jueves, 11 de marzo de 2010

Mapa analítico para la pelea por la democracia directa en América Latina

Por Bruno Lima Rocha

(politólogo radicado en el sur de Brasil) – blimarocha@gmail.com

Retorno a la contribución semanal de difusión teórica y de análisis político contemporáneo compartiendo un posible mapa analítico en el terreno concreto, donde los conceptos operacionales que empleo son aplicables. Hablo de categorías explicativas para discutir la profundización de la democracia directa y la participación del pueblo organizado en Latinoamérica. Para operacionalizar las formulaciones que tienen como objetivo permanente la construcción de un Poder Popular -que implique la radicalidad de la democracia elevada a su máxima potencia- el instrumental teórico se presenta en secuencia, mostrando elementos generalizables en la América Latina. Veamos estos elementos en forma de texto continuo. Si algunos de los argumentos parecen un poco obvios, desde ya hago la autocrítica, reafirmando que es casi imposible generalizar sin simplificar un poco.

Algo que nos une en el terreno de las sociedades de clases

La base de mis argumentos empieza con lo básico. La sociedad capitalista está dividida en clases, las sociedades de capitalismo periférico y semi-periférico de los países de la América Latina también se dividen en clases, con diferentes cortes, tales como el nivel de escolaridad, la élite posicional, la propiedad y formas de acumulación o de riqueza. Estos cortes pueden venir de distintos orígenes, tales como la financierización de la propiedad directa de medios o recursos estatales. Aún con esta división de clases, siguiendo los padrones contemporáneos del Brasil, las clases sociales serian subdivididas en A, B, C, D y E. Fuera de la clase A, las demás varían su posición frente a los poderes reales constituidos.

Hay elementos de trascienden el problema de clases si la categoría que las evalúa es solo la renta, y en todos los segmentos pasibles de ser organizados, hay posibilidad de ellos tengan sus minorías organizadas para la lucha social. La propia dimensión ideológica también trasciende la división de clases, pero esta división es fundamental para este tipo de combate. Esto se da porque clase implica antagonismo y conflicto, Para superar el inmediatismo de la táctica y de las urgencias siempre presentes, la lucha debe contener un marco estratégico y un largo plazo.

Por eso afirmamos que entre las sociedades latinoamericanas, existe un grado de unidad e identidad. Como todo concepto, signo, símbolo o referencia, la unidad e identidad están en disputa, y tiene diferentes significaciones. En el caso del Continente -aún admitiendo que el tema puede entrar en controversias- este analista se afilia a la tradición que asume que existe la disputa del concepto identitario y que existe América Latina. El contrapunto es afirmar que no existimos como una unidad mínima que se auto reconoce. Por supuesto que existen franjas sociales y sus intelectuales que son enemigos de la pelea actual así como fueron realistas en los tiempos de 1810.

Algunos ejes estructurantes

Pero, no porque tengamos altos grados de unidad desaparecen en forma mágica las distinciones entre nosotros mismos. En el Continente, las sociedades de clases de los países de la América Latina son desiguales entre sí, pero tienen algunos ejes y bases semejantes. Destaco dos como estructurales: No importando el grado de desarrollo económico, es alto el grado de informalidad y el desempleo es estructural; no importando el grado de desarrollo político, es alto el grado de insatisfacción con la democracia representativa. Las desigualdades extremas entre clases sociales es representativa en estas sociedades, existiendo también capas enteras de la población que son, o desproveídas o poco asistidas, en sus derechos básicos.

Frente a este cuadro, existen lugares de no-Justicia y territorios donde, por diversas razones –desde la insurgencia armada hasta el paramilitarismo– el Estado es visto con desconfianza, no presta asistencia a sus ciudadanos y muchas veces, el ente estatal opera como fuerza de ocupación. La no asistencia, la no-Justicia y la falta de derechos llevan a convertir en algo muy figurado la idea de nación como colectividad de semejantes, con ancestros y sentidos comunes. Ante este conflicto latente, la acción de los poderes de facto materializa el concepto de dividir para reinar.

Por lo tanto, la configuración de la actual sociedad de clases es fragmentada y fragmentante. Existe así una lógica estructural de la fragmentación social, actuando sobre las más diversas capas y sectores de clase. La fragmentación no es un fenómeno aislado ni localizado, es transversal a toda la sociedad. En consecuencia, los elementos de unidad son escasos y su posesión, un factor estratégico.

Esto se da, aún con la evidencia de que la mayoría de las poblaciones de la América Latina se encuentra en las clases más bajas (C, D y E). De este modo, los diferentes sectores de clase tienen dificultad en verse en forma unitaria, sus demandas tienen un costo político, organizacional y comunicacional mayor que en etapas anteriores del capitalismo. En la bipolaridad y en el periodo de las fronteras ideológicas, el costo represivo era mayor, pero en compensación, las sociedades de clases, siendo menos complejas, permitían el aumento del poder de presión y conquista de las clases subalternas.

