martes, 11 de agosto de 2009

Cómo afecta el golpe de Honduras a Centro y Sur América

El problema no era tanto Zelaya sino las condiciones favorables para el desarrollo del movimiento de masas y la posibilidad de que las presiones sociales consiguieran sus reivindicaciones.

Por Francisco Lopez

Observador Juvenil El Salvador / Para Kaos en la Red

Es importante analizar en qué contexto se presenta el golpe. Visto desde la perspectiva norteamericana o europea, el golpe no parece gran cosa. Honduras, un país pequeño, ninguna importancia. Pero desde el contexto estratégico global, es similar a lo que hizo Reagan con Grenada. Fue una señal del inicio de una ofensiva para recuperar espacios por medio del militarismo. Es el mismo militarismo que el imperio necesita ahora.

La crisis y el consecuente declive económico de EE.UU. genera incapacidad de utilizar instrumentos económicos para influir en las políticas de América Latina. El régimen estadounidense ya no tiene las palancas que tenía, y además los países latinoamericanos han diversificado sus relaciones. Por eso, ante la falta de capacidad para imponer sus políticas mediante presión económica, el único resorte que queda es el militar. Como dice James Petras, esta línea se puede generalizar a otros países de América Latina e incluso del mundo. Acudir a la salida militar expresa debilidad económica, falta de hegemonía económica en el continente.

Esta sería la primera expresión de la ofensiva de Obama para tratar de recuperar el espacio político que ha perdido el régimen estadounidense durante la era de Bush. Se debe tener en cuenta que desde los primeros años de esta década varios países en América Latina han tomado posiciones en la política externa que se alejan de los intereses norteamericanos, diversificando su comercio particularmente hacia Asia, en algunos casos oponiéndose a los Tratado de “Libre” Comercio (TLC) con Estados Unidos, favoreciendo relaciones comerciales e incluso integrando la nueva organización regional promovida por Chávez (ALBA), oponiéndose a la política norteamericana hacia Cuba.

Otros analistas opinan que el golpe militar que acaban de dar en Honduras, más allá de un golpe contra Manuel Zelaya sea una nueva batalla en la guerra de imposición de los TLC. En Honduras se estaría librando una segunda batalla para establecer por la fuerza este tratado. La primera fue la reciente masacre en la Amazonía Peruana para sacar adelante los decretos de imposición del TLC Perú-EEUU. Se habría iniciado una nueva era golpista en el Continente: la de los golpes militares para implementar los acuerdos antipopulares.

“El golpe contra el gobierno legítimamente constituido del Presidente Manuel Zelaya se inscribe en una clara lucha que se está librando en la región por desandar el camino de sometimiento y vulnerabilidad plasmado en los tratados de libre comercio con EE.UU. y la Unión Europea (CAFTA-DR y las negociaciones de un Acuerdo de Asociación actualmente en curso), en las concesiones extractivas (minería, forestal, agrocombustibles) y turísticas y en toda clase de endeudamiento relacionada”, manifestaron miembros de Jubileo Sur en comunicado público frente al golpe de Estado contra el gobierno de Honduras.

Como dice Manuel Rozental, aún si Zelaya consigue regresar a la presidencia (y Obama quiere que este sea el caso) quedará limitado como Aristide cuando Clinton lo envió de vuelta a Haití después de obligarlo a aceptar todas las condiciones que le impuso el capital multinacional: con las manos atadas, es decir, un presidente legítimo pero sin posibilidades de hacer las reformas que limiten el poder de las transnacionales y mejoren las condiciones de vida y trabajo de su pueblo.

En todo caso, se pueden sacar algunas conclusiones. Una de ellas es que este golpe es una señal a los países vecinos de Honduras, de que no deben seguir en la línea de relaciones económicas y políticas con Chávez. Venezuela tiene suficiente dinero como para hacer ofertas tentadoras a varios gobiernos de la región, y Cuba tiene la tecnología necesaria, para así alejarlos de la esfera de influencia estadounidense. Es como decirles “mejor será que pongan distancia con Venezuela y Cuba, o a ustedes les puede pasar lo mismo que a Zelaya”.

Otra conclusión es que la actitud de Obama sirve como mensaje a los militares de América Latina. Les dice que Washington no ha olvidado que ellos pueden jugar un papel en este período de crisis. Si las cosas se polarizan y la izquierda empieza a ganar fuerza, los movimientos sociales elevan el tono de sus protestas y la situación empieza a volverse incontrolable para las burguesías y las multinacionales, Obama les dice “estamos dispuestos a apoyar golpes de estado”. Parece haber terminado la época dorada en que los golpes de estado estaban mal vistos por la famosa “comunidad internacional”. Es por eso que prácticamente todos los gobiernos de América Latina, en mayor o menor medida, han criticado el golpe. Saben que los militares de sus países tienen los oídos atentos a las lecciones de Washington, a los ataques a la OEA y a Insulza, a las pérdidas de tiempo con Arias.

Y la última conclusión sería que en este momento los países de América Latina, con excepción de Venezuela, no enfrentan una lucha de clases que pueda justificar un golpe. Mientras los gobiernos de centro izquierda permitan a la derecha mantener sus posiciones institucionales, mientras mantengan a los pueblos en la misma situación económica y política opresiva de los años ‘90, y mientras sigan teniendo buenas relaciones con el Banco Mundial, FMI, BID, es muy dudoso que ni EE.UU. ni los militares auspicien un golpe. En esos casos, a Washington le basta con presiones y amenazas.

Otra cosa es si los movimientos sociales empiezan a ganar fuerza y a actuar independientemente, y el gobierno empieza a oponerse a las multinacionales y a aumentar el gasto social, como pasaba en el caso de Zelaya. Petras opina que por eso los estrategas de Obama eligieron el punto más débil: un gobierno liberal, una institucionalidad muy reaccionaria, unos militares totalmente bajo el control de Washington. Eligieron como su primer experimento la situación donde pensaban que era más factible un golpe.

El problema no era tanto Zelaya sino las condiciones favorables para el desarrollo del movimiento de masas y la posibilidad de que las presiones sociales consiguieran sus reivindicaciones. Eso es lo que quieren evitar en el resto de América Latina. Y por eso la tarea del momento es fortalecer a los movimientos sociales y promover las organizaciones de base, darle un sentido revolucionario a la bronca popular que se viene junto con la crisis, los despidos, la represión, los golpes militares.

Fuente: www.kaosenlared.net

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