martes, 11 de mayo de 2010

¿Y la coherencia?

Porfirio Lobo es un presidente ilegítimo, surgido de elecciones ilegítimas, producto de un golpe de Estado. Así lo entiende la gran mayoría de los países latinoamericanos cuyos gobiernos alzaron su voz contra los golpistas y no han reconocido la presidencia de Lobo, como no lo hicieron con la del dictador Roberto Micheletti.

Por Marielos Monzón

El 5 de mayo, Lobo cumplió cien días en el poder, tiempo durante el cual el Frente Nacional de la Resistencia Popular en Honduras (FNRP) ha denunciado el asesinato de siete periodistas y de varios líderes campesinos de la comunidad Bajo Aguán, la persecución contra magistrados independientes y las indagaciones judiciales a las que han sido sometidos varios de sus miembros, entre otras violaciones a las libertades y derechos.

En la última reunión de la Unión de Países Sudamericanos (Unasur), celebrada el 4 de mayo, quedó clara la posición de Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Uruguay, Venezuela, Guyana y Surinam, en torno a la ilegitimidad del gobierno hondureño, y se decidió que si Porfirio Lobo asistía a la Cumbre entre la Unión Europea y América Latina y el Caribe, que se realizará el 19 de mayo en Madrid, al menos 10 presidentes latinoamericanos no asistirían. Esta decisión fue refrendada incluso por el gobierno de México, que no es parte de este foro continental.

En palabras del presidente de Ecuador, Rafael Correa: “El presidente legítimo de Honduras fue enviado al exilio a punta de bayoneta, y eso es algo que no se puede ignorar ahora.”

Contraria a esta postura digna y coherente, que entre otras cosas refleja la existencia de una agenda política internacional, los gobiernos centroamericanos —con excepción de Nicaragua—, encabezados por Guatemala, apoyan a Porfirio Lobo y promueven la reincorporación de Honduras al Sistema de Integración Centroamericana (SICA), olvidando la condena unánime contra el golpe, las reiteradas violaciones a los derechos fundamentales que se cometieron y se siguen cometiendo y el incumplimiento de los principios democráticos bajo los que se rige la comunidad internacional. El presidente Álvaro Colom ya le dio vuelta a la página, alineándose con la postura de los grupos más conservadores de nuestro país, que le llevaron a reunirse con Lobo incluso cuando este no había asumido la Presidencia, condición que, según algunos, fue parte de la negociación para que el sector privado se sentara a la “mesa de diálogo” con el Gobierno.

Uno de los aspectos que subyacen, pero en realidad es central y expresa el inocultable cambio político que ha tenido nuestro continente, es la dificultad que tienen las potencias externas para imponer su voluntad, antes indiscutida. EE. UU., que retaceó su condena al golpe de Estado en Honduras, boicoteó la condena práctica y se jugó a la salida de elecciones bajo estado de Sitio, hoy apoya sin disimulo a Lobo, pero solo recoge el respaldo de Centroamérica, Colombia y Perú. España, que ocupa la presidencia temporal de la Unión Europea, intenta la salida por el medio, pero invita a Lobo a la Cumbre. La mayoría de los países latinoamericanos, fundamentalmente los del Sur, no aceptan las presiones externas y dejan claro que la democracia no es negociable y que los golpes de Estado no quedarán impunes.

Esta posición en bloque ha sacado a Lobo de la Cumbre, aunque la inconsistencia centroamericana le permita estar presente en la reunión bilateral entre la UE y los países del Istmo.

Fuente: prensalibre.com



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