por James Cockcroft
El golpe militar actualmente en proceso en Honduras es un golpe duro acompañado por varios intentos vanos de aparecer blando y “constitucionalista.” Detrás del golpe hay varias fuerzas sociales, económicas, y políticas, de las cuales la más importante es la administración del presidente Barack Obama. Ningún cambio importante puede ocurrir en Honduras sin la aprobación de Washington. La oligarquía hondureña y las corporaciones transnacionales (bananeras, farmacéuticas) están defendiendo sus intereses como siempre han hecho, con un golpe militar.
Oficiales del gobierno estadounidense supieron antes del golpe los planes golpistas, en que participaron y siguen participando sean lo que sean las diferencias típicas que siempre se encuentran en situaciones tan difíciles, en este caso debido a la fuerza de los movimientos sociales promoviendo la democracia y una asamblea constituyente.
A la vez, varios individuos y grupos de la ultra-derecha en Estados Unidos siguen promoviendo golpes militares e “incidentes” como la reciente detención de una vieja pareja norteamericana acusada de pasar secretos del gobierno a Cuba al momento del rechazo por la Corte Suprema estadounidense del caso de los Cinco Héroes cubanos injustamente encarcelados por conspiración de cometer espionaje. La ultra-derecha norteamericana ve a Obama como “un socialista” en su política doméstica y “un traidor” en su política externa, por ejemplo acerca de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Paraguay, El Salvador —y, lógicamente, Honduras, por haberse permitido su entrada en el ALBA.
Por eso se ven gente como Negroponte, Reich, y otros ex oficiales gubernamentales metiéndose en el golpe hondureño y su defensa. Esta ofensiva ultra-derechista en Estados Unidos es paralela a la de Centro América y otras partes de lo que llamaría José Martí Nuestra América, donde se oyen muchas voces y una significativa parte de los medios no solamente defendiendo el golpe gorillista en Honduras sino promoviendo procesos similares en sus países.
Las fuerzas militares estadounidenses están presentes para coordinar u ofrecer su ayuda en todo esto, como se manifestó en abril de 2002 en Venezuela y ahora en Honduras desde su base en Soto Cano, antes usado en la guerra sucia contra los sandinistas nicaragüenses en la década de 1980. El líder de las Fuerzas Armadas de Honduras, General Romeo Vásques, y el Comandante de la Aviación de Honduras, General Luis Javier Prince Suazo, son graduados de la Escuela de las Américas, establecido por Estados Unidos para entrenar miles de soldados latinoamericanos de los cuales algunos se hicieron dictadores durante las guerras sucias del silgo pasado que han seguido hasta hoy en países como Colombia, Perú, y México, y comienzan aparecer de nuevo a través de paramilitares en Venezuela y otros países.
La ambigüedad y las contradicciones de las declaraciones del presidente Obama y su Secretario de Estado Hilary Clinton en cuanto a Honduras y su golpe militar “ilegal” (¿puede un golpe militar ser “legal”?) reflejan la complejidad de la política estadounidense actual. Pero no debe ser sorpresa ninguna, ya que hemos visto las reversas de promesas hechas en la campaña electoral de 2008 representadas por el mantenimiento de tortura de presos o “capturados,” la suspensión de habeas corpus y la posibilidad de detener sin proceso judicial hasta ciudadanos norteamericanos, la falta de transparencia, las guerras en Irak, Afganistán, y Pakistán, etcétera.
El cadáver conocido como la OEA mostró una señal de posible nueva vida con su voto contra el golpe en Honduras pero atrás de eso hay un intento por el gobierno estadounidense de ocultar su propio papel en el golpe y usar la OEA como un arma en una solución “negociada” o aún armada, estilo Haití 2004 o Santo Domingo 1965. La posibilidad de otro escenario como aquellos pero aún más peligroso existe ahora, porque la fuerza militar estadounidense es tanto mayor que cualquier resistencia civil-militar insurreccionista o guerrillera hondureña que se puede imaginar, hasta ahora por lo menos.
Mientras tanto, los gorilas de Honduras consolidan su poder sobre el terreno y los movimientos sociales hondureños resisten pacíficamente y heroicamente. En el resto de Nuestra América las fuerzas de la derecha, apoyadas económicamente y militarmente por la administración de Obama, están tratando de derrocar el ALBA y sus gobiernos, principalmente Venezuela.
Es un deber moral y una necesidad política que los otros gobiernos latinoamericanos y del mundo, comenzando con los más progresistas, remuevan del poder los golpistas, los traigan a la justicia, y restituyan el presidente democráticamente elegido, Manuel Zelaya. Para la administración de Obama, es el momento de la verdad.
Tomado de RebeliónFuente:laventana.casa.cult.cu
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