Jean-Guy Allard
El guión des fracasado golpe de Estado en Ecuador y el intento de asesinato del Presidente Correa confirman que Washington sigue sin entender que la expulsión en 2009 del jefe de la CIA en la embajada norteamericana en Quito, el espía Mark Sullivan, este mismo que había anteriormente manejado la estación de la agencia en La Habana, no se hizo por gusto.
Con o sin Obama, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) mantiene el uso de la misma telaraña continental de agentes y los mismos trucos sucios que el experimentado Sullivan agilizó durante su estancia en Cuba como en Ecuador.
Director de la estación CIA en el país andino, Mark Sullivan fue expulsado el 18 de mayo del 2009 del territorio ecuatoriano.
En la plaza fuerte de la Avenida Avigiras en el norte de Quito, trabajaba bajo el pomposo titulo de primer secretario de la Embajada de Estados Unidos, dirigiendo febrilmente los numerosos agentes de inteligencia que se esconden entre los 185 empleados estadounidenses residiendo en esta nación.
Unos días antes de esta evicción, ya se había invitado a hacer sus maletas a su colega Armando Astorga, “agente especial senior de la embajada” que asignaba personalmente el personal de las unidades de policía que subsidiaba y orientaba. Astorga era un agente del Department of Homeland Security de Estados UNidos (el Departamento de Seguridad Interna, en español) que coordinaba sus acciones con la CIA.
Por su parte, Sullivan orientaba directamente las actividades de nada menos que la Unidad de Investigaciones Especiales de la Policía (UIES), un organismo del más alto nivel que tenía virtualmente acceso a todas las actividades policíacas en la nación andina.
Como si no fuera suficiente, coordinaba las acciones con el DAS (la inteligencia colombiana) y las Fuerzas Armadas de Colombia, en comunicación constante con Michael Steere, el jefe de la estación CIA en Venezuela.
En un interesante estudio del caso Sullivan, el hoy vicecanciller ecuatoriano Kintto Lucas (autor de La guerra en casa – De Reyes a la Base de Manta) señala como “en los registros biográficos del Departamento de Estado no existe referencia ni se menciona la trayectoria de Mark Sullivan”.
“Según algunas fuentes diplomáticas y de inteligencia, en los días previos y posteriores al ataque de las fuerzas armadas colombianas al campamento de Raúl Reyes en Angostura, Sullivan mantuvo una relación muy estrecha con la inteligencia policial y militar colombiana”, precisa.
Kintto Lucas observa como “algunas fuentes indican que Sullivan junto a su colega Michael Steere, Jefe de la Estación de la CIA en Venezuela, dirigieron la operación en la que se confeccionaron los miles de documentos aparecidos en el famoso ordenador de Raúl Reyes, dados a conocer después del bombardeo del 1 de marzo de 2008”. Una verdadera obra maestra de falsificación y fraude.
DE RUMANIA A ANGOLA
Sullivan es ningún ingenuo en el mundo del espionaje y de la penetración de los organos de seguridad de los países donde radicó por cuenta de la CIA bajo disfraces proveídos por el Departamento de Estado.
Se inició al trabajo en plena Guerra Fría, en la Embajada de Estados Unidos en Rumania donde maniobró en las aguas turbias de las relaciones mantenidas entre Bucarest y Washington.
Tal vez la operaciñon que mejor demuestra el carácter claramente criminal de Suyllivan (y sus semejantes) fue la que manejo cuando asesoró a la organización terrorista Unión Nacional para la Independencia de Angola mejor conocida bajo la sigla UNITA, durante una estancia en territorio de la República Popular de Angola.
Creada por el régimen de la Africa del Sur del apartheid con la complicidad de Estados Unidos para desestabilizar el gobierno revolucionario angolano del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), la UNITA fascista de Jonas Savimbi provocó miles de muertos en la población mientras recibía durante enormes cantidades de armamento y dinero de sus patrocinadores.
No se puede sorprenderse que Sullivan representaba a la inteligencia de su país en Haiti en 1991, cuando el golpe de Estado del 30 de septiembre encabezado por el entonces general jefe de las Fuerzas Armadas, Raoul Cédras, derrocó al presidente Jean-Bertrand Aristide. Y por colmo, se reaperció en la empobrecida nación cuando Estados Unidos no tuvo otro remedio que reinstalar a Aristide en el poder (para derrocarlo de nuevo más tarde).
EN CUBA, SE ESMERA EN RECLUTAR A AGENTES
Sullivan ejerció sus actividades de infiltración, soborno y manipulación de forma similar, sucesivamente, en Ruanda, cuando surgen los escalofriantes eventos, Etiopia y Eritrea, y Congo.
En Cuba, tierra de predilección de la fauna de Langley, fue primer secretario político y oficial de la CIA en la Sección de Intereses Norteamericanos (SINA) –calificada de "estado mayor conjunto de la subversión y la mentira" - donde sustituyó al jefe de estación Alexander George Gryschuk (alias Hryschuk) en las actividades de espionaje y subversión que se desarrollan en el bunker del Malecon Habanero.
Ahí Sullivan se esmeró en reclutar, organizar y financiar a mercenarios, traidores y soplones que colaboran con la aplicación del bloqueo que pretende sofocar a los cubanos.
Se dedicó con fanatismo a difundir publicaciones hostiles, producidas en Estados Unidos, que calumnian a la Revolución cubana y aseguró el enlace entre grupos cubanoamericanos de Miami y sus contactos en la Isla, con los habituales propósitos de inteligencia e infiltración.
La CIA manda luego a Sullivan a Chile en 2004 precisamente cuando va empezar el proceso electoral que llevará a la presidencia a la candidata Michelle Bachelet.
EL QUE PAGA, MANDA
En Ecuador, el nivel de control de la Embajada sobre la actividad policíaca en el país alcanzó niveles propiamente escandalosos.
Con el labor de Sullivan y su personal, la UIES se encontró tan sumisa al personal diplomático norteamericano que este daba el aval para el relevo de los oficiales superiores de este órgano de seguridad.
Más aún, funcionarios de la Embajada USA controlaban y inventoriaban los bienes y los mecanismos de logística de la unidad de élite.
Parece inimaginable: Washington pagaba las armas, las computadoras, hasta las presilladors que usaba la UIES. Casi todo. Bajo el principio poco ético de que “Quién paga, manda” Washington liquidaba las facturas de sus vehículos (norteamericanos), de sus celulares y de las casas de seguridad donde se realizaban, con la participación de los funcionarios de la embajada, interrogatorios, exámenes de polígrafo, sesiones de “debriefing” de agentes y toda tarea poco confesable.
Uno se imaginará como Estados Unidos participó de esa misma forma en la década de los 80 en las operaciones que acabaron con grupos insurgentes.
Escandalosamente, al romperse estas relaciones privilegiadas con la expulsión de Sullivan, sus colegas de la embajada secuestraron al material “regalado” y se llevaron a los ordenadores, junto con la información de más de 15 años de investigaciones que contenían.
Al analizar el caso de Sullivan, una pregunta surge, constantemente: ¿Cuantos agentes Sullivan andarán hoy en América Latina, violando de la misma manera la soberanía de sus pueblos?
Fuente: Rebelion.org