Oscar Amaya Armijo
Este texto de Roberto Zapata me devuelve a la indignación; lo siento, no quiero ser racional, no quiero guardar la compostura. Esto que escribe Zapata es la realidad cruda de la desverguenza, de la corrupción que campea allí donde viven los ricos, rodeados del hartazgo.
Ese robo, ese desmantelamiento de las instituciones que buscaban el cambio para beneficiar a la mayoría desvalida, fueron desmanteladas, quebradas, para luego, con cinismo sin par, privatizarlas.
De esta felonía nació la actual oligarquía. Es el mismo círculo perverso y mesquino que bendice el Cardenal Rodríguez y los señorones del diezmo evangélico; es la misma hendiondez que las señoras burguesas legitiman con los sagrados propósitos ecuménicos de las Hermanas del Santísimo Sacramento.
Hipocritas, quiénes para ocultar su perversidad, bajan hasta los basureros a expiar sus culpas, donando migas a los menesterosos en un claro filantropismo burgués que da rabia. Sí, estamos de acuerdo, se salvarán del castigo divino; pero no escaparán del castigo terrenal, ya lo verán, engendros del capitalismo diabólico.
Da rabia, jodido, lo que escribe zapata, lo hace descarnadamente, para acicatear alguna conciencia dormida que aún pervive en el país, para aquellos señoritos que se escudan en la neutralidad vergonzante, para aquellos lameculos que traicionaron la causa justa del pueblo, para el estercolero del cerco mediatico que vulgarizó al periodismo, para los cobardes militares y polícias que nunca pudieron abandonar su mentalidad de tolete, para aquellos majaderos escritores que se dejan comprar por una pinche edición de libros mal escritos; en fin, escribe Zapata, para recordarnos que es precisamente por esta felonía que no debemos darle tregua a esta oligarquía, hay que respirar en sus malditas nucas para no darles sociego hoy, mañana y siempre. Hagámolo por nuestros muertos ¡Ya!
Fuente: Vos el soberano
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