Hermanos y hermanas:
Acompáñenme en oración (se los ruego), para que nuestro amoroso Dios nos enseñe a pasar de la reflexión a la acción, del sermón al acompañamiento, de la expectación al involucramiento solidario y franco por amor a él y al prójimo.
Son las 9: 15 de la noche y acabo de llegar a mi casa. Vengo del principal hospital de Honduras, en Tegucigalpa. No es el principal centro de asistencia médica por lo positivo que allí hay, lamentablemente. Es principal por la enorme cantidad de hombre, mujeres, niños, ancianos y todo tipo de personas que buscan desesperadamente alivio para un pueblo que padece todo tipo de enfermedades.
Este hospital tiene carencia de medicamentos de todo tipo, carencia de camas, de instrumental médico, de personal de servicio, de enfermeras y doctores y de presupuesto.
Este hospital es un hospital colapsado, donde las personas duermen en el suelo, en los pasillos y en las aceras. Es un lugar insalubre, caótico y peligroso.
Allí la gente es asaltada, las pacientes mujeres han sido violadas y, el dolor humano está a flor de piel de todos los que visitan o son inquilinos obligados de tal lugar.
Tuve que ir a dicho centro para acompañar a la familia del señor Julio Fúnez Benítez, y documentar su asesinato. Sí. Su asesinato; sucedido hoy a las 6: 00 p.m. en el sector llamado Brisas de Olancho. Uno de los tantos barrios populosos de la capital donde viven los que luchan por tener una mejor Honduras.
El compañero Fúnez acababa de llegar de su trabajo y estaba en las cercanías de su casa cuando hombres en motocicleta dispararon contra él, y huyeron de inmediato del lugar. Paradójicamente, muy cerca de donde se sucedió el crimen, hay una posta policial. Pero, como siempre, no hicieron nada.
Don Julio era miembro del sindicado de trabajadores del SANAA (servicio autónomo nacional de acueductos y alcantarillados), era miembro del patronato de su colonia y miembro activo del Movimiento de Resistencia Nacional. El tenía 55 años. Deja tres hijas huérfanas de padre y una viuda más en este país.
Su hija Kenia Fúnez, con lágrimas en sus ojos, pero visiblemente desilusionada y frustrada, nos daba los pormenores de lo sucedido, mientras amigos y parientes de la familia llegaban a la morgue del hospital para acompañar a una familia que se convierte en otra víctima de la violencia cotidiana en mi nación.
El cuerpo inerte de don Julio yace en una camilla, tiene heridas de bala en un pie, en el tórax y en la cabeza. Junto a él hay otros dos cadáveres, también producto de la criminalidad.
El domingo, don Julio estuvo en la asamblea de la resistencia, aportando su concurso para forjar un mejor futuro para todos los hondureños. Hoy lunes, los sueños de este hombre, acabaron.
Vemos con mucha preocupación, que los asesinatos y las violaciones ahora se están dirigiendo hacia compañeros sindicalistas. Vanesa Zepeda, sindicalista asesinada hace una semana aproximadamente. Porfirio Ponce, sindicalista amenazado a muerte y saqueada su vivienda; y ahora: Julio Fúnez Benítez, un mártir más.
El terror continúa en Honduras. Pero, en casa de gobierno se habla del humanismo cristiano y de
Sicarios en las calles están matando al pueblo; a la resistencia. Más, en los templos e iglesias se siguen cantando canciones románticas y exponiendo sermones sobre cómo será la vida cuando lleguemos al cielo. Y como dijo el predicador Guillermo Maldonado: En Honduras no pasa nada, no hay muertos, todo es paz y felicidad. (ahora sé por qué tiene ese apellido)
Hermanos, estoy cansado, mi espíritu está cansado; pero, para concluir quiero parafrasear las palabras de Gary Haugen: Un mundo de opresión no siempre será visible ante nuestros ojos físicos. Pero, un mundo de opresión, siempre debe ser visible en nuestra mente y en nuestro corazón.
15 de febrero de 2010
Franklin David del Cid
Comunicador del OEDDHH del CLAI
Pastor Iglesia Cristiana Ágape
Procurador Voluntario del CODEH
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario