Roberto Quesada
“El infierno está todo en esta palabra: Soledad”.--Victor Hugo.
Me comentaba, preocupado, mi amigo Ernesto Galindo, si será cierto que el pueblo hondureño ha despertado o es solamente una ilusión de unos pocos. Seguramente esta duda le surge de los acontecimientos ocurridos en los últimos días del golpe de Estado militar: despilfarro descarado del dinero del pueblo, el congreso creando héroes por decreto, y una avalancha mediática metiéndole por los ojos, y por donde sea, la idea al pueblo hondureño de que Micheletti Baín es poco más que un apóstol, santo, ángel o arcángel enviado por la Divina Providencia para salvar a Honduras de todos los males, librarla de las siete plagas y curarla en salud para que ni huracanes ni terremotos conozcan la ruta para llegar a Honduras.
Diputaciones vitalicias y seguridades vitalicias a medio centenar de personajes que participaron en el golpe de Estado militar. Encima de que acabaron con la democracia hondureña, requeteviolaron la constitución, aislaron a Honduras del mundo y ahora la tienen en bancarrota, el pueblo hondureño debe de quebrarse la espalda para resguardarlos, y felicitarlos, por haber cometido esos actos delincuenciales y, tal parece, el conformismo o terror de Estado de facto tiene silenciada a gran parte de la población hondureña.
A ninguna de estas luminarias, ni al propio Micheletti, se les ha ocurrido, por ejemplo, compensar a esos familiares que han perdido a sus seres queridos en el golpe de Estado militar, aunque hayan muerto, como se justificarán ellos, sin mala intención sino por los ‘daños colaterales’ que conlleva toda guerra. No, ellos y ellas han caído avorazados en repartición sin parangón de todos los bienes del pueblo hondureño. Y los Estados Unidos que hace alarde de imponer la democracia en el mundo, especialmente en lo que aún consideran su patio trasero, América Latina se hacen los de la vista gorda ante tal latrocinio cometido al aire libre y a la luz del día, y, por si quedara duda, se ufanan de ello en sus medios de prensa.
A mí me hubiese invadido la duda, si, por ejemplo, Micheletti en las primeras de sus tantas cadenas de radio y televisión, hubiera dicho: “Compatriotas, estoy frente a este movimiento que nos libera de las reformas sudamericanas que se están efectuando en los últimos años. Lo primero que ordeno, para que consten nuestros principios democráticos y de dignidad, es devolverle al ALBA el dinero que ha sido otorgado para el desarrollo social para los más pobres. Honduras no necesita de nadie en este mundo, por tanto, devolvemos este dinero que pertenece al pueblo venezolano… Viva Honduras, viva Honduras, viva Honduras”. Y acto seguido en ceremonia pública hubiera respaldado con hechos sus palabras. Imagínense, allí habría dado su primera lección de honor y el primer paso para convertirse en auténtico héroe sin necesidad de decretos. Pero no, le cayeron a los millones del ALBA como pirañas o aves de rapiña.
Es normal dudar de si el pueblo ha despertado o no, si tiene conciencia de que cuando le roban al Estado, le están robando al pueblo mismo. Pero basta con ver la militarización de Radio Globo, de Cholusat Sur, de Radio Progreso, amenazas a Tiempo, Canal 11, Cablecolor, Radio Uno, la persecución a Johnny Lagos, director de El Libertador, para confirmar que si hubieran estado haciendo las cosas con convicción ideológica, no hubieran necesitado de tales atropellos, les bastaría y sobraría con los 135 medios que anunció Micheletti que estaban, y están, bajo sus órdenes. (Por cierto, últimamente los pseudogolpistas se dan a la tarea de insultar a las y los columnistas que dicen la verdad en Tiempo, qué bueno, una vez más Tiempo demuestra su apertura democrática… que se den gusto, ya se sabe: El insulto es el argumento del tonto/a).
Micheletti está muy mal asesorado o es su autoasesor (como suele ocurrir con los dictadores), pues ese delirio de estarse premiando cada seis horas en vez de honrarlo, lo deshonra. Fuera de Honduras se ve con espanto y sorna el hecho de que por decreto lo hayan convertido en héroe a la par de Simón Bolívar, Emiliano Zapata y todos los demás.
