Parecería sencillamente que para ciertos medios informativos del mundo, nada anormal, extraño y sucio aconteció en suelo hondureño desde junio del 2009.
En esa fecha el presidente constitucional Manuel Zelaya fue secuestrado a balazos de su residencia y remitido en un avión a Costa Rica, al tiempo que el control del país pasó a manos de las fuerzas armadas y de grupos y personeros de ultraderecha quienes de inmediato desataron violenta represión.
Da la impresión de que tampoco tales voceros desean recordar el rechazo masivo que a escala global recibió la asonada hondureña ni mucho menos la heroica y sostenida resistencia de un pueblo que dio las espaldas a los golpistas y rechazó las fraudulentas elecciones.
También reclaman justicia contra los usurpadores del gobierno, ha entregado numerosos mártires y reafirma no habrá connivencia con los asesinos y violadores de la constitucionalidad, por cierto, totalmente exonerados de culpa por las nuevas autoridades.
Lo cierto es que el gobierno de Lobo semeja más que todo el grueso cortinaje tras el cual se pretenden esconder sonadas y criminales culpas.
Una pared levantada con toda premura por los intereses que quieren la preservación en Honduras de los filones imperialistas, y votan por dejar correr el tiempo y las circunstancias para convertir los pasajes incómodos en historia muerta.
De hecho, no faltan analistas quienes subrayan que con esas indecentes intenciones actuó todo el tiempo Washington ante el golpe de estado hondureño y la figura del prepotente y desafiante Roberto Micheletti, desde las primeras horas de la asonada hasta hoy.
Salvo algún que otro comentario de ocasión, la Casa Blanca se desligó por completo de las tronantes críticas y de las acciones de condena registradas a escala global contra el régimen de facto.
Todo el tiempo EE.UU. maniobró en busca de una “solución” que dejara intactos los propósitos y resultados de la asonada, a saber, represión y cerco del movimiento popular, alejamiento de Honduras del ALBA, golpe a las tendencias progresistas en el hemisferio y reafianzamiento de la dependencia de Tegucigalpa con respecto a la potencia del Norte, entre otros objetivos.
Seguramente por eso en su toma de posesión, ante miles de militares y con la casi total ausencia de estadistas e invitados internacionales, Porfirio Lobo tuvo palabras especiales de elogio y agradecimiento para la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y para la embajada norteamericana en la capital hondureña.
La tarea de Lobo, aducen ciertos medios de prensa, será en lo adelante “recomponer a Honduras y restablecer sus nexos externos.” Desde luego, pueden existir en el mundo desmemoriados que en breve pasen por alto cómo se produjo esta aventura, muy ilustrativa de la “democracia occidental”.
Para otros, sin embargo, el hedor a fraude y doblez va a existir siempre, como también seguirá siendo firme y fiel el compromiso con el luchador y digno pueblo de Honduras.
*Servicio Especial de la AIN
Fuente: www.rebelion.org
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