Efrén Falcón
“Una clase media políticamente ignorante es como una flor sin pétalos”. Indalecio Tuna Trauber
La salud no es la única tragedia continua en que se ahoga la sociedad hondureña. Hay una tragedia paralela que se interpone brutalmente, en un círculo abyecto, entre nosotros y nuestros sueños de un país mejor, esa tragedia es la ignorancia.
La ignorancia es la tragedia capital de nuestra historia, y de nuestro presente. Honduras es un país de ignorantes. No es cuestión de grados universitarios o de educación media; ni siquiera es un problema de haber o no cursado la primaria. De hecho, a pesar que los indicadores de desarrollo humano del país no mejoran, el acceso a la educación sí ha mejorado ostensiblemente en las últimas dos décadas, en todos los niveles. Pero no es suficiente, y es que tampoco es un problema privativo de la mediocridad de nuestro sistema de enseñanza. Aunque no siempre se vea claro, nuestra ignorancia está íntimamente ligada con algo más que la inteligencia, el ambiente familiar, la aptitud o el estrato socioeconómico. Entre egresados de la misma carrera, de la misma universidad y con los mismos maestros, encontramos profesionales de tan diferenciado nivel porque lo que hace la diferencia es la actitud. Y a veces, la actitud lo es todo.
Si bien es cierto que en algún grado, y respecto a algún tema, todos somos ignorantes, hay áreas de la vida, esenciales, ante las que una persona decidida a superarse constantemente no puede permanecer ajena. Una de esas áreas ―vitalmente ligada al desarrollo de una nación― es la política. ¿Cuántas veces ha escuchado usted la increíble frase: yo no me meto en política, o, la política es para los políticos, o peor aún, todos los políticos son iguales? De ahí que profesionales connotados y exitosos, graduados con honores y de probada vocación, permanezcan ignorantes a lo largo de su vida, a pesar de sus logros, y a pesar de sus títulos.
No es cuestión de la UD, del Partido Liberal o del FNRP. El pueblo hondureño, en general, no es mayoritariamente conservador por una decisión intelectual, fruto de profundo análisis o de estudio. Nuestro pueblo es esencialmente conservador porque es un pueblo políticamente ignorante, y ante la oscuridad, el camino que se ve más seguro será el elegido. Y no es cuestión de izquierdas o de derechas, porque cada pueblo debe construir su camino, libre y soberano, pero ello requiere de un pueblo decidido y consciente. Y es que engañar a un ignorante no conlleva hazaña alguna; ha bastado con que los medios de comunicación funcionen como herramientas de poder, y que las distracciones circenses cumplan su función, para que la patarata de democracia que nos han montado ―por décadas― nos mantenga desinformados, confundidos y ajenos a nuestra trágica realidad.
La ignorancia política, regida por la carencia de una cultura política o de ―al menos― alguna educación política, es una tragedia difícil de medir; sin embargo, se le considera lapidaria para una sociedad moderna. Esto bastaría para explicar por qué la clase política nacional es de tan baja estopa; por qué los partidos políticos están llenos de vividores, mediocres y oportunistas; y por qué, a pesar de la dolorosas lecciones que nos está dejando el golpe de Estado de 2009, parece que los hondureños todavía no estamos preparados para tomar las riendas de nuestro futuro. «Somos ignorantes, contra viento y marea, lo bueno es que no nos damos por enterados.» Amén.
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