Gustavo Zelaya H.
Una de las lecciones aprendidas después del golpe de estado contra Manuel
Zelaya es darnos cuenta que nuestro país experimentó cambios sociales
inesperados. Y no sólo porque creamos que se adquirió un mayor grado de
conciencia o de organización social, sino porque realmente este suceso nos
alteró totalmente tanto a nivel colectivo como en nuestras vidas
individuales. Ayudó también a poner en su lugar viejos mitos acerca de la
objetividad de la prensa nacional y nos mostró formas de conducta descaradas
e hipócritas en la llamada clase política, en las jerarquías de las iglesias
católica y evangélica, en los que dirigen los cuerpos represivos del Estado
y la incursión abierta de empresarios privados en la actividad política.
Posiblemente el impacto principal del golpe de estado se manifieste en la
organización popular aglutinada en el Frente Nacional de Resistencia Popular
y en la composición de los grupos que han dirigido por más de cien años la
estructura de gobierno.
En el caso de la oposición al golpe de estado, al principio de manera
espontánea y después obteniendo cada día distintos grados de madurez, la
conformación de la Resistencia manifestó en su contenido una diversidad
social, múltiples actores, variadas voces, que reclamaban el respeto a la
ley fundamental y la restitución del gobierno de Manuel Zelaya y que después
avanzaron un poco más exigiendo la refundación del país y la transformación
de todo el aparato de leyes que tiene su base en la constitución de la
república. El llamado a la constituyente y la reorganización del Frente a
nivel de las comunidades, se ha convertido en una tarea central de la
organización y que podría generar impactos positivos ante los ojos del
pueblo. Llegando, incluso, a mostrarse como la alternativa de cara al
tradicional bipartidismo, que, a pesar del abstencionismo en las elecciones,
siguió mostrándose todavía con alguna salud, con ciertos deterioros pero con
fuerza entre muchos hondureños.
Esa relativa vigencia de los partidos tradicionales pudo fortalecerse en
parte por la brutalidad represiva de la derecha fanática y fundamentalista
de la que forman parte sectores reaccionarios del partido liberal y la casi
totalidad del partido nacional, contando también con el activismo del Opus
Dei, de las jerarquías católicas y evangélicas, las fuerzas de seguridad del
estado y el evidente respaldo norteamericano, tanto a nivel del gobierno
como de la ultraderecha gringa y sus cuadros más fanatizados establecidos en
Miami. Todo ese bloque de poder ha sido generosamente financiado por la
empresa privada nacional y grupos neofascistas conformados por empresarios y
políticos latinoamericanos. Incluso, el régimen golpista se ha mantenido
hasta la fecha, a pesar de las dificultadas provocadas por ellos mismos que
se notan en las pérdidas económicas, en los intentos de imponer nuevos
impuestos y que con toda seguridad repercutirá en el gobierno siguiente.
Todos estos elementos muestran claramente que el grupo en el poder, que en
esencia es idéntico a los que asumen el 27 de enero, es un entramado de
diversos empresarios privados, jerarcas militares, maquiladores, políticos,
banqueros, dueños de medios de comunicación, generadores de energía, dueños
de textileras, farmacéuticos e inversionistas de las comidas rápidas. Y en
ellos no sólo hay intereses políticos, sino que también son socios que
intercambian acciones y establecen lazos familiares.
