Cuando en un proceso de diálogo se dice que hay acuerdo en el 90% de los puntos, eso puede dar la sensación de que el final del conflicto está cerca. Sin embargo, habitualmente el problema está en ese 10% restante.
Los negociadores suelen resolver primero los puntos menos complicados, para crear confianza, y dejan para el final los puntos en los que reside realmente la raíz del conflicto. Eso es lo que hace que muchas veces se generen unas esperanzas que luego se frustran.
Así pasó con el conflicto palestino-israelí y así está pasando en Honduras. Hay que destacar el hecho de que representantes del presidente depuesto, Manuel Zelaya, y del presidente impuesto, Roberto Micheletti, llevan negociando una semana en Tegucigalpa con toda normalidad.
Y se han puesto de acuerdo en una serie de aspectos, entre ellos la formación de un Gobierno de transición con participación de partidarios de Zelaya y de Micheletti. Pero han tropezado, como cabía prever, en el escollo final: el regreso de Zelaya a la Presidencia, aunque sólo sea de manera provisional y para dar legitimidad a las elecciones de noviembre.
Para los zelayistas, este punto es innegociable. Para los michelettistas también, pero en sentido contrario. El único objetivo del golpe de junio fue echar a Zelaya de la Presidencia, y los golpistas no quieren que vuelva ni siquiera de manera simbólica. Sería tanto como reconocer que lo suyo fue en efecto un golpe de Estado y que, encima, han fracasado.
Fuentes: www.eitb.com
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