sábado, 10 de abril de 2010

De memoriosos y desmemoriados

Por Víctor Manuel Ramos

Una de las posibilidades de la memoria es que nos permite recordar lo que nos conviene y, casi siempre, tenemos tendencia a borrar de ella lo que no nos conviene. En este fenómeno, los papeles, referentes a la memoria, jugados por los malos gobernantes y el pueblo, son diferentes. Los golpistas hondureños, que asestaron una puñalada trapera al pueblo el pasado 28 de junio, quisieran que se borraran, de la memoria de los connacionales, el golpe de Estado y sus consecuencias; es su más grande deseo que los rostros de los atracadores de la soberanía nacional se difuminaran hasta quedar en la nada, en la memoria del pueblo hondureño; que los nombres y los gritos angustiosos de los asesinados fueran completamente silenciados, que los caminantes no recordaran más el camino que conduce a las marchas de la Resistencia, que los constitucionalistas se olvidaran de la aspiración de construir una nación basada en una nueva Constitución hecha a la medida de las aspiraciones del pueblo hondureño, que ha OEA hiciera borrón y cuenta nueva.

Por esa pérdida de la memoria es que también, muchos mal nacidos que nos han gobernado, tienen su cordón umbilical enterrado en USA, andan armados con dos pasaportes, uno para desgobernar a Honduras y esquilmarla y el otro, para ir a gringolandia, a disfrutar de la plata que nos han robado; allá llevan a parir a sus mujeres y en ese país inscriben a sus hijos para asentarlos -por si las moscas sale la posibilidad de ser ministro, diputado o presidente-, más tarde, en el registro de Honduras.

Estos son los que han entregado eternamente al país, en contra de la voluntad popular. Reciente está el caso de Honduras cuando se convirtió, en palabras de Gregorio Selser, en porta aviones de los norteamericanos durante la guerra sucia en contra de Nicaragua; Selser va más allá, al calificar a nuestro país como republiqueta alquilada. Rosuco, incluso, llegó al colmo de pedir que USA considerara la posibilidad de convertirnos en su protectorado. Por eso quizá han sido muy pocos los cortos períodos en que realmente podemos decir que nuestros gobernantes han actuado con verdadera dignidad. Trataré de rescatar de la memoria algunos de esos momentos: durante la gesta morazánica, cuando Azcona se rehusó a recibir al embajador Yanquee, cuando Zelaya retrasó la ceremonia de presentación de credenciales del embajador Yanqui, cuando Zelaya pretende reconocer la soberanía popular preguntándole si quiere o no una Constituyente, en aplicación de los postulados de Jefferson, y cuando el pueblo se rebela y se constituye en Resistencia contra el golpe de Estado militar del 28 de junio, con el liderazgo de Zelaya.

Ese surgimiento de una nueva conciencia entre los hondureños, que les llevó a estar en las calles durante varios meses, sin fallar un tan solo día, fue lo que condujo a que la opinión internacional, colocada de parte del espíritu libertario de los catrachos en Resistencia, fue lo que condujo, repito, a torcerle el brazo a Micheleti, quien al final tuvo que ceder y salir por la puerta trasera de la casa de gobierno, posibilidad que quizás aprovechó para sacar la plata, que se dice sustrajo del presupuesto nacional, asunto sobre el cual la Fiscalía no mueve un dedo.

Algunos, con anteojeras, aún no se han percatado que somos una nación desde mucho antes de la independencia y que el pueblo siempre ha luchado por su identidad, a pesar de sus gobernantes. Y ahora, con el empuje de la Resistencia, es evidente, que la gran mayoría de los hondureños sentimos que somos una nación y que queremos un mejor futuro para nuestra patria y sus hijos. Y ese sentimiento en vez de ir menguando, como quisieran los desmemoriados, va en aumento: cada vez se suman más hondureños a la tarea de construir una Honduras mejor, incluidos empresarios patriotas. Todo esto mientras nuestros gobernantes siguen sin rumbo fijo, pues si todo lo que medianamente han logrado en cuestiones de relaciones internacionales se debe a las presiones de USA, ¿Qué podrán presenta al pueblo como logros propios?

Zelaya, en vez de hacerle daño a Honduras, le hizo el favor de abrirle los ojos al pueblo, a los trabajadores, a los campesinos, a los indios que fueron los olvidados de siempre. Les hizo descubrir que tienen una patria y que, como son la mayoría, pueden perfectamente decidir su destino e impedir que sean las cúpulas oligárquicas de siempre quienes usufructúen la riqueza nacional en su beneficio, olvidando al resto de la población en la miseria y la indigencia.

Es indudable que somos un país atrasado. Los organismos internacionales incluso nos han advertido de que en este año seremos el país con menor crecimiento en América, a pesar de que se dijo que el golpe Militar era para salvar a Honduras. Y todo este atraso debido, no andemos por las ramas, porque los empresarios hondureños, que como he dicho arriba se sienten más norteamericanos que hondureños, apoyándose en que controlan el poder, ni han desarrollado la industria nacional, ni han fortalecido las reservas nacionales e internacionales y han hecho, de este girón, un paraíso, en donde no pagan los impuestos.

Bueno, si no hubiera, Gabriel García Márquez, escrito Cien años de soledad, es aquí donde se habría inventado el realismo mágico, porque anda por ahí alguien que nos ofrece una solución fácil al problema de la pobreza. Alguien que ha revolucionado la Teoría de la bala de goma propuesta por Ramón Custodio. Se trata que ahora los fusiles no disparan balas de plomo, ni de goma, sino dólares. Como ven, parece que solo bastará pedirle a Álvarez que ordene, a sus policías y a los militares, no disparar más en contra del pueblo sino que hagan una tirancina al aire para que nos caiga una lluvia de dólares. Así, con tanta riqueza ganada tan fácilmente ¿qué bicho podrá picarnos?

Fuente: honduraselogoali.blogspot.com




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