Ricardo Salgado
No cabe duda que el imperio existe gracias a sus ventajas políticas y al hecho de que no se detiene mucho a ver sus derrotas. La maquinaria súper estructural que posee para convertir cualquier cosa en algo positivo, le permite manipular a grandes porciones de la opinión pública. Así, por ejemplo, su experiencia en Vietnam ha servido como un gran argumento de ventas, pero poco o nada permanece en la memoria histórica de la gente.
Existen héroes, comandos audaces, tristes historias de pobres gringos sacrificados en Vietnam; el monumento a los caídos con más de 58,000 víctimas, pero poco o nada existe en el subconsciente de la humanidad respecto a los más de 2 millones de muertes causadas al pueblo vietnamita. Esto nos muestra la capacidad imperial de “reciclar” sus derrotas políticas y militares. Ahora mismo, venden la agresión a Afganistán como una gesta para la preservación de la paz; vaya forma de justificar la guerra! No mencionan por ningún lado la conexión del opio, el narcotráfico detrás de todo este aterrador evento que tiene case una década de atentar contra el pueblo afgano, con la complicidad cobarde de la comunidad internacional.
En el caso de los recientes eventos en la OEA con respecto a Honduras, a pesar de que la fuerzas democráticas del continente lograron momentáneamente desarticular el lobby imperial la ofensiva sigue, y ahora con más intensidad, elaboración y determinación. La tarea de responder ante estos ataques en tiempo y forma se hace impostergable, pues el pulso que hace el imperio con la verdad, y la historia de los pueblos latinoamericanos se debe asumir en todos los frentes de batalla.
Después de la presentación del informe de la Comisión de Verificación, nombrada por José Miguel Insulza, a iniciativa gringa, en la última Asamblea General de la OEA, llevada a cabo en Lima, los gobiernos derechistas de México y Chile, encontraron el asidero que necesitaban para decir que Honduras se mueve por una senda democrática, con la firme voluntad de Porfirio Lobo Sosa de reconciliar al país. Tanto el pueblo chileno como el mexicano entienden la verdadera naturaleza de las cosas, pero sus gobiernos hacen de peones del imperio en sus tramas hegemónicas en el continente.
Cuando el reporte fue entregado, estaba claro que se prestaba para que cada quien leyera en él lo que más le convenía; de aquí la importancia de manifestar, comunicar la verdad a la opinión pública internacional en tiempo y forma. Que ahora Piñera y Calderón digan que todo es maravilloso en Honduras, no es realmente una sorpresa; a ellos no les interesan ni sus pueblos mucho menos aun el de Honduras, ellos están en sus puestos por mandato del imperio, y como sus lacayos actúan, lo que si sorprende es que las fuerzas democráticas, tanto dentro como fuera de Honduras, hayan permanecido virtualmente calladas durante más de 72 horas, en que los gringos no descansaron ni un solo minuto!!
Ahora resulta que Estados Unidos enviará esta semana a su Sub Secretaria de Estado a Honduras. El imperio juega a no dejar al trasluz la idea de que sufrió un revés diplomático;, en el mismo momento en que el canciller ilegitimo de Honduras anunciaba, junto al golpista Corrales Álvarez, y la decorativa ministra comisionada de los derechos humanos, el contenido del Reporte, llegó el oxígeno: Chile reconoce a Honduras!! Los medios golpistas hacen a un lado el reporte y se enfocan en el reconocimiento de los demócratas de México y Chile; ¿reacciones?, ninguna hasta ahora. Este tipo de asuntos, de naturaleza política, deben ser estudiados con mucha atención, y responderse con la misma fuerza del ataque que los trae.
La siempre tenebrosa visita de alguien del departamento de Estado, trae consigo varias consignas: reconciliación nacional, instalar una oficina permanente del CIDH en Honduras, y, de repente, “cocinar” una Asamblea Nacional Constituyente hecha a la medida de los golpistas. Esta actividad intensa se produce en medio de la agresiva campaña uribista contra Venezuela, y en el marco pre electoral brasileño, un campo propicio para impulsar a la derecha en todas partes y destruir las aspiraciones del pueblo hondureño.
Al mismo tiempo se aísla al compañero anti terrorista Cubano Gerardo Hernández, cuyo estado de salud es muy delicado, y se encuentra confinado en un área de uno por dos metros en las condiciones más infrahumanas, en el país que se dice el paladín de la democracia en el mundo. El imperio ataca, y nos divide; separa nuestra atención y nuestras luchas son aisladas con el afán de aniquilarlas, o al menos controlarlas, más fácilmente. Nos da el imperio una lección de habilidad política, mientras nosotros entramos en confusión.
No nos percatamos de que la agresión yanqui nos afecta a todos, que Gerardo y los otros 4 compañeros cubanos presos hace más de una década en cárceles imperiales son la causa de todos los latinoamericanos; que la defensa de la revolución bolivariana es asunto estratégico de los pueblos del continente; que la resistencia hondureña es una pieza clave del rompecabezas y por eso no debemos olvidarle en ninguna parte del mundo.
Nunca antes los pueblos y sus organizaciones estuvieron frente a este tipo de agresión; nunca antes se esperó que reaccionaran “simultáneamente” frente a ataques en diversas partes del mundo, para “focalizar” sus luchas. Este tipo de lucha tiende a hacernos entrar en marasmos, en inmovilismo que a veces dura demasiado. El imperio no permite reagrupaciones, simplemente busca los flancos más frágiles; aquí es donde el pensamiento es fundamental.
Si el sentido común se impone (aunque a decir de Eduardo Galeano, es el menos común de los sentidos), nosotros deberíamos estar en disposición de presentar una auténtica batalla de ideas, y en capacidad de construir un aparato efectivo y gigantesco de contra información. Lamentablemente, en la práctica, los esfuerzos son bastante dispersos y la mayor parte de las veces nos encuentran ocupados en asuntos distanciados de la “zona crítica”.
En medio de la desconfianza, o incluso la rivalidad ideológica, dejamos un campo fértil para que el imperio y sus secuaces hagan estragos, y finalmente derroten las luchas de nuestros pueblos. Vistas las cosas como las vemos, no deberíamos gastar tiempo y recursos en preguntarnos porque no hemos avanzado hacia la libertad en tantas décadas, o elaborando argumentos burdos, como aquel de que el “pueblo no está listo” o “cada pueblo tiene lo que se merece”.
Probablemente es tiempo de actuar de otro modo, dejando atrás las desconfianzas que corroen el ímpetu revolucionario, y entender la naturaleza de esta lucha, y estar a tono con lo que sucede en todos los campos de la misma.
Por ahora, no tenemos ninguna alternativa más que movilizar nuestros pueblos en todas partes, reaccionar a tiempo, en todos los rincones del continente, es fundamental. No vaya a ser que quien abra “uno, dos muchos Vietnam” termine siendo el imperio.
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