Efraín Bú Figueroa
Los que gestaron, promovieron, ejecutaron y celebraron y aun celebran la ruptura del orden constitucional el pasado 28 de junio, jamás imaginaron y si así hubiera sido, no les importó, las consecuencias negativas para Honduras y su pueblo , en el plano nacional e internacional y que, dolorosamente le ha tocado heredar al actual régimen nacionalista. En un afán de superar esas graves consecuencias, el gobierno, siguiendo los acuerdos de San José, ha intentado alcanzar la reconciliación y unidad nacional privilegiando la repartición de puestos gubernamentales sobre el acuerdo social, recurriendo así, al viejo expediente fracasado de distribuir el poder, en esta ocasión, entre los autores y cómplices del golpe, llamando al olvido y perdón incondicional de serias violaciones a los derechos humanos durante el régimen de facto.
Tales consecuencias adversas, se evidencian en la profunda división de la sociedad hondureña, lo que esta generando un continuo enfrentamiento social aun insuperable, que, los que gobiernan este País tratan de aliviar con agradable discurso, de una supuesta unidad nacional, que en la práctica, no ha dado resultados tangibles. A la par de la prolongación de la crisis interna, que se expresa en la problemática de los sectores de la educación, salud, laboral, agrícola y seguridad colectiva, se agrega el lento y falta de reconocimiento al nuevo gobierno, por un número importante de influyentes países de la comunidad internacional.
Los perpetradores del rompimiento constitucional, menospreciaron la poderosa influencia política de dicha comunidad, pensaron que el golpe de Estado se legitimaría rápida y fácilmente, con unas elecciones, por demás cuestionadas, por haberse dado en el marco de un gobierno ilegitimo. La historia ha sido otra, quizás para decepción de los propios golpistas; restablecer relaciones normales con el mundo esta resultando un verdadero calvario para el gobierno nacionalista. La Cumbre de Las Américas ha estado a punto de fracasar, por el tema Honduras, pues los países de la UNASUR han dejado entrever su ausencia de esa reunión en Madrid si Honduras acude, por lo que, el Presidente Lobo ha tenido que declinar la invitación. Como que Honduras, se ha convertido, en el territorio donde se definirá la batalla continental entre la democracia y la plutocracia sostenida por las armas.
Los conjurados del 28 de junio del 2009, parecen ignorar o desconocer, que el golpe de Estado, es un peligroso precedente destructivo para las débiles democracias latinoamericanas, las que están fortaleciéndose y en proceso de evolución hacia expresiones directas y participativas. Si el experimento neo-golpista hondureño se consolidara, se estaría abriendo el camino para aventuras político-militares de ”nuevo cuño”, de las cuales estuvo plagada América Latina en el siglo XX. Ello explica, la posición de los países suramericanos y algunos centroamericanos. Dejar pasar tan deleznable hecho, es dar por bueno nuevas formas de mediatizar y secuestrar a la democracia, para asegurar los intereses geoestratégicos de economías metropolitanas y de grupos facticos criollos, estos últimos, enfocados en prevaler sus propios intereses, manteniendo el actual estado de cosas, cerrando a los pueblos los caminos de justicia social y las oportunidades para progresar y crecer en el desarrollo humano y económico.
Los países de América Latina, largamente castigados por golpes militares, tienen que asegurar que, esas fuerzas del atraso, adversarias de las transformaciones sociales, no reconquisten los espacios perdidos, por medio del “golpe estilo Honduras” que termine enterrando, la ya tormentosa construcción de la democracia latinoamericana.
El Presidente Lobo, no obstante sus evidentes acciones, para superar la catástrofe político-financiera heredada de la dictadura golpista, no solo en el plano nacional sino también en el internacional, ha tenido pobres resultados en sus esfuerzos, ante una nueva dinámica de la realidad latinoamericana, producto de la globalización de la democracia y la solidaridad regional.
El nuevo gobierno, con sus instituciones deslegitimadas por haber participado en el quiebre constitucional; continúa parcialmente aislado, con escaso soporte financiero internacional, rechazado por hermanos latinoamericanos, con un débil proceso de reconciliación y sin acuerdo social; factores que han constituido el marco de su soledad en estos primeros cien días.
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