Armando García
¡Atención, mucha tensión…, amigos de la afición de sol y de los tendidos preferenciales! ¡Atención, mucha tensión, fanáticos de la literatura y lugares circunvecinos…! ¡Atención Honduras…, se movió…, se movió…, se movió…, se ha movido la pelota! Helen Umaña, esa gran crack de las letras nacionales, acaba de mandarse un trallazo al mero marco. Ha metido —con una jugada magistral y con la ayuda de la mano de Dios— la de gajos ahí por donde tejen el nido las arañas. Por más de seis años, esta centro delantero de la literapuya y de las canchas nacionales dribló datos, cotejó nombres, espigó, granó y descartó broza, hasta abrir habilidosamente el marcador con un su libro motejado, a esta altura del partido: La garra catracha (literatura y fútbol). Antología, recién salido del horno.
El libro está preñado de fútbol, visto como fenómeno cultural interrelacionado. No faltan, pues, los centros delanteros de la caricatura: el ñurdo Allan McDonald; el perico Roberto Ruiz; el patepluma Banegas; el volante creativo Luis Chávez y el dueño de la media cancha Omar Pinto. También está el maestro de maestros Miguel Ángel Ruiz Matutte, haciendo fintas desde la portada. Sin faltar, para deleite de los lingüistas, el acopio de frases majaderas, santificadas por la baba de locutantes, locutores y señorones de la televifutnovelera de la dedocrática respública de Corruptonia.
Bajo los tres postes, los polifuncionales de las letras nacionales: Desde Daniel Laínez, que nos recuerda el juego de pelota de trapo, barranca y arrabal, a José Alvarado Cálix Rodríguez y su utopía futurista. De Ángela Valle (enamorada del portero) a Eduardo Bähr, desentrañando la guerra futbolera de las cien horas del 69. De Milagro Fernández (con un delicioso relato para niños de 7 a 100 años) a Rafael Murillo Selva, ya nostálgico de sus años mozos o reflexionado sobre las implicaciones sociológicas del fútbol. De Galel Cárdenas con su suicida fanático, a Mario Gallardo analizando la llama de todos los poros en esa fiebre sin fin. Del experto director técnico Julio Escoto, aprendiendo fútbol en los linderos de la adolescencia, a Samuel Espinoza y su nostalgia de los tiempos idos del fútbol-machete, tacos de clavo y pelota de teta. Desde Teofilito desinflando la número cinco en la testa del Señor Presidente Constitucional de la República, a Jorge Medina García, con una disección de las picardías tras la cortina de humo y las candilejas radiales y televisivas de esa maquila sin chimeneas del balompié profesional(mente manipulado).
Y así podríamos seguir hasta el minuto noventa. Pero dejamos balón al viento para que usted complete nombres al leer esta antología de la garra catracha. Pero antes de que nos saquen tarjeta amarilla (¡y vea, de perdidos, si no la roja!, porque nunca se sabe con esos árbitros vendidos) queremos decir que la obra contempla un maravilloso tiempo extra con una tetrapleta de legionarios internacionales, nada más y nada menos que Tatiana Proskouriakoff ilustrándonos sobre el juego de pelota precolombino y dos hombres en punta, Roque Dalton y Eduardo Galeano, desmontando esa escaramuza del 69 que dejó, tanto fuera como dentro de la cancha, una tendalada de más de seis mil muertos. Y, sobre todo, amigos, antes del pitazo final, Helen Umaña incluye al gran maestro del periodismo universal Ryszard Kapuscinski, quien nos vuelve a apabullar con su electrizante crónica, llena de pasión y sentido humano, de esa reyerta que él, justamente, llamó «Guerra del fútbol».
No podemos dejar por alto la jugada magistral de la contienda. Helen Umaña deja constancia de una de las raíces del fútbol y, a la vez, de un tronco de nuestra identidad nacional al insertar una síntesis, fragmentos e ilustraciones del juego de pelota, según se muestra en el Popol Vuh, libro sagrado mesoamericano que, como amante de turno, deberíamos andar en la punta de la lengua.
Bueno, y como decía un argentino, ¡a leer, caballeros, porque se acaba el mundo! A sudar la camiseta de lector, único antídoto para meterle goles a la ignorancia e impedir que caigamos en la alienación de quienes ven el mundo como pelota, olvidándose que el juego sólo es una de las facetas de lo humano. ¡Gol….! ¡Gool…! ¡Goooll! ¡Goooolll! ¡Goooooolllll!... ¡Larga vida a usted, querida Helen, por este golazo de dignidad!
