viernes, 11 de junio de 2010

Hagamos como que…


Los hondureños y las hondureñas no terminamos de presenciar una especie de escenificación teatral donde lo importante es que las cosas parezcan aunque no lo sean. Así es como han funcionado todo desde de la declaración de la “independencia” cuando a aquellas generaciones les hicieron festejar eufóricos y como suyo tal acontecimiento, aunque no fuera más que un acto en el que quienes ejercían el poder, dejaran de hacerlo en nombre del Rey para hacerlo por cuenta propia. Así hemos pasado décadas y siglos bajo un velo de apariencias y engaños.

Hace unas décadas nos dijeron de manera rimbombante que nos habíamos inscrito en el concierto de las naciones civilizadas al haber adoptado la democracia como el mecanismo para la toma de las grandes decisiones. Antes del gobierno de Manuel Zelaya, sólo unos cuantos “despabilados” se “desgalillaban” diciendo que eso no es más que un remedo de democracia, donde muchos votan pero sólo unos pocos deciden.

En el pasado reciente, en la más agria de las escenas, quisieron hacernos creer que nuestra “democracia” estaba en gravísimo peligro, amenazada por Hugo Chávez y su “dictadura comunista y diabólica” y que había que salvar la patria de semejante amenaza. Para evitar que el acto de “salvamento” se viera como un golpe de estado, urdieron una maraña de legalismos y pusieron un civil en la presidencia para que guardara la apariencia, pero que gobernara en una especie de conciliábulo con los militares, las viejas argollas políticas, las cúpulas empresariales y religiosas y la derecha internacional. Para que la democracia quedara bien “afianzadita”, había que acallar a quien opinara lo contrario a punta de palo, gas y “balas de goma”.

Hecho esto, era el momento de pasar a la siguiente escena, consistente en hacer como que hubo elecciones libres y pluralistas. La campaña electoral bajo estado de sitio y toques de queda selectivos, el cierre de medios de comunicación, los garrotazos y gaseadas a quienes consideraran ilegales tales comicios y se negaran a participar en ellos, tenían que quedar detrás de los telones. El pueblo debía creer que un acto como el del 28 de junio no un interrumpe el hilo constitucional y que las situaciones derivadas de ese acto se remiendan continuando con la secuencia de elecciones cada 4 años aunque a quien haya resultado electo en las elecciones anteriores se le haya cercenado su gobierno a punta de balas. Lo importante es que creyéramos que efectivamente hubo elecciones libres y no sólo libres, si no las más concurridas de la historia “democrática” del país.

Pasada tal escena llegó el momento de hacer como que hay un presidente. Un presidente que nunca tuvo que ver con la conspiración contra Zelaya, que es neutral y conciliador, que ejerce el poder y que toma decisiones. Para que la repartición de su gabinete, sobre todo entre figuras vinculadas al golpe, no diera la impresión de que se trata de un presidente a medias, ni que el golpismo conserva su poder y le ha trazado una raya que no debe traspasar, había que envolverlo en un discurso dulzón, de paz, unidad y reconciliación nacional. La última escena parece estar orientada a eso, a que parezca que el presidente está distanciado con los golpistas, que no tiene compromisos con ellos, de tal manera que el pueblo y la comunidad internacional crea que efectivamente está en el centro y que si tiene problemas, es con los extremistas de ambos lados. Y así, los cerebros y estrategas de la manipulación de las masas, seguramente le irán agregando a su guión las escenas que consideren necesarias.

Afortunadamente los telones de ese teatro se han ido deshilachando de tal manera que ya se puede ver lo que pasa detrás de ellos.

Las cosas tendrán que cambiar cuando irrumpa en ese escenario esa fuerza popular que se ve decidida a desbaratar semejante montaje y a tomar su legítimo papel como protagonista de la historia nacional.

Wilfredo Godoy Sandres.

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