“¡Cómo si no fueran los más peligrosos adversarios de la iglesia los pontífices impíos que, por su silencio, permiten que se olvide a Cristo, trafican vergonzosamente en su nombre, martirizan su ley con forzadas interpretaciones y destruyen su iglesia, crucificándolo nuevamente con su conducta impúdica¡” Erasmo de Rotterdam; Elogio de la Locura
Acentuada por siglos, por factores antropológicos y culturales, y resultante de dolorosas humillaciones y carencias de toda índole, que nos han agobiado desde siempre, una de las virtudes más nobles del pueblo hondureño, que debiera analizarse profundamente, es nuestro sencillo y humilde temperamento, el que ciertamente tiende a la ingenuidad, no habiendo nada reprochable en ello, si no fuese la vulnerabilidad que propicia, para que el pueblo sea manipulado y estafado por cuántos gustan de beneficiarse del prójimo. Esta faceta del carácter colectivo nos vuelve propensos a creer en ficciones religiosas y políticas, siendo ésta, causal primaria de que legiones de compatriotas sean constantemente engañados por los infames liderazgos de esos poderes, a quienes jamás convendrá que los ciudadanos aspiremos a la educación liberadora, que nos haga superar nuestra secular ignorancia.
En este escenario de conveniencias, los caminos y objetivos de las tendencias más innobles y mercantiles del estamento religioso se cruzan con el poder político, creando alianzas, que muchas veces tornan en descarados concubinatos, atentando contra el progreso general, al erigirse en herramienta para ahogar el pensamiento y la razón, especialmente en países como el nuestro, con enormes carencias formativas. Es asunto de analizar las estadísticas globales, para - tristemente – comprobar, que a menor educación y cultura, mayor inclinación hacia lo místico-religioso y consecuentemente, a la pobreza. No es casual, y aclarando que existen muchos otros factores incidentales, que la miseria mundial y la violencia se agudicen en aquellos países ubicados entre los trópicos de Cáncer y Capricornio, justamente los más religiosos.
Infortunadamente, esta circunstancia ha sido una constante en la historia humana, incluyendo Honduras, cuya realidad presente nos muestra el deplorable papel desempeñado por muchos religiosos, que manipulan y aletargan la voluntad del pueblo – que los imagina infalibles - para que acepte la inexorabilidad de su trágico destino, inhibiendo así los justos reclamos de justicia y equidad. Debiendo reconocerse que su servicio al poder no concluye ahí, porque la cuota que les corresponde devolver es altísima, en virtud de los privilegios de que disfrutan, por ello suelen adornar su innoble tarea con atuendos de adulación y servilismo.
A algunos, quizá no agraden estas reflexiones, sin embargo deben hacerse, primero porque teóricamente constituimos un Estado laico sin “clases privilegiadas”, y además, nos ampara la libertad de expresión y difusión del pensamiento, para brindar opiniones y en definitiva, para cuestionar y denunciar conductas erróneas de los hombres públicos, cuyo ejemplo y liderazgo afecte a la sociedad, lo que idealmente debería servirles de freno hacia el futuro.
Hoy suele verse a pastores y sacerdotes viviendo como magnates, protegidos por escoltas de seguridad, privadas y oficiales, extendiéndose tal derroche hasta sus casas y templos. Su estilo de vestir es impecable, en realidad, sus atuendos, vehículos y exquisitos gustos, más les asemeja a modernos visires o monarcas. Muchas iglesias, antaño, hospitales del alma, ahora dan lugar a enormes edificaciones, convertidas en centro de operaciones de verdaderos conglomerados económicos. Actualmente, participan de la política, ofreciendo al mejor postor sus huestes espirituales, que transformadas en caudal electoral sirven para presionar, inclusive por cargos gubernamentales. Así, sin más experiencia que los asuntos teológico-comerciales a los que se dedican, hoy observamos a algunos de esos líderes, como servidores públicos, como notables ciudadanos, “éticamente puros”, negociando y representándonos en los más delicados asuntos nacionales, sin tener, las mínimas calificaciones o el entendimiento para ello.
Muchos predicadores han abandonado el humilde apelativo de “pastores”, y hoy se autoproclaman “apóstoles” o “profetas”. Es tan patética la predisposición al elitismo de algunos religiosos, que su presencia en bodas y bautizos termina por volverse moda y presunción: un evento de glamur entre gentes de sociedad, convirtiéndolos en el alma y centro de atracción de esos momentos, terminando los convidados, fotografiándose con tales “celebridades”.
Otros religiosos, quienes cumplen el más vergonzoso y maligno papel, alguna vez imaginado, dedican exclusivamente sus espacios para realizar kilométricas recolecciones de dinero, a través de las cuales, el cliente pacta por teléfono para no perder su casa, para desaparecer sus deudas, para que regresen sus querencias, para aliviar enfermedades, encontrar empleo y un sinfín de necesidades, cuya realización es solo posible en los nobles corazones de nuestra gente, en virtud de nuestra candidez señalada al inicio. Es tan vil y cobarde esa forma de explotar a nuestros compatriotas, que personalmente, solo puedo definirlo como tráfico de indulgencias, o simonía neoliberal online.
La propensión de algunos líderes espirituales para doblar su cerviz y acallar su conciencia cuando no deben, a cambio de valores y privilegios, cuyos detalles siempre serán de conocimiento público, debiera hacernos reflexionar. No para justificarlos, ni apoyar - por supuesto - sus conductas. Esa total ausencia de decoro y de compromiso sincero hacia el pueblo, al menos a mí, me facilitó digerir con normalidad su declarada complicidad con el golpe de Estado militar; sus lastimeras justificaciones, a toda voz predicadas a sus fieles locales, pero internacionalmente jamás creídas por nadie; y, finalmente, me permite tolerar su procacidad, a tal grado enquistada en sus mentes y corazones, que impide a sus rostros, al menos ruborizarse en asomo de vergüenza – como mi padre decía que el deshonor se delata – cuando adulan a tiranos, confundiéndolos con nuestros próceres.
Que Erasmo de Rotterdam, hijo ilegítimo del sacerdote Gerardius de Präel, complete el trabajo “Los sacerdotes simples siguen el camino de sus superiores y los vemos combatir por la defensa de sus diezmos con flechas, piedras, espadas..Sin embargo, estos ladrones no leen lo que está escrito en todas partes: sus deberes para con el pueblo. Su tonsura no les dice nada, ni siquiera que deben estar libres de todas las pasiones de este mundo y no pensar más que en las propias del cielo”.
El inmortal Dante Alighieri - el de “La Divina Comedia” – no nos sorprendió al relatar que en su viaje a las profundidades, descubrió entre los huéspedes del infierno, a ilustrísimos e influyentes religiosos de su tiempo, describiendo el poeta, los horribles padecimientos que eternamente sufrían esos traficantes de la fe, por sus graves faltas. Si hemos de creerle a Dante, queridos fieles, aprestémonos a recibir postales desde el averno.
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