martes, 26 de enero de 2010

Ni el diablo

Efrén Delgado Falcón

Políticamente, siguen sucediendo muchas cosas en el país, una tras otra. Está claro que muchas veces, para los ciudadanos comunes y corrientes, las verdaderas motivaciones, razones y explicaciones detrás de cada suceso permanecen ocultas. A veces trascienden explicaciones, de boca en boca; chismes que sus propaladores presentan como verdades irrefutables, provenientes de fuentes inmejorables, fidedignas y de primera mano; tales informaciones generalmente están tergiversadas, o simplemente son falsas. Basta con permanecer unas horas en Tegucigalpa, nuestra capital del chisme político, para palparlo; es parte del diario vivir de la ciudad, muchísimo más que en cualquier otra ciudad del país, por razones obvias. Pero lo que debemos tener presente es que hay dos tipos de políticos, aquellos cuya primordial meta es el mezquino interés propio, y aquellos que bregan interesados en el bien común. Entre ambos, hay una gama enorme de tonos intermedios, pero en nuestro país, sin duda, los políticos que no buscan nada más que su beneficio personal, o el de su grupo, conforman una mayoría abrumadora. Con ese criterio en cuenta, los ciudadanos comunes y corrientes tenemos la oportunidad de intentar leer entre líneas; y si somos curiosos, podemos llegar a vislumbrar cómo es que un proyecto que se vende con ropitas brillantes de beneficio público, realmente ha sido concebido para contribuir en el proceso de despojo continuado que sufren los bienes del pueblo.

Ayer, se instauró el nuevo Congreso, que será presidido, como podía fácilmente preverse, por el diputado Juan Orlando Hernández. Digan lo que digan, la influencia de Lobo Sosa en su escogencia es incuestionable ―además de ir en contra de la independencia de un poder del Estado respecto de otro―. Ni Rivera, ni Discua, ni Irías eran convenientes para Pepe. Las luchas internas nacionalistas deben haber dejado claro el panorama al presidente electo, tarde o temprano, cualquiera de los tres, podría convertirse en un enemigo político enconado. No es secreto que Lobo Sosa no cuenta con el beneplácito de algunos sectores de la oligarquía, que en el Partido Nacional están representados por lo que los capitalinos llaman “el lado oscuro del partido”, Callejas, Maduro, Álvarez, Rivera, etc.; aunque estos sectores hoy, estratégicamente, van a mostrarse ante propios y extraños como incondicionales de su líder. Pero tal como le sucedió al Presidente Zelaya, Pepe podría encontrar dentro de su propio partido a sus antagonistas de mayor cuidado. Entre tanto, los medios de comunicación, negocios al fin, han firmado un pacto tácito ―¿?― de cooperación mutua con el futuro gobernante, que durará hasta que qué la conveniencia lo indique. Ni hablar.

También ayer, Roberto Micheletti Bain, empresario del transporte, que siendo diputado desde 1981, dejó la presidencia del Congreso para usurpar una silla que el pueblo liberal le negó en las urnas, dejó la posición en que lo impuso la oligarquía, sorprendiendo a unos y alegrando a otros. Dijo que se iba para no estorbar, pero después de sopesar sus actitudes intransigentes, ególatras y tiránicas como mandatario de facto, resulta muy extraño que se vaya dejando al régimen acéfalo por seis días. Está claro que los gringos están detrás de todo esto, elucubrando sin descanso para hacer encajar todo, a como dé lugar, de acuerdo a su conveniencia. Micheletti ya había decidido salir por la cocina, al anunciar que no asistiría a la toma de posesión de Lobo Sosa, y ahora, después de su última cadena nacional, se va gritando vivas y actuando como héroe, intentando mostrar una humildad que le es ajena, y un orgullo, por lo actuado, inocultablemente falso; pero todos lo interpretamos sencillamente como una salida a la altura de sus circunstancias reales, y se va con el rabo entre las piernas. Dentro de pocos meses, por más que lo hayan llenado de preseas y distinciones absurdas, nadie le va a hacer caso, si no es para señalarlo y vilipendiarlo, mientras los que hoy lo adulan ―y ya no lo necesitarán más― lo tratarán como si fuera un leproso.

Hace unos días, Lobo Sosa firmó en República Dominicana un Acuerdo para la Reconciliación Nacional, donde se compromete a permitir la salida digna del todavía Presidente Zelaya, por medio de un salvo conducto que le permitirá a él, a sus familiares y algunos acompañantes cercanos salir del país como huéspedes de la nación caribeña. Zelaya Rosales, diplomáticamente ―pienso―, calificó la acción como un buen gesto, que separa a Lobo Sosa de las oprobiosas actitudes de la secta golpista. En realidad, quizá no sea más que una acción, estratégica, para facilitar la futura labor de su gobierno, sobre todo, en el plano internacional. En realidad, si se le quiere calificar como gesto positivo, no deja de ser un gesto bastante tardío, pero Lobo Sosa sabe que tiene que seguir convocando el Pacto Tegucigalpa-San José para ganar puntos en el exterior, aunque a ciertos ciudadanos les dé una picazón generalizada y jaquecas, al pensar que Manuel Zelaya podría, tarde o temprano, organizar y movilizar el poderoso movimiento social que representa, a pesar que él mismo no está habilitado para participar en las próximas elecciones.

Como se ha dicho hasta la saciedad, a Pepe le espera tiempos complejos y sumamente difíciles, e indudablemente, afrontará un dilema terrible, que transitará entre dos polos: el pueblo o la oligarquía, porque sabe que ambos son capaces de convertirle en un infierno su soñada presidencia, pero que esté claro, no se puede quedar bien con dios y con el diablo, por más lobo que se pueda ser; y si Pepe Lobo traiciona al pueblo, la historia hará trizas su nombre, y aunque los poderes fácticos lo colmen de honores, emolumentos inmerecidos y seguridades vitalicias, ni el diablo querrá cargar con su alma. «Historia magistra vitae et testis temporum». Amén.

Enero 22, MMC
Fuente: Vos el soberano
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