Viene el Lobo y no sé si ponerme la cámara o la pancarta. Viene el presidente de Honduras y rey de las bajezas. Viene a gastos pagos, de buen rollo, como el que no ha matado, como quien no es golpista, con el repugnante argumento del tiempo transcurrido y los cerebros a otras cosas. Y temo que de tanto decir que venía, de tanto contar que en Honduras acabarían por imponer un gobierno ilegítimo, acabe de llegar, nos la cuele a todos y a nadie le importe.
Recuerdo el día en que me explicaron en qué consistía la doctrina Estrada. Lo recuerdo porque no fueron tantos los días de facultad en que aprendí algo y porque me pareció una genialidad y una anomalía. Los gobiernos, que continuamente dicen y declaran, que pontifican a cada paso, guardan silencio por una vez y, de forma discreta, deciden tener o no relaciones con otros gobiernos.
Cuando España, que aplica la doctrina Estrada, no se encaró con los golpistas hondureños, no me inquieté. Pensé que les haríamos el vacío que dejaríamos saltar el contestador cuando llamaran ¿Qué importancia tiene honduras más allá de la simbólica? Pensé que el gobierno vería una ocasión de apuntarse un tanto ideológico sin apenas coste estratégico o económico. Pero había olvidado que nos gobierna la derecha. La de toda la vida, sin paliativos, por más igualdad y matrimonio homosexual que vendan. De modo que el tanto ideológico era justo el opuesto al que yo tenía en mente.
Ahora viene el Lobo que consiguió cargarse la doctrina Estrada en el país donde se inventó -México, por cierto-. Y lo consiguió porque estamos en lucha, y en tiempos de lucha no hay concesiones ni sutilezas que valgan. Calderón rompió el silencio -la nomenclatura musical es totalmente casual- y reconoció el gobierno liberal y golpista de Lobo. Ahora el Lobo está a las puertas de España, con su carnet de librecambista para reunirse con los adalides de la democracia.
De natural soy más dado a la cámara que a la pancarta pero, por esta vez, haré una excepción, pero sólo porque estamos en lucha, sólo porque estamos a punto de conseguir que el mundo sea otra cosa.
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Fuente: blogs.tercerainformacion.es
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