Galel Cárdenas
Circula por toda la prensa, toda una amalgama de analogías con el objetivo de explicar los torcidos caminos que escogió Roberto Micheletti para castigar al pueblo mediante el golpe de Estado propinado a Manuel Zelaya Rosales, y con el objetivo de satisfacer su desmedida ambición y su enfermiza ambición por el poder, el dinero y la vida de Rey, en un país tan pobre, que solamente somos menos indigentes dos veces que la nación más golpeada por la pobreza en Latinoamérica, como es Haití.
Roberto Miccheletti ha envilecido la nación, la ha convertido en un conjunto de naipes marcados, o de dados para el juego de azar donde se ganan o pierden fortunas inmensas como si todo fuese contaminado por el brillo del oro y su deleznable suciedad monetaria.
Hemos sido conducidos por el alma de la perversidad hacia la vileza, la infamia y la ignominia, arrastrados por un megalómano paranoico y esquizofrénico que, al modo más peculiar de cualquiera de los modelos de los dictadores latinoamericanos, se convirtió de la noche a la mañana, en el dueño de vidas, haciendas y dignidades, aupado como un personaje titiritesco, por la fuerza de las armas, del dinero, de la industria y de la iglesia.
Se convirtió en un santiamén en el becerro de oro, aquel objeto de adoración que en la historia del Moisés cristiano, servía de instrumento orgiástico, mientras el dirigente del pueblo conversaba con Dios para presentar la Ley de la Justicia que vendría a imponer una igualdad, un respeto, un derecho a la vida, en fin, unas normas morales y éticas, que precisamente en nuestra dictadura sietemesina las ha quebrantado con todo el vigor que otorgan el odio y el desprecio por un pueblo, dictadura demente, maniática, que sólo es posible cuando la élite económica, judicial, militar y política, haciendo uso de todos los anti valores, impuso a sangre, fuego y muerte, un castigo dictatorial a un pueblo noble, trabajador, luchador y digno.
Según la historia religiosa, el becerro de oro, fue un ídolo, un falso dios que fue adorado por aquellos líderes ambiciosos, faltos de fe y de dignidad, más aún, faltos de convicción y compromiso ante la idea de la bondad, la generosidad y el respeto a la vida humana en todas sus dimensiones.
Según la iglesia luterana, en las diversas experiencias vividas por el pueblo hebreo en su camino a la liberación, se encuentra con el Becerro de Oro, objeto demoníaco que bifurca la meta correcta de la liberación, para entregarse a la orgía de todos los vicios correspondientes como la gula, la ambición desmedida, la vanidad deshumanizada,etc.
Dice esta iglesia luterana que: La actitud de Moisés frente al Becerro de oro, nos revela la claridad revolucionaria frente a las desviaciones de un sector de la población, que fácilmente es arrastrado a repetir prácticas de opresión, esclavitud y desprecio por la vida misma.
La élite hondureña, el poder fáctico nacional, esclavistas de antaño, torturadores de hogaño, añoran la mano del amo que siempre los ha dirigido hacia la oscuridad y la maledicencia, el dios del dólar y el oro manchado por sangre y humillaciones, arrancados de la entraña del pueblo digno y valiente.
El Becerro de Oro, es Roberto Micheletti, director de la orgía en la fiesta y el disfraz, donde se reparten el botín llamado gobierno represivo y reservas monetarias hondureñas. Toda la claque vulgar y tenebrosa aplaude sus más descabelladas formas de opresión y tenebrosas órdenes de represión, tortura y muerte.
El Becerro de Oro rueda, tintinea, grita o llora,, entra, sale, se emborracha, ríe como el saltimbanqui oprobioso y deleznable, ante un sector de la población que ha sido comprado como una vulgar mercancía indigna y asquerosa.
Por eso, tal como Moisés señaló, el Becerro de Oro, será convertido en polvo, el día en que el Frente Nacional de Resistencia Popular, triunfe con la más aplastante y entusiasta victoria que el pueblo, perseguido y humillado, construya en las urnas expresando: muerte al Becerro de Oro y a sus alimañas perversas convocadas un día por el aquelarre de todos los demonios.
Finaliza la declaratoria de esta iglesia: Y también la iglesia se ve infiltrada por el b becerro de oro. Y surge el pastor empresario y convierte los templos en mercados; y se venden las oraciones y se vende todo. Se vende la conciencia. Ella es la mercancía más valiosa. La religión del becerro de oro olvida, niega, rechaza la religión del camino por el desierto. Deja de ser la religión de los luchadores y se vuelve religión de los amos, la del faraón, de Baal, de los imperios.
Cuando el becerro de oro ilumina nuestros corazones hemos dejado de ser pueblo y nos hemos convertido en esclavos, consumidores del mercado, en seguidores de ídolos. Con la confianza en que nuestro pueblo quebrará como Moisés el becerro de oro, seguiremos hacia el camino de la liberación.
Amén, expresa la Iglesia Luterana, y yo sólo transcribo esa visión.
Fuente: Vos el soberano
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