Galel Cárdenas
No es cierto que el Partido Liberal haya muerto, pero si está en proceso de transformación y si se divide completamente está en proceso de extinción. Fue un partido alimentado por las ideas liberales del siglo XIX y principios del siglo XX. Y antes que otra cosa fue dirigido en su época por caudillos terratenientes que deseaban, como así lo obtuvieron, controlar la nación a través de su localía, lugar en donde eran todo poderosos ante un pueblo analfabeta, sin tierras y sin educación.
Es menester exponer que en aquella época cuando el imperio español manejaba las colonias latinoamericanas que después se independizaron del yugo correspondiente, las ideas liberales cazaron como anillo al dedo, ya que la realidad referencial política inmediata era el colonialismo español que después disputaría el poder continental con el imperio inglés para luego quedar a merced del imperio norteamericano.
El partido liberal y el partido nacional constituyeron entonces desde la primera mitad del siglo XX las propuestas ideológicas de mayor difusión en Honduras. Las ideas marxista empezaban a circular en nuestro país con Graciela García, Juan Pablo Wainwrigth y Manuel Cálix Herrera quienes introdujeron el pensamiento marxista en Honduras junto a una decena de compañeros de lucha popular.
Así que los ideólogos del partido liberal como Céleo Arias, lo único que hizo fue poner al día el pensamiento conservador de la época, todavía comandado por la burguesía clerical al mando de Rafael Carrera, que defendió a toda costa el colonialismo español y los privilegios de la iglesia católica, con sus diezmos y primicias y su influencia nefasta sobre el Estado Nacional, a través de sus Concordatos, misma burguesía que persiguió y sigue persiguiendo las ideas liberales de Francisco Morazán y su propuesta ideológica y política.
Policarpo Bonilla entendió, desde la perspectiva de su naturaleza terrateniente que era necesario un nuevo Partido, un verdadero partido que saliendo del cascarón de las ideas morazanistas aplicadas al ideario liberal, pudieran canalizar aquella fuerza política que subyacía en el pueblo con la figura luminoscente del gran unionista, tal vez el único capaz de montar un modelo económico y político diferente al que ahora padecemos.
Pero, en el fondo los terratenientes se dividían en conservadores a ultranza, alias nacionalistas, y neoconservadores, alias liberales, quienes habían heredado la costumbre de pelear en cerros, llanos y ciudades los derechos que según ellos habían adquirido a lo largo de sus carreras militares rurales y de acuerdo con sus propios intereses ligados fundamentalmente a una economía hacendaria y mercantil.
Se debe recordar que los enclaves bananeros y mineros fueron los encargados de introducir el capitalismo en su más pura adaptación a las circunstancias de atraso de una mano de obra analfabeta, campesina y poco urbanizada. El Partido liberal sencillamente no entendía este proceso, sólo eran capaces de visualizar su alianza de intereses económicos con los nuevos amos del continente americano, liderados todavía por las ideas de Lincoln y demás demócratas de la época.
La idea de la gran nación norteamericana era para los librepensadores rurales y líderes de pujantes haciendas, el modelo a imitar. La metrópoli había sido sustituida. Madrid o París, ahora eran suplantadas por Washington. Y desde ese momento empezó el capitalismo a introducir sus férreas manos y uñas imperiales en nuestra nación. Los presidentes liberales o nacionalistas obedecían más a los procónsules norteamericanos que a las masas necesitadas de educación, salud, tierras, etc. Así se envileció la nación dirigida por aquellos caudillos nacionales, que luego fueron sustituidos por los inmigrantes del desierto. La colonia árabe muy inteligentemente unida a los intereses norteamericanos en su modelo neo colonial y neoliberal rápidamente copó las estructuras capitalistas hondureñas ligadas a las transnacionales norteamericanas.
Los Partidos Políticos se convirtieron en gendarmes del colonialismo norteamericano, y entonces cada uno de los líderes políticos nacionalistas o liberales, primero viajaban y viajan a Washington para consultar y pedir permiso para gobernar un país sumamente atrasado por la explotación N. A., Árabe y Europea, Un ejemplo muy exacto es el hecho público internacional de cómo en el departamento de Estado Norteamericano se fraguó el golpe de Estado de junio de 2009, junto con los líderes del Partido Liberal y Nacionalista, en conjunción con todos los empresarios agremiados al Cohep, tomando las Fuerzas Armadas como su mano militari exclusiva y garante del modelo dictatorial neoliberal.
El Partido Liberal y sus dirigentes no representan en ningún momento a ninguna masa liberal, ni a los líderes intermedios. Los corruptos dirigentes del Partido de la enseña rojiblanca seguirán conspirando contra su pueblo, el que siempre en época de elecciones regala su voto más por el poder mediático contratado para tales objetivos aviesos, que por una convicción de clase.
En realidad la cúpula liberal está muerta como expresión del más preclaro pensamiento popular, las masas liberales están luchando en las calles contra el Golpe de Estado y su continuismo, ahora en manos de Porfirio Lobo Sosa.
Desacreditados, odiados y despreciados por el pueblo hondureño que por su honestidad y generosidad no merece una traición del tamaño del sol, la cúpula del partido Liberal está más que fenecida, está superada por varios factores populares: la democracia se defienda en las calles, en las protestas populares, la democracia se defienda contra la dictadura mediante propuestas que superen el modelo dictatorial neoliberal, la democracia se defiende proponiendo un nuevo modelo de organización política y social que habrá de concretarse en la Asamblea Nacional Constituyente y en la redacción de una nueva Constitución, con lo cual habrá de fundarse un nuevo país, independiente de cualquier fuerza extraña y poderosa, Justa social y económicamente, donde el capitalismo sea un fenómeno pasajero para dar paso a una sociedad socialista, igualitaria, donde tengan los mismos derechos y deberes los empresarios y los campesinos, la burguesía y los obreros, el pueblo y sus dirigentes populares.
Sólo existe un problema que habrá de vencerse en el decurso del tiempo: la educación política de las masas populares. Esa educación será la que enterrará a los muertos políticamente hablando, mientras los muertos sigan viviendo como zombis políticos y títeres del imperio sagaz, cínico y asesino.
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