Celebramos hoy el 189 aniversario de la Independencia del gobierno español, en una coyuntura histórica que nos obliga a examinar profundamente la situación actual y la actitud de la colectividad hondureña ante la prueba de la transformación nacional.
En virtud de ser el 15 de Septiembre la fecha emblemática por antonomasia de los pueblos de América Central, los hondureños debemos asignarle a este aniversario un sentido crucial referido a la solución de la crisis política y económica que aún persiste, toda vez que no se han superado el trauma y las secuelas del golpe de Estado del 28 de junio/09.
Para allanar el camino a la transformación y la reconciliación nacional es preciso hacer acopio de los valores patrióticos, sobre todo por parte de la “clase” política. Esto es algo que necesariamente debemos encarar, pues sin tal concienciación no es posible encontrar la fórmula del entendimiento nacional para decidir el futuro de Honduras en función de la independencia política y económica para todos los hondureños.
La patria es un todo armónico, en el que interactúan los principios de la soberanía, la integridad e identidad nacionales, la igualdad, la libertad y la solidaridad, lo mismo que el honor, la lealtad y el sacrificio. Este conjunto de valores, para que cumplan su cometido, han de ser integrados a la práctica ciudadana para poderle dar su verdadero sentido a la nación.
Estos principios fundamentales del ser nacional, extraídos de nuestras raíces y del acontecer histórico, son hoy día imprescindibles para emprender con responsabilidad y decisión la lucha contra la inequidad y la pobreza, que es, en suma, la ruta de la liberación y de la transformación nacional, vale decir una sociedad democrática con bienestar económico y socialmente justa.
Esa misma ruta que marcaron los fundadores de la nación, nuestros ancestros, que, infortunadamente, está siendo distorsionada con extremismos ideológicos ajenos a la idiosincrasia del pueblo hondureño, actualmente objeto de una trágica invasión de fundamentalismo planificado para impedir el desarrollo de la conciencia política, de la soberanía popular y de una auténtica identidad nacional.
De cara a esa problemática y apercibida la mayoría del pueblo hondureño de la gravedad de la situación, hasta el punto de entenderla como un quiebre histórico en nuestra nación, está en marcha un despertar colectivo orientado a la refundación del Estado y la Sociedad, pero que requiere urgentemente de un sólido liderazgo político.
Ese es el gran reto que los hondureños debemos encarar con decisión, entereza y valentía, conscientes de que, al no hacerlo, condenaríamos a Honduras al oscurantismo político y la disolución social, sin oportunidades ni esperanza para las nuevas generaciones. El auténtico desafío del ahora o nunca.
Fuente: tiempo.hn
En virtud de ser el 15 de Septiembre la fecha emblemática por antonomasia de los pueblos de América Central, los hondureños debemos asignarle a este aniversario un sentido crucial referido a la solución de la crisis política y económica que aún persiste, toda vez que no se han superado el trauma y las secuelas del golpe de Estado del 28 de junio/09.
Para allanar el camino a la transformación y la reconciliación nacional es preciso hacer acopio de los valores patrióticos, sobre todo por parte de la “clase” política. Esto es algo que necesariamente debemos encarar, pues sin tal concienciación no es posible encontrar la fórmula del entendimiento nacional para decidir el futuro de Honduras en función de la independencia política y económica para todos los hondureños.
La patria es un todo armónico, en el que interactúan los principios de la soberanía, la integridad e identidad nacionales, la igualdad, la libertad y la solidaridad, lo mismo que el honor, la lealtad y el sacrificio. Este conjunto de valores, para que cumplan su cometido, han de ser integrados a la práctica ciudadana para poderle dar su verdadero sentido a la nación.
Estos principios fundamentales del ser nacional, extraídos de nuestras raíces y del acontecer histórico, son hoy día imprescindibles para emprender con responsabilidad y decisión la lucha contra la inequidad y la pobreza, que es, en suma, la ruta de la liberación y de la transformación nacional, vale decir una sociedad democrática con bienestar económico y socialmente justa.
Esa misma ruta que marcaron los fundadores de la nación, nuestros ancestros, que, infortunadamente, está siendo distorsionada con extremismos ideológicos ajenos a la idiosincrasia del pueblo hondureño, actualmente objeto de una trágica invasión de fundamentalismo planificado para impedir el desarrollo de la conciencia política, de la soberanía popular y de una auténtica identidad nacional.
De cara a esa problemática y apercibida la mayoría del pueblo hondureño de la gravedad de la situación, hasta el punto de entenderla como un quiebre histórico en nuestra nación, está en marcha un despertar colectivo orientado a la refundación del Estado y la Sociedad, pero que requiere urgentemente de un sólido liderazgo político.
Ese es el gran reto que los hondureños debemos encarar con decisión, entereza y valentía, conscientes de que, al no hacerlo, condenaríamos a Honduras al oscurantismo político y la disolución social, sin oportunidades ni esperanza para las nuevas generaciones. El auténtico desafío del ahora o nunca.
Fuente: tiempo.hn
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