viernes, 28 de agosto de 2009

Homo homini lupus

La muerte de Sócrates

Por Marco Antonio Madrid

Se puede engañar a algunos todo el tiempo, y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
Abraham Lincoln.


Después de conquistar la ciudad, el califa Omar llegó a la biblioteca y pensó: si estos libros ya están contenidos en el Corán, son innecesarios. Si no están en el Corán, son heréticos. Y mandó a quemar la biblioteca de Alejandría por superflua o por hereje.

En Honduras, Roberto Micheletti afirma que el pueblo eligió al Congreso y el Congreso lo nombró a él presidente. Por consiguiente, ha sido electo por el pueblo. Es claro que tanto el razonamiento dubitativo del califa como el silogismo del golpista son errados por provenir de premisas falsas. No hay ningún numeral del artículo 205 de la Constitución que señale la elección del presidente de la República como atribución potestativa del Congreso Nacional. “El presidente y tres designados a la presidencia de la República serán elegidos conjunta y directamente por el pueblo por simple mayoría de votos”, anuncia de manera taxativa el artículo 235 de la Constitución. Micheletti sabe esto, pero prefiere porfiar compulsiva y patológicamente en la mentira.

Una mentira muy bien argumentada puede pasar por verdad y una verdad puede transformarse en mentira, ya que el hombre es la medida de todas las cosas, decían con cierto grado de inmoralidad los antiguos sofistas a los que Aristóteles acusaba de hacer dinero con una ciencia aparente, y a los que Sócrates combatió afirmando que si el hombre es la medida de todas las cosas, no es por su individualidad variable y egoísta, sino por su razón universal. No es que quiera afirmar aquí que Micheletti y sus adláteres sean Protágoras, Gorgias o Hipias de Helis. No: los sofistas por lo menos fueron útiles al desarrollo de la filosofía y los golpistas son sociópatas, mercaderes de oro y de almas, seguidores de aquella máxima del nazismo: “Repite una mentira cien veces y pasará por verdad”.

Mientras algunos banqueros oligarcas pagan a empresas gringas por cabildear –hacer lobby- a favor del golpe de Estado dentro de las esferas políticas en Washington, otros se afanan en construir y propagar mentiras, como el caso patético de Ramón Bermúdez –no escribo Villeda para no ofender la memoria de su padre-, que con pluma ociosa acaba de publicar 14 disparates a los cuales llama razones, y con los que fallidamente procura justificar lo injustificable –sólo para él y sus compadres lo del 28 no fue un golpe-. En otro artículo habla de tapas, maras y tupamaros, quedándose muy en la superficie, sobre todo en el concepto de maras, ya que estos jóvenes pandilleros y sus actos delictivos tienen su asidero principal en la injusticia, en la inequidad social provocada por las otras maras, las de cuello blanco, la de los políticos que han vivido siempre del Estado, maras a las que Bermúdez pertenece y, como es normal, defiende. Hugo Chávez nada tiene que ver con que Honduras sea el feudo particular de cinco o siete familias de mareros de cuello blanco, Hugo Chávez nada tiene que ver con el atraso, la miseria y la pobreza histórica en nuestro país. Pretender que Hugo Chávez es el responsable de la crisis actual es a todas luces un razonamiento falaz para continuar enarbolando la mentira más utilizada antes y después del golpe de Estado.

En una entrevista concedida recientemente a un periódico español, el cardenal afirma: “La Constitución dice con mucha claridad que el jefe de Estado que proponga un cambio para poder seguir en la presidencia cesa de inmediato en su cargo”. Hay millones de hondureños que quieren una nueva Constitución, hay otros que no la quieren. Ésta es una realidad que nadie puede obviar ni soslayar. Y cuál es la forma civilizada de dirimir una disputa en democracia sino la votación libre. Eso intentó hacer el Gobierno, pero los oligarcas y seudocristianos eligieron la vía incivil, la de las armas del gorilato. En noviembre, el pueblo elegiría, además de alcaldes y diputados, un nuevo presidente. Si hubiera ganado el sí, la Constituyente habría sido instalada por un nuevo mandatario. ¿Dónde está entonces el continuismo? ¿En la reelección presidencial definida y aprobada por una nueva Constitución? ¡Pero si las mismas posibilidades tendrían Callejas, Maduro, Facussé y los otros representantes de la burguesía!

Creo que en el fondo lo que existe es miedo al voto popular, ya que los ex presidentes y posibles candidatos oligarcas son repudiados por el pueblo. No quisieron correr el riesgo pues se acordaron de las derrotas de los oligarcas en Venezuela, Bolivia y Ecuador y en vez de las urnas optaron por las armas. En la misma entrevista, el cardenal califica como una turba a los hondureños que acompañaron al presidente Manuel Zelaya a la base aérea donde estaba el material electoral. A las manifestaciones de los blanquitos las llama marchas o marchantes por la paz. Note usted la diferencia entre las cargas semánticas de las palabras turba y marcha. Es el concepto que este “hombre de Dios” tiene de los pobres.

El obispo Darwin Andino declara que las muertes ocurridas en Honduras a manos de las fuerzas represivas del Estado “no son nada al compararlas con los muertos en China y Nigeria que suman más de 200 y 300 sólo en una semana”. Creo que estas declaraciones del obispo no precisan de ningún comentario, pues sus palabras traslúcidas dejan al descubierto el pensamiento piadoso de esta otra “alma del señor” y émulo del cardenal.

Rafael Pineda Ponce -auténtico continuista que se ha hecho longevo usufructuando el poder político en Honduras- afirma que “Insulza nos juzgó y nos condenó sin oírnos y sin vencernos en juicio”. Como si a Manuel Zelaya, siguiéndole el debido proceso, lo vencieron en juicio. Lo sacaron a punta de rifles y ahora el anciano pide cacao. ¡Vaya descaro! Muy inclinados son los viejos al vicio de la mentira, decía Shakespeare.

“Nadie por grande que sea su cargo puede estar por encima de la ley”, repite otro golpista con aire sentencioso y alto grado de cinismo. Como si los hondureños no supiéramos que en nuestro país ningún ciudadano puede enfrentar con las leyes a alguien con poder político y sobre todo económico.
Las fuerzas represivas del Estado se vuelven cada ves más fascistas, infiltran las marchas de la resistencia para causar desorden y poder reprimir abiertamente, usan de carnada al vicepresidente del Congreso sacándolo de paseo entre los manifestantes, luego lo ”rescatan” previa foto que ha de salir publicada otro día en la primera plana de los periódicos golpistas.

Utilizan los bajos del Congreso como prisión, lanzan gas pimienta sobre la cara de mujeres indefensas, golpean a periodistas extranjeros, maltratan a niños y ancianos, vejan, mancillan, ultrajan… Cuánta razón tenía el maestro Eliphas Levy al sostener que la afirmación absoluta del desorden y el mal es esencialmente la mentira.
Fuente: golpealgolpe.blogspot.com
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