Juan Ramón Saravia
Desde hace 15 días, van y vienen mensajes en que los remitentes les desean a los destinatarios un próspero año nuevo. La crisis económica -que no es culpa de los países pobres- ha triplicado la miseria en todo el mundo; sólo los ricos tendrán un próspero año nuevo. En las actuales circunstancias, llamarle próspero al año 2010 suena más a humor negro -a cruel ironía- que a genuina esperanza. Pero ese equívoco no es culpa nuestra: La todopoderosa maquinaria comercial nos ha “educado” así, y ya sabemos que la costumbre hace ley.
¿Cómo podría ser próspero el año 2010 cuando las guerras imperiales tienen incendiada la quinta parte del mundo, y las otras cuatro partes están en calidad de rehenes?; ¿qué prosperidad va a depararnos el infernal e inexorable calentamiento global que multiplica los desiertos y eleva el nivel de los mares, por lo cual desaparecerán varios países? Y eso también es culpa de los negocios transnacionales. Hablando de Honduras, ¿es lógico repetir la frasecita de “próspero año nuevo” en el marco de la brutal dictadura que sufrimos? Hay tanto sicariato y tanto uniformado con ganas de dispararle al pueblo, que no es exagerado decir que muchos ciudadanos podrían no llegar a ver los albores del año nuevo; quien lo dude, consulte la lista de los asesinados en los últimos 30 días.
Si en Honduras continúan en el poder los golpistas y sus aliados, es claro que por muchos años no podremos utilizar el concepto de próspero año nuevo pues el golpe de Estado asestó un zarpazo fulminante contra todos los planes y programas de desarrollo que Mel Zelaya había implementado para reactivar y humanizar la economía nacional y para desarrollar la producción de bienes agropecuarios. El 28 de junio los golpistas acabaron con la Ley de Trasparencia, desde entonces los sempiternos delincuentes de sangre azul andan que no caben de la dicha metiéndole mano al tesoro del Estado. Los golpistas, al pisotear, escupir y quemar (con furor de Santa Inquisición) la consulta de la Cuarta Urna, aniquilaron el espíritu de la Ley de Participación Ciudadana, la única posibilidad que tenía el pueblo para convertirse en verdadero elector y árbitro de su propia Historia; desde el 28 de junio hemos regresado a la triste condición de títeres de los Estados Unidos.
No podemos hablar de próspero año nuevo si ya sabemos que la fórmula que Mel había establecido para regular la voracidad de los distribuidores de los combustibles tiene las horas contadas: De un día para otro los precios podrían subir hasta las nubes para gloria y honra de los “gasolineros” nacionales y transnacionales.
Se me ocurre preguntar:
1. ¿Qué pasará con la matrícula que Mel había vuelto absolutamente gratis en los institutos oficiales de educación?
2. ¿En que quedará la canasta básica de los trabajadores más pobres? Mel había incrementado el salario mínimo, pero ya se anuncia una nueva negociación; pensar que los empresarios van a respetar o a mejorar lo establecido por Mel Zelaya es pensar que los chanchos vuelan.
3. ¿Cuál será el desenlace del asunto Palmerola? El Pentágono está sembrando de bases militares en el continente americano, ¿Cree usted que José Lobo se atreverá siquiera a insinuar la conversión de esas instalaciones en aeropuerto civil?
4. El Gobierno de Mel regalaba el servicio de energía eléctrica a quienes consumían menos de 300 kilovatios; eso beneficiaba a 600,000 familias. ¿Van a respetar ese subsidio quienes ya están pensando en privatizar la ENEE?
5. ¿Será racional esperar que los crímenes y demás delitos cometidos por los golpistas vayan a ser castigados, si quienes deberían aplicar la justicia son socios de los acusados?
6. Mel había acabado con el negocio monopólico de la venta de armas; ahora que estamos en “democracia” es fácil imaginar en qué parará ese explosivo asunto,
7. ¿En qué va a parar la ayuda solidaria para las familias depauperadas de tierra adentro, y especialmente para la madre solteras?
Hay que decirlo claramente: Estamos a merced de los empresarios golpistas, que harán fiesta con el índice general de precios; estamos a merced de un inefable Poder Judicial que sólo sabe decir SÍ a los ricos y NO a los demás; estamos a merced de unos padres de la patria que -con las excepciones de rigor- se comportan peor que padrastros violadores; estamos a merced de los escuadrones de la muerte; estamos a merced de las compañías térmicas, que seguirán sin tregua chupándonos la sangre; estamos a merced de un Ejército y de una Policía para los cuales el enemigo es el pueblo hondureño; estamos a merced de la xenofilia oficial: Cuando Washington estornuda al gobierno hondureño le da gripe; seguimos a merced de los que se enriquecen ad infinitum vendiéndole al gobierno de Honduras productos farmacéuticos defectuosos o casi vencidos; en fin, seguimos a merced de quienes están convencidos de que los pobres no tienen derecho alguno.
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