino alternativo.
Considerando los bajos niveles educativos en el país (donde la misma burguesía es prácticamente analfabeta), y la feroz campaña mediática contra el movimiento popular, la reacción del pueblo ha demostrado que la dirigencia popular necesita entender con claridad la dialéctica en esta coyuntura.
La izquierda, fraccionada desde los años sesenta, hoy se ve obligada por la reacción popular a la unidad (sin contar con la represión que tiene a dos dirigentes nacionales recuperándose de brutales ataques de policías y soldados).
Hoy se tiene la disyuntiva sobre la participación en las elecciones organizadas por el régimen de facto o no. Por un lado, se presenta la posibilidad de desconocer y boicotear el proceso electoral; por el otro se puede seguir dentro del proceso a sabiendas de que el mismo será viciado y fraudulento.
La primera opción seguramente mostraría un aumento drástico en el ya significativo índice de abstencionismo pero daría paso a una revalidación del régimen de facto a través de cualquiera de los dos candidatos de los partidos tradicionales que, esencialmente, son co-patrocinadores del golpe y representantes de los intereses de esta derecha cavernaria.
Este resultado seria rápidamente reconocido por algunos países de la comunidad internacional, afines al imperio y sus designios. La otra desventaja clara es el enorme desgaste del movimiento popular luchando por un propósito cada vez mas confuso debido a la pusilánime posición internacional (de los gobiernos) frente al rompimiento del orden constitucional en Honduras.
La segunda opción, técnicamente no implica un reconocimiento tácito del gobierno fascista, ya que reconoce únicamente al Tribunal Supremo Electoral que, aunque electo de forma ilegal por el congreso golpista, ya existía antes del 28 de junio.
La participación de un Frente Amplio Popular brindaría la opción del cambio real a la población, y, muy probablemente, promovería una elección con alta participación. Este Frente debería aglutinar a todas las fuerzas; campesinos, obreros, al partido Unificación Democrática, el magisterio, patronatos, y las bases liberales leales al presidente Zelaya, entre otros.
Claro esta que en este punto la lucha electoral entre izquierda y derecha, traería una politización mas intensa, y le quitaría las cadenas a aquellos que ladran en contra de los cambios como Juan Ramón Martínez (autoproclamado intelectual, y una versión “lite” de Carlos Alberto Montaner), Jorge Yllescas Oliva (cuyo “patriotismo” esta condicionado por los emolumentos que puede percibir por sus brillantes opiniones), y otra serie menor de traidores con ínfulas de intelectuales que solo manejan los libretos que les hacen llegar sus amos.
Igual que el FMLN y todos los demás movimientos populares en América Latina, se recibirá el impacto de toda la campaña, limpia y sucia, de la maquinaria de la derecha regional, la que seguramente usará medios de comunicación, terrorismo, ataques a la integridad de los dirigentes, y muchas argucias que ya les conocemos.
Sin embargo, esto le da un sentido más permanente a la movilización de masas, y multiplica los propósitos del movimiento, que hasta ahora, parecen centrarse mas en el retorno a la institucionalidad y la reinstauración de Zelaya. Aunque cada vez mas personas creen que el propósito fundamental de la lucha es la refundación de nuestro país a través de una Asamblea Nacional Constituyente.
El sentido de movilización permanente de masas permitiría llegar fortalecidos a estas elecciones, y, aunque las mismas fueran escandalosamente fraudulentas, se podría contar ya con mayor cohesión popular para enfrentar los siguientes niveles de la lucha.
Es importante que nuestros compañeros latinoamericanos no caigan en derrotismo, la lucha aquí ha comenzado, pero esta lejos de terminar, y no nos rendiremos.
Venceremos siguiendo el espíritu de Morazán, Bolívar, Martí, Sandino, Farabundo Martí, y los mártires de nuestro proceso libertario.
Hemos escuchado muchas voces durante estos 48 días de resistencia, locales e internacionales, clamando por pasar a la organización de una lucha armada. A pesar de la legitimidad de estas voces, y su deseo de buscar una salida a la represión sistemática y brutal del régimen golpista-fascista, la dirección conjunta del Frente Nacional contra el Golpe de Estado ha decidido seguir con la resistencia pacifica.
Un rápido análisis nos llevará a concluir que la estrategia del frente ha sido correcta. Enfrentar a los represores en su propio campo seria suicida desde el punto de vista militar; peor que eso seria el resultado en la moral de las masas cuya experiencia organizacional se ha ido ganando en estos 48 días. No se trata pues de ganar una guerra rápido, sino de construir consciencia en el camino.
