Patricia Murillo
Difícil creer que los partidos tradicionales Liberal y Nacional tengan en estos momentos un pálpito moral en su pulso político, para pretender hacer creer a los hondureños que sieguen siendo la alternativa y la salvación del país.
Grandes porciones de nuestro pueblo han aprendido con sangre, la sangre de los mártires que murieron defendiendo su sagrado derecho humano a disentir, a oponerse a una dictadura, que ni las cúpulas liberales y nacionalistas son opción hoy por más que pretendan urdir ríos de leche y miel.
Particularmente hundidos están en la mente popular los liberales golpistas, los abiertos y los solapados de siempre, esos que no les tembló la mano y comandados por los traidores a su ideología y partido Roberto Micheletti, Elvin Santos, José Angel Saavedra (¿qué pasó con el Gacetazo?) y Marcia Facussé, vergüenza del género femenino acusada antes de su asesinato por el ministro Roland Valenzuela como la responsable de la carta con la firma falsificada del presidente Manuel Zelaya.
La era postdiluviana que dejó la dictadura de Micheletti, Oscar Raúl Matute, Rafael Pineda Ponce, Ramón Villeda Bermúdez, Jorge Rivera Avilez, América Galo Miranda, Marta Lorena Casco, Enrique Ortez Colindres (“Obama el Negrito del Batey”), Mirna Castro, Adolfo Leonel Sevilla, Gabo Jalil, Dilma Quezada, Gabriela Núñez, Luis Rubí y otros, es un campo devastado por la rapiña, el deshonor, la corruptela nunca antes vista y sobre todo por la inmoralidad de sus conductas públicas, cuando arrasaron cual ordinarios Atilas, con la poca institucionalidad.
Acabaron con la mediana calidad de vida de ocho millones de hondureños y, sobre todo, echaron mucha candela a la volatilizada sociedad que con ellos descendió al infierno de Dante.
Qué podemos decir de sus cómplices aquellos empresarios corrompidos por su voracidad, afán de mantener el status quo y sin ningún pudor ni consideración al prójimo, al hermano hondureño ese que vive con un dólar y medio al día, contribuyeron tras peticiones públicas de sus directivos, con parte de los costos del golpismo.
Y alentaron esta bárbara aventura, asegurando que podían mantener al Estado, que no necesitaban de la ayuda extranjera y sobre todo cuando les quitaban la visa americana: que “era papel de inodoro usado”. Y sin embargo no fueron capaces ni lo son ahora en equiparar un salario mínimo decente y justo para los trabajadores en Honduras.
Qué se puede rescatar de los jerarcas que la Iglesia católica y algunas evangélicas que hicieron la vista para otro lado cuando caían a golpes, balas y gases venenosos los hermanos a quienes pastoreaban en otros tiempos. Hubo uno que con el mayor cinismo, el obispo Darwin Andino, exclamó en un momento dado “que sólo eran cuatro los muertos”. Y todavía se atreven a tener en sus manos el consagrado por la fe, cuerpo del Jesús Cristo, el mayor revolucionario contra la injusticia y por los pobres.
De Ramón Custodio López cuya malvada y célebre frase ‘son balas de goma”, lo marcó vergonzosamente hasta el fin de los siglos y quien jamás en su condición de comisionado nacional de los Derechos Humanos, levantó un dedo ni lo hace hoy ante la barbarie que sigue en el país.
Da lástima por el país que esa gerontocracia malsana de los liberales, alejada del corazón del pueblo y, sobre todo, cómplice en su mayoría de la agresión a los derechos humanos en Honduras, pretenda hoy vía fotografías y maquillajes de cara, pero no de conciencias, hacer creer al pueblo que lograran unir a esa dividida formación política.
Más les valdrá alejarse del todo de las malas prácticas que han hecho por décadas. Si algún mínimo de decencia pública les queda, dejen el país en paz. Ustedes colaboraron y cooperan con sus pares del Partido Nacional en el poder, en la guerra de alta intensidad que hoy sufre la Patria.
Ustedes trajeron a los verdugos de los ochentas, esos que hoy masacran al pueblo y ustedes son parte importante que la conspiración que acabó con el Estado de Derecho.
Al cumplirse un año del golpe de Estado, de caer el primer mártir de la Resistencia, Isis Obeed Murillo Mencía, y de conmemorar ejemplos de lucha que se dieron y se siguen dando, qué cínicas suenan las palabras de los amos feudales del Partido Liberal cuando soslayan la terrible situación que cruza nuestro pueblo.
No les queda, o quizá muy poco de humanización en sus mentes. Pero se les acabó su tiempo, reinaron haciendo lo que les vino en gana. No por nada fue la exclamación de otro rémora de tal Partido, el ex diputado por El Paraíso, Rodrigo Castillo Aguilar, con su ignominiosa frase: “La Constitución hay que violarla las veces que sea necesario”, allá por 1988.
Han llegado a tal extremo que los nacionalistas que tampoco han sido un dechado de virtudes, se dan el lujo hoy de ventilar las suciedades hechas con los fondos públicos durante el desgobierno de Micheletti.
Ustedes llegaron al fondo de putrefacto abismo y quienes aún permanecen fieles a los principios liberales, no quieren verlos allí con su perversa complicidad en los crímenes contra Honduras. Para ustedes que practican con creces aquello que el fin justifica los medios, se les acabo su tiempo.
Entreguen lo que queda del país y jubílense porque su ancianidad no es digna y no son modelos que orienten sino más bien deforman. Cada quien cosecha lo que siembra. Nunca fueron la solución sino la parte más atrasada del problema.
Ciao, ciao, que sus conciencias los desnuden cada noche en sus tibias camitas.
Fuente: tiempo.hn
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