jueves, 2 de septiembre de 2010

Honduras – México : el parte de guerra del genocidio migratorio


Por Manuel Torres


La masacre en Tamaulipas de 72 emigrantes confirmó que entre la frontera sur de México y el muro o la valla que pega con Estados Unidos tiene lugar un enorme e impune genocidio donde los hondureños son víctimas inevitables.


Las estadísticas hondureñas de sus víctimas en territorio mexicano en el 2009 son como un parte de guerra: fallecidos 267, heridos 44, amputados 16 y enfermos 26.

A los datos se anexa que en el transcurso del 2010 se han recibido 28 cadáveres, sin contar los 16 hondureños que fueron identificados hasta ahora en Tamaulipas.

Al balance se agregan entre 700 y un millar de personas a quienes se les perdió el rastro en los últimos años; figuras fantasmales que ingresan a una nueva categoría de “desaparecidos” en América Latina.

“Es una tragedia silenciosa, pertinaz e impune”, dijo a Radio Nederland Teresinha Monteiro, una monja católica a cargo de la Pastoral Nacional del Migrante. Relató que hay familias que tienen hasta diez años sin noticias de sus parientes y aún conservan la esperanza de que vivan.

En las radioemisoras locales de música popular se registran a diario mensajes de madres, esposas e hijos que dejan sus números telefónicos “por si alguien los ha visto”.

"Exiliados económicos"


¿Cómo se sostiene esa esperanza? Además de la natural condición humana se escuchan frases como: “es que seguramente no le va bien con el trabajo y le da pena llamar”, “espera mejores tiempos”, “no habla inglés y no se puede comunicar” o “a lo mejor lo tienen preso y nadie lo sabe”.


La madre de Miguel Ángel Cárcamo, una de los muertos identificados de Tamaulipas, dijo que “él se fue en octubre del año pasado y desde entonces no se había comunicado”, lo que significa que la primera y única noticia que recibió fue la de su muerte. Como casi todos los emigrantes latinoamericanos que viajan al “norte”, Cárcamo buscaba un trabajo mejor pagado con el que poder enviar dinero a sus familiares.


Los especialistas les denominan “exiliados económicos”, pero en realidad la migración actual se explica no por una sola razón, sino por la mezcla compleja de varios factores. En el caso hondureño incluyen desastres naturales, como el huracán Mitch (1998) o la tormenta 16 (2008), los programas de ajuste neoliberal, la anulación de la reforma agraria, la expansión de las desigualdades, la violencia extrema, la impunidad y, más reciente, el golpe de Estado.

Mayoría de hondureños

Que la mayoría de las víctimas de Tamaulipas sean hondureños no extraña. Cifras del Instituto Nacional de Migración de México (INM) revelan que en 2009 fueron capturados 60.143 extranjeros que ingresaron clandestinamente. Uno de cada tres es hondureño.


Los datos parecen una letanía: cada año emigran unos 100 mil hondureños, un promedio de 8,333 por mes, 1,923 por semana, 277 por día o el equivalente a 12 por hora. De cada diez, siete son hombres y tres mujeres, con edades entre los 15 y 35 años.


Contrario a una impresión generalizada, Honduras no expulsa a los más marginados sociales. El 50% procede de áreas urbanas y tienen educación secundaria. Uno de cada tres migrantes es mano de obra “calificada” y uno de cada cinco tenía trabajo antes de salir del país.


¿A qué tienen tanto miedo o rechazo en Honduras que les obliga a endeudarse para pagar a los “coyotes” por un viaje en el cual el destino más seguro es toparse con la violencia y criminalidad? Un dato más en esa vía: de 9,758 migrantes secuestrados en México, de septiembre de 2008 a febrero del 2009, al menos 67% son hondureños. De hecho, familiares de uno de los caídos en Tamaulipas relataron que antes del crimen recibieron dos veces la llamada telefónica de un hombre que desde México les exigía el pago de 1,500 dólares como rescate. Cuando consiguieron el dinero, nunca contestó el llamado.


Remesas


Karen Valladares, especialista del Foro Nacional de Migraciones de Honduras, admite a RNW que “todavía hace falta mucho que investigar este fenómeno y comprender qué hace, por ejemplo, emigrar a una mujer sabiendo de antemano que el abuso y violencia sexual a la que está expuesta es casi inevitable”.


Toda la ruta de tránsito es un campo minado para los derechos humanos de los migrantes. En el caso de los hondureños los países donde más se abusa son México 51%, Guatemala 38% y EU 11%, y entre los responsables no sólo se trata de delincuentes netos sino policías y agentes migratorios.


Cada informe que enumera las denuncias enfatiza la indefensión de las víctimas y, paradójicamente, su trasiego incesante. ¿La razón? Son rentables, tanto para las bandas de delincuentes que los extorsionan como para los estados expulsores. En Honduras las remesas que envían los que finalmente llegan a Estados Unidos rondaron el año pasado unos 2,500 millones de dólares, entre 21% y 25% del PIB, superior a las divisas generadas por el sector maquilador, turismo y por las exportaciones de café, banano y camarón combinadas.


Si de pronto el grifo de las remesas se secara por completo, la economía y la estabilidad social interna hondureña no durarían ni una semana. Aún así, la tendencia no es a crear condiciones jurídicas y policiales que les garanticen sus derechos, sino que, al contrario, a presentar a los migrantes como una amenaza y señalarlos despectivamente como “ilegales” o “delincuentes”. Y cuando la migración termina en tragedia, las autoridades se lavan las manos.


“No sé”, afirmó Teresinha Monteiro, “si hay algo oculto detrás del drama de Tamaulipas, pero estoy segura que en el fondo es tan criminal como la nueva Ley de Arizona.”


No se frenará el éxodo


Seguro que las masacres y leyes draconianas no frenarán el éxodo. Siempre ha habido múltiples motivos para aventurarse, pero hay mucho que no encaja en esta corriente humana que impulsa a arriesgar todo en pos del “paraíso” norteamericano y de la ilusión de llegar a ser “alguien”, sin admitir los viajeros que ese paraíso no existe y que en el intento en lugar de alguien, se convierten en nadie.

Fuente: Radio Progreso


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