Es indudable que en Honduras la historia ya se divide en dos partes claramente diferenciadas: antes y después de Manuel Zelaya. Las elecciones del 2005 mostraron el descontento del electorado cuando el abstencionismo llegó a rondar el 50%. Con la mitad del electorado desencantado, pero si una ruta clara a seguir, Zelaya Rosales, hizo un trabajo de tres años y medio entre la población mas pobre mostrándoles que un mundo mejor es posible.
De masas indiferentes ante los procesos políticos, hoy mantenemos una población altamente politizada (o lo que llama la derecha polarizada). El golpe fue el detonante para un nuevo proceso dentro de la concientización del pueblo que pasó de la duda sobre los candidatos de tradicionales de la derecha, a la certeza de necesitar un nuevo camino alternativo.
Considerando los bajos niveles educativos en el país (donde la misma burguesía es prácticamente analfabeta), y la feroz campaña mediática contra el movimiento popular, la reacción del pueblo ha demostrado que la dirigencia popular necesita entender con claridad la dialéctica en esta coyuntura.
La izquierda, fraccionada desde los años sesenta, hoy se ve obligada por la reacción popular a la unidad (sin contar con la represión que tiene a dos dirigentes nacionales recuperándose de brutales ataques de policías y soldados).
Hoy se tiene la disyuntiva sobre la participación en las elecciones organizadas por el régimen de facto o no. Por un lado, se presenta la posibilidad de desconocer y boicotear el proceso electoral; por el otro se puede seguir dentro del proceso a sabiendas de que el mismo será viciado y fraudulento.
La primera opción seguramente mostraría un aumento drástico en el ya significativo índice de abstencionismo pero daría paso a una revalidación del régimen de facto a través de cualquiera de los dos candidatos de los partidos tradicionales que, esencialmente, son co-patrocinadores del golpe y representantes de los intereses de esta derecha cavernaria.
Este resultado seria rápidamente reconocido por algunos países de la comunidad internacional, afines al imperio y sus designios. La otra desventaja clara es el enorme desgaste del movimiento popular luchando por un propósito cada vez mas confuso debido a la pusilánime posición internacional (de los gobiernos) frente al rompimiento del orden constitucional en Honduras.
La segunda opción, técnicamente no implica un reconocimiento tácito del gobierno fascista, ya que reconoce únicamente al Tribunal Supremo Electoral que, aunque electo de forma ilegal por el congreso golpista, ya existía antes del 28 de junio.
La participación de un Frente Amplio Popular brindaría la opción del cambio real a la población, y, muy probablemente, promovería una elección con alta participación. Este Frente debería aglutinar a todas las fuerzas; campesinos, obreros, al partido Unificación Democrática, el magisterio, patronatos, y las bases liberales leales al presidente Zelaya, entre otros.
Claro esta que en este punto la lucha electoral entre izquierda y derecha, traería una politización mas intensa, y le quitaría las cadenas a aquellos que ladran en contra de los cambios como Juan Ramón Martínez (autoproclamado intelectual, y una versión “lite” de Carlos Alberto Montaner), Jorge Yllescas Oliva (cuyo “patriotismo” esta condicionado por los emolumentos que puede percibir por sus brillantes opiniones), y otra serie menor de traidores con ínfulas de intelectuales que solo manejan los libretos que les hacen llegar sus amos.
Igual que el FMLN y todos los demás movimientos populares en América Latina, se recibirá el impacto de toda la campaña, limpia y sucia, de la maquinaria de la derecha regional, la que seguramente usará medios de comunicación, terrorismo, ataques a la integridad de los dirigentes, y muchas argucias que ya les conocemos.
Sin embargo, esto le da un sentido más permanente a la movilización de masas, y multiplica los propósitos del movimiento, que hasta ahora, parecen centrarse mas en el retorno a la institucionalidad y la reinstauración de Zelaya. Aunque cada vez mas personas creen que el propósito fundamental de la lucha es la refundación de nuestro país a través de una Asamblea Nacional Constituyente.
El sentido de movilización permanente de masas permitiría llegar fortalecidos a estas elecciones, y, aunque las mismas fueran escandalosamente fraudulentas, se podría contar ya con mayor cohesión popular para enfrentar los siguientes niveles de la lucha.
Es importante que nuestros compañeros latinoamericanos no caigan en derrotismo, la lucha aquí ha comenzado, pero esta lejos de terminar, y no nos rendiremos.
Venceremos siguiendo el espíritu de Morazán, Bolívar, Martí, Sandino, Farabundo Martí, y los mártires de nuestro proceso libertario.
Fuente: /www.rebelion.org
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