Honduras ha sido frenada en el camino a su desarrollo y libertad. Los intereses de grupúsculos han accionado la maquinaria militar para arrebatar la decisión del soberano pueblo y controlar ellos al Estado. Era peligroso para sus intereses que el pueblo pudiera opinar en la “forma en que se han hecho siempre los negocios en Honduras”. Eso es imposible. ¿Desde cuando la “chusma” sabe elegir bien su destino?
Los golpes de Estado se han activado de nuevo como forma de detener las iniciativas populares. Las fuerzas neocoloniales se han unido en un frente para recuperar el espacio perdido en el traspatio de la metrópoli y han empezado a activar a sus “cipayos” en los diferentes países donde gobiernan sus encomenderos: México, Panamá, Colombia, Perú, así como a ampliar los recursos a la “oposición” virulenta en donde rigen gobiernos populares. Ésta tiene a su favor, por ser de su propiedad, los grandes medios de comunicación con cuyo poder aspiran movilizar sus huestes de colores contra las políticas “populistas” que desde su óptica, pueden desembocar fácilmente en participación genuina de los pueblos y por tanto, en la pérdida de sus privilegios de clase, y más que nada, en la merma de su poder.
Los procesos no se detienen y nada vuelve a ser lo mismo. Dichas cúpulas, por haber controlado el Estado por más de cinco siglos, sufren un espejismo histórico, sustentado en la reducción del tiempo histórico al tiempo cronológico, el cual proviene del pensamiento metafísico que deviene de la absolutización de procesos personales por sobre los procesos históricos de la humanidad. Esto crea la ilusión de que las relaciones sociales deben ser las mismas siempre. Si existe una propuesta diferente, ésta transgrede la “costumbre”. Lo único que cambia es la técnica; y, si existen los cambios son furo de los errores de permisividad por parte de ellos, por tanto es necesario enmendarlos a través de una recomposición de la realidad; o sea, retroceder a estadios anteriores en su esencia. No obstante, lamento informarles que eso solo es una ilusión. Nada vuelve a ser lo mismo, por tanto, una aparente recuperación de la “normalidad” no es factible. En Honduras se evidencia claramente esa lucha férrea entre los que desean vehemente regresar las cosas a su lógica “acostumbrada” y las fuerzas del cambio que pretenden salir del estado actual en que viven y piensan las mayorías oprimidas.
Estados Unidos que ya se desenmascaró con el aval al golpe de Estado y su estrategia dilatoria de diálogo espurio por medio de su testaferro político, Oscar Arias, cree que con ello volverá a sustentar el poderío de antes pero la realidad es otra. Su cúspide ya fue alcanzada luego de la Segunda Guerra Mundial cuando su poderío y bienestar interno se impuso al mundo como modelo –el american dream-; sin embargo, hoy es un Imperio en clara decadencia por las grandes contradicciones que se forjaron en su seno: el superlativo déficit monetario a raíz de su fastuoso derroche que lo convirtió de país acreedor a deudor y su imposibilidad de estructurar su planta productiva para fines pacíficos que lo hicieron descender del primer lugar a correr detrás de Japón en primera instancia en la década de los 80’s y, en los albores del siglo XX,I detrás de China Continental, forzándolo a recurrir a la guerra para poder mantener su nivel de productividad y vida. Esto último es lo que lo fuerza más aceleradamente su propia extinción, pues el mundo civilizado no quiere la guerra como medio para dirimir sus diferencias, además de ser un obstáculo muy grande para alcanzar el desarrollo y el crecimiento económico de los pueblos. Es el muchacho grande y peleonero al que todos temen por sus músculos y violencia y por tanto, todos eluden. Empero, algún día los chicos del barrio se juntan y lo retan en colectivo. O se adapta o se adapta.
Quizá los golpistas crean que han logrado su cometido, pero esto también es una alucinación. El pueblo, como consecuencia de ese irrespeto a su voluntad soberana y de la humillación por medio de la violación sistemática a sus derechos, se ha organizado y crecido en conciencia a través de la lucha por el restablecimiento del orden constitucional roto por estos cavernarios.
Si alguien creyó que Honduras, especialmente los golpistas y sus mandamases de la derecha imperialista de Estados Unidos, albergaba a un pueblo sumiso, indiferente y conformista, se equivocó. Hoy, en vez de lograr una transición pacífica al pasado, lo que obtuvieron fue la resistencia tenaz que solo por ese hecho los ha derrotado. Sus planes han fracasado rotundamente y, una muestra evidente de ello, son las medidas represivas que han tenido que tomar, entre golpes, vejaciones, asesinatos, toques de queda, censura a la prensa que desea informar la verdad y el enconchamiento a que se han visto sometidos luego del rechazo generalizado de la comunidad internacional, para someter a ese pueblo lo cual no han logrado en un mes ni lograrán nunca.
Una derrota, no de los golpistas hondureños en sí, sino del Imperio que cada día que pasa se aísla más de las demás naciones del planeta.
Lo mismo sufrirá en su loca carrera por controlar a las naciones soberanas del sur, especialmente Venezuela, a cuya vecindad ha planeado imponer cinco bases militares para agredirla, en complicidad con el títere que gobierna la Casa de Nariño. Su ruina será más que rotunda.
Honduras es una derrota más que se suma a su largo historial de descalabros.
Las máquinas se pueden mover de un lugar a otro al antojo del dueño; los seres humanos, por mucho que quieran someterse, terminaran empuñando las armas de la dignidad y la libertad y lucharán con ellas hasta lograr su emancipación.
Eso es lo que no entienden los buitres, mal llamados halcones, que planifican aventuras golpistas y mercenarias desde Washington y ordenan a sus perrillos falderos ejecutarlas. Esos que lamen sus manos. Triste e indigno papel que jugaron en la historia, lo cual quedará escrito para vergüenza de sus generaciones,.