La historia hondureña registra momentos de ardua lucha, como las múltiples batallas de Entepica, Lempira y Francisco Morazán por la defensa de la libertad, la tierra y los derechos de los pueblos levantados contra los conquistadores de todos los imperios; pero nunca como hoy -1º de mayo de 2010- el pueblo hondureño representado en sus trabajadores y trabajadores había dado una demostración tan contundente de conciencia política y social, de voluntad revolucionaria y acción combativa; pero, sobre todo, de UNIDAD frente al enemigo común que por siglos le ha oprimido.
La Gran Huelga bananera de 1954 fue el anuncio de que el coloso popular hondureño estaba por despertar; y hubo que esperar cincuenta y seis años para ese momento histórico: la oligarquía criolla, la ultraderecha y el imperio yanqui hoy saben que su tiempo de expoliación y latrocinio contra el pueblo hondureño y sus riquezas ha terminado. Las trabajadoras y trabajadores de Honduras nos encontramos unidos frente a los mezquinos que a sí mismos se han erigido como patrones, como rabiosos canes que pretenden arrancar a dentelladas la fuerza vital, el nervio, el músculo y la dignidad del pueblo.
Aunque no todo fue como quisiéramos, aunque faltó mucho de la energía que el FNRP ha mostrado en otras manifestaciones, aunque por ratos un silencio dubitativo recorrió la masa, lo cierto es que no todo el peso de la crítica debe recaer sobre los miles de caminantes que conforman la base de los sindicatos del país: de fondo están los modus operandi de la clase trabajadora y su dirigencia, acostumbrada a defender poco más que el contrato colectivo, sin alcanzar a transmitir a sus bases un verdadero civismo que trascienda más allá de la categoría de sindicalizado: un civismo que, de haberse construido en los años anteriores al golpe de Estado, habría facilitado la concretización de la imposible (hasta ahora) huelga general como instrumento de lucha. Lo cierto es que todos los gremios, todos los sectores –incluidos los artistas e intelectuales- nos encontramos enfrentados a la necesidad de redefinir nuestra existencia y participación en las luchas sociales.
Si este 1º de mayo depositamos la confianza en que serían únicamente los sindicalizados quienes debían dar brillo e ímpetu y consistencia a la movilización, cometemos el error de excluirnos como trabajadores y trabajadoras –empleados o desempleados-, en nuestro caso, de la cultura. Es la hora de asumir responsabilidades y reconocer que necesitamos superar los vicios que nos han separado históricamente, para sumarnos contundentemente al río popular: ahí anduvimos –reales, pero mezclados, invisibilizados, anónimos- los escritores, teatristas, músicos, historiadores, sociólogos, sicólogos, pintores, artistas visuales, cineastas, bailarines, antropólogos, economistas, cientistas, etc., artistas e intelectuales de todas las disciplinas, sin mostrarnos como una fuerza evidente que aporta al país y a la lucha no sólo la abstracción de un pensamiento, el color y sonido que muchas veces se toma como comparsa para amenizar el cierre de las marchas, sino también el pecho abierto ante los represores. Nosotros también producimos riqueza espiritual y económica para Honduras. Nosotros también hemos puesto angustia, lágrimas, sudor y sangre en esta lucha. También nosotros somos trabajadores y trabajadoras. También nosotros pudimos insuflar más alegría, más consigna, más fuego cívico a la manifestación de este 1º de mayo; y seguramente lo haremos, cuando avancemos un poco más en nuestro pensamiento y conciencia de lucha, cuando aprendamos a pasar de la crítica a la acción. En eso estamos.
Lo irrebatible es que por primera vez reconocemos al enemigo común y, aún con las debilidades propias de todo proceso incipiente, estamos construyendo nuestra unidad. Lo extraordinario es la confirmación de que todos y todas estamos trabajando en desarrollar nuestra conciencia y que aún los sindicalizados –a quienes no falta quien les achaque los vacíos anímicos que deslucieron la movilización- estamos trabajando en dar sentido real a la lucha unitaria: las tres centrales de trabajadores (la CGT, la CTH y la CUTH) declararon que están inmersas en el proceso de unificar sus fuerzas para consolidar una sola central de trabajadores. Ese es un inconmensurable avance que surge de la lucha misma del FNRP, del despertar de un pueblo que obliga a sus líderes a repensar sus prácticas, que nos obliga a todos a construir nuestro propio destino colectivo y humano, desde una crisis y coyuntura política que ahora es un proceso social de liberación. No se llega a la Plaza de la Revolución de la noche a la mañana, se necesita tiempo y vida, conciencia y lucha, pero vamos en camino.
Con toda seguridad, antes de que llegue el próximo 1º de mayo habremos avanzado en nuestra lucha, conciencia y acción, de tal manera que podamos decir como lo hicieron las hermanas y hermanos cubanos en su colosal, vibrante, alegre, colorida y potente marcha: “UNIDOS EN EL DEBER”.
De momento, mientras permanezcamos dentro del FNRP, somos la mayor fuerza política, la única capaz de enfrentar la avanzada oligárquica. Lo demuestran estos trescientos nueve días de lucha popular. Lo demuestra -¿por qué no?- los quinientos mil hondureños y hondureñas que en Tegucigalpa nos movilizamos en conmemoración de la lucha, vida y asesinato de los mártires de Chicago. Lo demuestra el legado que nos han transmitido los campeños del 54. Lo demuestran los compañeros y compañeras en huelga de hambre del SITRAUNAH. Lo demostramos los millones de “Resistentes” que en los cuatro puntos cardinales de Honduras gritamos: ¡Viva el 1º de mayo! ¡Viva la clase trabajadora! ¡Viva el Frente Nacional de Resistencia Popular!
Por la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente Popular, por el retorno incondicional del compañero Manuel Zelaya Rosales, por la refundación de Honduras: ¡Organizarnos-Formarnos-Movilizarnos!
Samuel Trigueros
Artista en resistencia
Fuente: Vos el soberano
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