Juan Antonio Martínez H. Fue acertada la apreciación publicada en nuestro anterior artículo, “La misma mona en diferente rama”, cuando asumimos que sólo faltaba por confirmar el nombramiento de Romeo Vásquez Velásquez en la Gerencia de Hondutel como insistentemente se rumoreaba , para completar la nómina de los principales golpistas, incrustada en la estructura administrativa del presente gobierno que rectora Porfirio Lobo.
Este nombramiento, hecho público el día de ayer, es el corolario de otra “brillante jugada” de don Pepe en su ajedrez político, para premiar con creces, la participación protagónica que tuvo el referido oficial, en el golpe de Estado del 28 de junio anterior, al igual que lo hizo con Vilma Morales, Arturo Corrales, Mirna Castro y otras figuras relevantes de la pasada “dictadura constitucional”. Lo que evidencia claramente, que este régimen es la continuidad del anterior, en una versión maquillada.
No es como, candorosamente lo afirmó Juan Ramón Martínez, en su artículo “El castigo de los constitucionalistas”, donde da a entender que la destitución del general Romeo Vásquez Velázquez de su cargo como comandante del Estado Mayor Conjunto de las FF.AA., es una sanción para una persona que, desobedeciendo a Zelaya, tuvo que hacer lo que hizo en defensa de la Constitución de la República y que, dicha medida “tiene un discreto sabor a venganza rural”.
Ni tampoco, la destitución del aludido oficial obedeció a un condicionamiento para restablecer las relaciones con la comunidad internacional y los organismos de crédito, como falsamente se ha venido especulando, más bien la acción del presidente Lobo fue una jugada de distracción, mientras más naciones se sumaban a la lista de las que reconocían su gobierno como legítimo. Y, cuando negó, en su momento, que Romeo era el elegido para la gerencia de Hondutel, solamente fue un burdo remedo de la antífrasis, que es un modo de expresar lo contrario de lo que se piensa.
Sean cual fueren las motivaciones que tuvo el presidente Lobo para premiar la incondicionalidad de Romeo al grupo elitista que planificó y ejecutó el golpe en contra de la institucionalidad democrática de la nación, la noticia de su nombramiento en la gerencia de Hondutel, generó un sentimiento de frustración, amargura e impotencia entre los hondureños, que ven en esta decisión, una burla a los anhelos de justicia para los mártires de la democracia que cayeron víctimas de la fiera represión militar, atribuida a Vásquez Velázquez.
Ahora más que nunca queda claro, que Lobo jugó muy bien su guión en la comedia golpista, por un lado, alentando a los dirigentes, en especial a su candidato presidencial, al ritual suicida del “harakiri”, es decir autodestruirse conspirando contra los mismos liberales y por otra parte, empujando la solidaridad de su partido a la conspiración, pero sin dejar ver su rostro, en otras palabras, “tira la piedra y esconde la garra”. Ahora, igualmente, juega a que la comunidad internacional reconozca su gobierno y a la vez, con el consabido cuento de la conciliación, llena su gobierno de golpistas.
Pero con el nombramiento del general Romeo, la estrategia política de don Porfirio Lobo raya en el cinismo; por un lado sonriéndole a las naciones democráticas del mundo, con su carita de inocente criatura como diciendo “mamá yo no fui” y por el otro, arropando con un manto de impunidad a los autores materiales del golpe militar y no sólo eso, premiándolos con las mejores posiciones burocráticas, por haber contribuido, directa o indirectamente, a allanarle el camino a Casa Presidencial.
Piensa don Porfirio que, con estas acciones, difuminará la controversia y que su gobierno se prestigiará con la aureola de reconciliación, que a toda costa quiere imprimirle, sin importarle que todavía esté fresco, en la memoria del pueblo hondureño, la salvaje represión golpista que propició la pérdida de vidas, la tortura, las violaciones a los derechos humanos y atentados contra la libertad de prensa y locomoción.
Y más aun, esa barbarie post golpista en la que navegó por siete meses la dictadura micheletista, tuvo su sustento en las acciones represivas del ejército y los cuerpos de seguridad, bajo la responsabilidad directa de la persona, hoy premiada por el señor Presidente, con la Gerencia de Hondutel. Medalla que lucirá radiante en su traje civil, mientras no salgan a la luz las conclusiones de la Comisión de la Verdad, si es que de verdad, don Porfirio la conformará, y no sea un ardid más de distracción más, mientras logra su objetivo esencial, que es el reconocimiento universal de su gobierno.
San Pedro Sula, Marzo del 2010
Fuente. tiempo.hn
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