Algunos llegaron a suponer que toda esa agresividad de los golpistas y sus
patrocinadores provocó un retroceso en el movimiento social cobijado en la
Resistencia Nacional, sea por agotamiento, por no tener a la vista
resultados inmediatos a sus propuestas, por la debilidad de los sindicatos y
la carencia de una fuerte presencia de sindicatos industriales que hicieron
ver como algo imposible cualquier llamado a una huelga general. A esto se le
puede agregar viejas prácticas sectarias en el seno del movimiento popular y
la incertidumbre acerca de la firmeza de los liberales en esta lucha. Pero
la madurez, la paciencia mostrada y la experiencia acumulada por todos estos
actores en Resistencia ha hecho posible que el movimiento se fortalezca, que
se depure y se establezcan de forma no expresada en documentos acuerdos
mínimos sobre algunos temas estratégicos. Algunos de esos puntos que se
fueron gestando en parte por la extrema violencia desatada contra la
Resistencia son los siguientes: mostrar como algo evidente que quedan
liquidadas las ilusiones de establecer alianzas con los que detentan el
poder o con los que representan a la burguesía, ni siquiera hay posibilidad
alguna de negociar con ellos ya que tienen la trampa lista; tal y cómo lo
dice una vieja fórmula de los juristas: hecha la ley, hecha la trampa. Otro
acuerdo logrado es que la experiencia nacional demostró que es impensable
cualquier intento de humanizar el capitalismo desarrollado en Honduras y,
finalmente, debido a los ejemplos de otros países y a la forma en que están
elaboradas las leyes nacionales, es imposible construir proyectos de
transición a formas más justas de vida social dentro del marco de la
institucionalidad vigente.
Además del nacimiento del más importante movimiento social en nuestro país
desde la huelga de 1954 contra las empresas bananeras, posiblemente el
acontecimiento más negativo, exceptuando las más de treinta muertes
registradas, las palizas a miembros de la Resistencia y la represión
desatada contra el pueblo y algunos medios de comunicación, algo gravísimo
sea el nuevo protagonismo de los cuerpos de seguridad del estado, los han
convertido en los árbitros de todas las actividades sociales y políticas; se
ha visto, pues, que a pesar del factor Chávez, del pretexto del ALBA, de la
supuesta amenaza del comunismo contra Honduras y la manipulación de la
información, no han podido ocultar la ostentosa saña mostrada en la
represión de la protesta contra el golpe de estado. Y las consecuencias
inmediatas son notables y de gran impacto; sobre todo por la desconfianza
generada en la población y el miedo provocado en muchos que ha dejado de
lado el respeto que a duras penas habían ganado a partir de 1990 y por las
violaciones a los derechos individuales que han sido constantes después del
28 de junio. Ese papel de los cuerpos de seguridad como gendarmes de la ley
y de la propiedad de los grandes empresarios, pone de manifiesto otra de las
futuras exigencias del movimiento social: la posible abolición de los
cuerpos de seguridad o su reorganización y depuración.
¿Qué esperar del futuro? Del próximo gobierno no se podrá pedir mucho ya que
en su seno estarán muchos de los gestores del golpe de estado contra Mel
Zelaya. Es posible que esa sea su contenido: ser golpistas. Pero de la nueva
fuerza política expresada en la Resistencia Nacional, que ha crecido a
punta de garrote, sangre y firme constancia si puede pedirse que hablen de
acerca del futuro, de la utopía que nos hará caminar hacia la construcción
de una sociedad más justa. Se puede esperar por ejemplo esbozos de un Estado
democrático.
*Algunas premisas del Estado democrático.*
* *
1. Una de las funciones del Estado es la promoción del conocimiento y
para tal asunto se apoya en el sistema educativo. El conocimiento sólo puede
justificarse cuando tiene la capacidad de poner en un contexto a la
información, divulgarla y ubicarla en un conjunto determinado. Sin embargo
nuestro sistema cultural nos muestra a la realidad de forma fragmentada
y hace que muchos seamos incapaces de relacionar las distintas formas de
saberes, ya que nos especializa y nos prepara en una sola dimensión. Esta
hiperespecialización del conocimiento, que solo nos muestra un fragmento de
la realidad, puede tener graves consecuencias humanas y prácticas, por
ejemplo, cuando se generan las políticas públicas muchas veces no toman en
cuenta el espacio concreto en donde nos desenvolvemos. Esto también se nota
en la acción social cuando los ciudadanos renuncian a participar en las
decisiones políticas y dejan esta tarea en manos de los políticos, por
considerarlo no propio de los técnicos. ¿Cómo tendría que ser la formación
que debe impartirse para que también seamos actores sociales responsables y
no sólo parte del engranaje económico?