Además, como bien lo resume el editorial de Tiempo (01/1710): “La Diputación Vitalicia –figura que no existe en la organización política hondureña, y, por lo tanto, es inconstitucional, se la adjudicó el Soberano Congreso Nacional, en régimen de facto, lo mismo que la condecoración Gran Cruz Extraordinaria del Congreso Nacional, con lo cual, se supone, este perfecto “demócrata” entra por la puerta grande en la Historia de Honduras y del continente americano”.
A Micheletti le han llovido los homenajes en estos días, como el caso del boulevard en la segunda ciudad hondureña en importancia, San Pedro Sula, al que han rebautizado con el nombre de Roberto Micheletti. Muy mala idea, la placa, a ras de suelo, a tres horas de haberse inaugurado, ya estaba pintarrajeada, semidestruida (es de suponer lo que puede sucederle por las noches). Las calles no son la mejor idea para darle homenaje a Micheletti, pues es por allí en donde andan quienes no le quieren, que no son otros que los pobres y, como dice el poeta Roberto Sosa, “son muchos/por eso es imposible olvidarlos”.
De haber tenido buena asesoría, le hubieran prevenido que nada de bulevares, ni héroe por decreto (ya que esto sólo le gana la burla internacional), ni diputaciones vitalicias, ya que al fin de cuentas quien pagará eso son los pobres (y antes que nada la dignidad). Nada hubiese sido más extraordinario que cambiarle el nombre al aeropuerto, pues reviste de enorme importancia un aeropuerto de una capital, es por donde entran y salen artistas, dignatarios, el jet set, en fin. También el aeropuerto se menciona a diario, es infalible al olvido. Además, el aeropuerto de Tegucigalpa es como que no tuviera nombre porque eso de Ton-con-tín suena más bien a oriental. Y lo más extraordinario: no es lugar para pobres. Los pobres viajan por los puntos ciegos de las fronteras, cruzan ríos, se esconden en matorrales, se cuelgan en los trenes o se refugian en los cactus del desierto. Y si un pobre se acerca demasiado a la valla del aeropuerto pues es blanco perfecto para que algún francotirador le reviente la cabeza.
Mi amigo Ernesto no debe de preocuparse sino esperar, para el 27 de enero, según me explicó uno de sus dirigentes, se espera una movilización nacional, no para aguarle la fiesta al presidente entrante sino para demostrar la fuerza política del pueblo hondureño aglutinado en lo que se conoce como la Resistencia. Ese será un termómetro sencillo pero certero: si la marcha es un fracaso, pues no queda duda de que la india virgen y hermosa… sigue dormida.
Ya casi no queda tiempo para más homenajes, honores y perpetuación en la Historia, logrados en apenas seis meses de gobierno (de facto), yo hasta estaría de acuerdo en que Micheletti concluyera su mandato tal como lo indica la Constitución, a los cuatro años. Es una pena que ahora se irrespete tanto la Constitución que se dan gobiernos de tres años y medio y hasta de seis meses. Ahora estaremos con la duda cada vez que asuma un presidente a ver cuánto dura, asistiremos a una especie de rodeo.
Enredado entre tanto laurel quizá Micheletti no ha tenido tiempo para pensar que quizá toda esa pleitesía que han inventado en torno a su figura no es para limpiarle la imagen, ni para rescatarlo de las garras de la Corte Penal Internacional, si no todo lo contrario, una trampa que le han tendido para deshacerse de él, profundizar con ello el desprecio nacional e internacional, mostrarlo como insaciable megalómano y luego soltarlo a su suerte para que sucumba ante la soledad después del poder usurpado.
Roberto Quesada: Premio Periodístico Jacobo Cárcamo 2009, e hijo predilecto de La Ceiba, 2009. Escritor y diplomático hondureño, autor de varios libros, entre los que destacan El desertor (1985), Big Banana (Seix Barral), Nunca entres por Miami (Mondadori), Los barcos (Baktún), La novela del milenio pasado (Tropismos, Salamanca). El humano y la diosa (Premio de Literatura del Instituto Latinoamericano de Escritores, USA). Actualmente su novela Big Banana es traducida al italiano y trabaja en una nueva novela.
Fuente: Vos el soberano
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