Florencia/Sudáfrica/Olanchito
19 de junio de 2010
¡Atención, mucha tensión…, amigos de la afición de sol y de los tendidos preferenciales! ¡Atención, mucha tensión, fanáticos de la literatura y lugares circunvecinos…! ¡Atención Honduras…, se movió…, se movió…, se movió…, se ha movido la pelota! Helen Umaña, esa gran crack de las letras nacionales, acaba de mandarse un trallazo al mero marco. Ha metido —con una jugada magistral y con la ayuda de la mano de Dios— la de gajos ahí por donde tejen el nido las arañas. Por más de seis años, esta centro delantero de la literapuya y de las canchas nacionales dribló datos, cotejó nombres, espigó, granó y descartó broza, hasta abrir habilidosamente el marcador con un su libro motejado, a esta altura del partido: La garra catracha (literatura y fútbol). Antología, recién salido del horno.
El libro está preñado de fútbol, visto como fenómeno cultural interrelacionado. No faltan, pues, los centros delanteros de la caricatura: el ñurdo Allan McDonald; el perico Roberto Ruiz; el patepluma Banegas; el volante creativo Luis Chávez y el dueño de la media cancha Omar Pinto. También está el maestro de maestros Miguel Ángel Ruiz Matutte, haciendo fintas desde la portada. Sin faltar, para deleite de los lingüistas, el acopio de frases majaderas, santificadas por la baba de locutantes, locutores y señorones de la televifutnovelera de la dedocrática respública de Corruptonia.
Bajo los tres postes, los polifuncionales de las letras nacionales: Desde Daniel Laínez, que nos recuerda el juego de pelota de trapo, barranca y arrabal, a José Alvarado Cálix Rodríguez y su utopía futurista. De Ángela Valle (enamorada del portero) a Eduardo Bähr, desentrañando la guerra futbolera de las cien horas del 69. De Milagro Fernández (con un delicioso relato para niños de 7 a 100 años) a Rafael Murillo Selva, ya nostálgico de sus años mozos o reflexionado sobre las implicaciones sociológicas del fútbol. De Galel Cárdenas con su suicida fanático, a Mario Gallardo analizando la llama de todos los poros en esa fiebre sin fin. Del experto director técnico Julio Escoto, aprendiendo fútbol en los linderos de la adolescencia, a Samuel Espinoza y su nostalgia de los tiempos idos del fútbol-machete, tacos de clavo y pelota de teta. Desde Teofilito desinflando la número cinco en la testa del Señor Presidente Constitucional de la República, a Jorge Medina García, con una disección de las picardías tras la cortina de humo y las candilejas radiales y televisivas de esa maquila sin chimeneas del balompié profesional(mente manipulado).
Y así podríamos seguir hasta el minuto noventa. Pero dejamos balón al viento para que usted complete nombres al leer esta antología de la garra catracha. Pero antes de que nos saquen tarjeta amarilla (¡y vea, de perdidos, si no la roja!, porque nunca se sabe con esos árbitros vendidos) queremos decir que la obra contempla un maravilloso tiempo extra con una tetrapleta de legionarios internacionales, nada más y nada menos que Tatiana Proskouriakoff ilustrándonos sobre el juego de pelota precolombino y dos hombres en punta, Roque Dalton y Eduardo Galeano, desmontando esa escaramuza del 69 que dejó, tanto fuera como dentro de la cancha, una tendalada de más de seis mil muertos. Y, sobre todo, amigos, antes del pitazo final, Helen Umaña incluye al gran maestro del periodismo universal Ryszard Kapuscinski, quien nos vuelve a apabullar con su electrizante crónica, llena de pasión y sentido humano, de esa reyerta que él, justamente, llamó «Guerra del fútbol».
No podemos dejar por alto la jugada magistral de la contienda. Helen Umaña deja constancia de una de las raíces del fútbol y, a la vez, de un tronco de nuestra identidad nacional al insertar una síntesis, fragmentos e ilustraciones del juego de pelota, según se muestra en el Popol Vuh, libro sagrado mesoamericano que, como amante de turno, deberíamos andar en la punta de la lengua.
Bueno, y como decía un argentino, ¡a leer, caballeros, porque se acaba el mundo! A sudar la camiseta de lector, único antídoto para meterle goles a la ignorancia e impedir que caigamos en la alienación de quienes ven el mundo como pelota, olvidándose que el juego sólo es una de las facetas de lo humano. ¡Gol….! ¡Gool…! ¡Goooll! ¡Goooolll! ¡Goooooolllll!... ¡Larga vida a usted, querida Helen, por este golazo de dignidad!
Florencia/Sudáfrica/Olanchito
19 de junio de 2010
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