2. La vida política debe organizarse de tal manera que los destinatarios
del derecho vigente puedan considerarse ellos mismos como sus autores. Sobre
esta tesis se funda el Estado moderno. Este Estado es una asociación
voluntaria de ciudadanos libres e iguales que quieren regular su vida en
común de manera legítima y que se apoyan en el derecho positivo. Si esto no
fuera posible no habría ciudadanos ni vida en común; sólo existirían
individuos privados, clientes, socios, acciones individuales y no las
libertades de personas sometidas a una práctica común. Serían los mercados
los que indicarían cuáles son las posibilidades entre las cuales tendríamos
que decidir según la lógica empresarial de la economía y sus exigencias de
adaptabilidad. ¿Qué se podría hacer para que el ciudadano sea actor político
y que el mercado esté a su servicio?
3. En la democracia moderna el poder supremo lo realizan los
representantes elegidos por sufragio popular. Sin embargo, todavía no existe
la posibilidad de sustituirlos legalmente con el referéndum y otras formas
de consulta y decisión popular. Tampoco se ha logrado la rendición de
cuentas, la transparencia, y que los gobernantes sean responsables de su
gestión en los asuntos públicos ante el electorado. Este es un problema que
afecta la esencia misma de la democracia que supone la participación de la
población en el nombramiento y remoción de sus representantes. Hasta ahora
ningún partido político que ha obtenido el poder rinde cuentas ni da
garantía de que tal cosa sea posible en un futuro cercano.
4. Las principales características de la democracia son la libertad
individual que nos permite decidir y dirigir los asuntos públicos, la
igualdad formal, el sufragio universal y la educación para todos. Uno de los
obstáculos principales en la construcción de la democracia es el
autoritarismo que ha persistido en la conducta política. Por otro lado, el
desarrollo de los procesos electorales y la alternabilidad democrática ha
calado en distintos grupos sociales y ha modificado la cultura política;
así, muchos ciudadanos y colectivos sociales exigen mayor participación
política y se enfrentan al autoritarismo. Pero grandes grupos rurales y
urbanos se mantienen en la mayor pobreza material y en un profundo atraso
intelectual, de modo que la desigualdad y la miseria se han convertido en un
componente estructural y en un reto de la vida actual.
En este ambiente han surgido elites que tienen a la mano utensilios
tecnológicos como la informática y unos sistemas administrativos que se
fundamentan en la gestión de calidad. Este contexto hace creer que los que
están fuera de esta tecnología están condenados al atraso y deben ser
excluidos de esos procesos. Las ilusiones y las creencias que se han
generado alrededor de la informática, la tecnología de punta y las
exigencias de calidad, en manos de los políticos pueden convertirse en
instrumentos que atentan contra la dignidad humana y son del todo opuestas
a las concepciones humanistas acerca del individuo. El problema, entonces,
es ¿cómo lograr un equilibrio entre la técnica, la política y los intereses
de las personas de modo que éstas sean siempre y en toda circunstancia el
centro del desarrollo material y espiritual?
Todos estos cuatro puntos señalados no representan nada fundamental para los
ahora llamados liberales al estilo de Micheletti, los Villeda Bermúdez,
Martha Lorena Casco y otros que se ubican dentro de las filas liberales;
igual ocurre con los llamados analistas y otros sirvientes del régimen
golpista. Todos aquellos que hicieron a un lado el pensamiento liberal y se
convirtieron en políticos pragmáticos, que se adaptan o manipulan las
circunstancias, que defienden intereses oligárquicos, que forman parte de
los que han dominado el país y que no vacilan en atropellar los derechos
fundamentales de los ciudadanos, o exigir el perdón divino y hacer
constantes invocaciones a Dios en un Estado laico, a pesar de llamarse
liberales. Es muy probable que nunca fueran de esa línea de pensamiento y
que hayan desarrollado la capacidad de simular ser de un bando o del otro,
según las conveniencias de los tiempos y que, realmente siempre hayan sido
miembros del partido conservador, el partido que mezcla los colores rojos y
azul, el de la bandera morada.
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