Fragmentación que desune y dificulta la unidad del pueblo

La ausencia de mayor unidad en las clases más bajas facilita la dominación de hecho, aunque dificulte la institucionalización de la democracia representativa. Lo inverso también es válido, pues cuando hay mayor unidad en las clases más bajas, y hay interés estratégico, la democracia representativa puede ser o no reforzada por esta unidad de clases oprimidas. Entiendo que si hay demandas reales de división del poder de decidir, mientras se pelea por el reparto y aumento de bienes, riquezas y derechos, la forma burguesa de democracia se ve amenazada. Esta es una nueva categoría de la lucha contemporánea. Lejos de negar la lucha de clases, lo que hago es el ejercicio del reconocimiento de que esta nueva configuración de clases fragmentadas implica también formas nuevas en la lucha de clases, las que siguen existiendo, pero de forma más compleja que en el periodo anterior de la bipolaridad y de la industrialización.

Esta lucha de clases actual en la América Latina se ve permeada por temas de identidad, de formación nacional y étnica (con énfasis a los pueblos originarios), de territorialización; también de disputa por la concepción de democracia, con diferentes grados de violencia, con disputa de un proyecto nacional y otras formas de lucha asociadas (no subordinadas) a la lucha económica y reivindicativa. Este analista siempre parte del prepuesto de la no-determinación de una esfera (Económica, Política, Ideológica) sobre otra y defiende el análisis basado en la complejidad de la interacción estratégica.

En este contexto, el conflicto entre las formas de democracia directa con la democracia representativa está latente o ya deflagrado, una vez que los operadores de la política institucional tienen interés en desorganizar las entidades del tejido social-productivo de las clases bajas, aumentando su fragmentación y subordinándolo (al tejido y sus capas organizadas) a la política institucional. Esta gente tiene sus laboratorios de ideas en la academia de corte elitesco y colonizado. En este caso específico, al defender la democracia representativa como concepto válido, tanto la ciencia política hegemónica como el sentido generado en los medios corporativos (incluyendo sus “especialistas”) termina por hacer la fundamentación teórica de esta desorganización que viene desde arriba hacia los de abajo, en la medida en que estos centros de saberes ignoran el quehacer político, además de la democracia representativa y hasta cierto punto institucionalizada, como la política de consejos o mesas técnicas sin que existan formas de presión de tipo directa (como marchas, ocupaciones, piquetes, campañas, etc.).

La cultura política que auxilia a las oligarquías

Este es uno de los factores que hacen que con recursos políticos como el clientelismo, el fisiologismo, las prebendas y el patrimonialismo, sumado a la criminalización de la pobreza, sumado al conflicto entre los pobres y a la diseminación de la economía ilegal, todos ellos sean el combustible para alimentar el fuego de la desorganización de la sociedad ante el cambio profundo. En el rubro específico de la economía ilegal diseminada en villas, favelas, barrios, cantegriles, poblaciones, que es capitaneada por el tráfico de drogas de bajo costo, y fragmenta aún más el tejido social -en especial en las regiones cono urbanas y metropolitanas- disminuyendo la capacidad de los lazos que unifiquen el tejido social-productivo y reforzando un comportamiento político basado en la cultura individualista, parroquial y de cortísimo plazo. En este universo, el sentido común y la lógica de la supervivencia operan como barrera a la entrada de las ideas de transformación estructural de la sociedad.

En esta legitimación de la no-política cómo “única política democrática” válida, la acción de los medios corporativos, comerciales y de masas refuerza y acentúa este comportamiento político explicado arriba. Por los prepuestos de este analista, la esfera ideológica es considerada como estratégica para cualquier tipo de alteración social profunda. Así el trabajo comunicacional deja de ser subordinado a un determinado proyecto específico y utilitario y se hace la pre-condición de la disputa de hegemonía. O sea, sin victorias tácticas de relevancia en la Guerra de 4ª Generación, no hay siquiera posibilidad de victoria insurgente. No hay como incidir de forma profunda en ningún sector social sin la elaboración, difusión y cambio simbólico a partir de un discurso-síntesis. Tal discurso sólo puede existir en lo cotidiano de las mayorías desorganizadas a través de la acción comunicacional.

Discurso-síntesis y conclusión

La materia prima donde se materializa el Poder Popular necesita de la recomposición de este tejido social, realizada a partir de objetivos comunes y enemigos comunes, pudiendo reforzar o volver a crear formas actuales de lucha de clases. El empleo de los supuestos de la interdependencia de las esferas Económica, Política e Ideológica apunta a un análisis donde los diferentes temas confluyen para una posible nueva acumulación de fuerzas. Se superan así las premisas de una falsa polémica, porque las cuestiones que en teoría estarían separadas en el análisis y en el discurso practicado hoy se verían confluyendo a partir de la posibilidad de un discurso-síntesis y de una meta palpable a largo plazo (el Poder Popular a través de la Democracia Participativa, Directa, Sustantiva y Deliberativa).

Recrear estas formas de lucha de clases, practicando la lucha reivindicativa junto con la extracción de parcelas de poder bajo el control de la oligarquía a favor del pueblo organizado, puede implicar situaciones límite tanto para el sistema político como para la concepción de democracia representativa. Por eso es que este analista, dentro del rigor necesario, se ve también como parte del instrumental de incidencia hacia la radicalización democrática.

Así vamos contribuyendo con un granito de arena en el mundo de las ideas y de los análisis de mayor aliento. Lo que aspiramos es al aumento de participación de las mayorías y que se vayan dando formas reales para que los sectores de clases oprimidas tomen parte en las decisiones fundamentales de las sociedades concretas donde viven.

Bruno Lima Rocha es politólogo (phd), docente universitario y milita en el frente de medios del Elaopa.org

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