miércoles, 7 de octubre de 2009

Cien días y quinientas noches de

Andrés Cabanas

Cinco de octubre: el arribo a los cien días de resistencia permanente al golpe de Estado implica una victoria estratégica del movimiento popular hondureño y latinoamericano, o de sus movimientos sociales articulados, independientemente del curso posterior de los acontecimientos.

Las movilizaciones sociales rompen o al menos cuestionan y debilitan un esquema de interpretación del conflicto (y por tanto de solución), que lo reduce y simplifica presentándolo como: disputa entre personas y caracteres; confrontación acerca de la reelección del Presidente Zelaya; territorio de lucha entre demócratas y pro-chavistas. Un esquema que invisibiliza al actor pueblo, no sólo como colectivo organizado sino como sujeto de demandas y propuestas[i].

La resistencia popular obliga, por el contrario, a considerar a los movimientos sociales como actores sine qua non para una solución política y, sobre todo, a considerar sus propuestas transformadoras. Es decir, obliga a repensar Honduras en términos de su refundación, y no sólo en términos del retorno institucional y legal al país existente el 27 de junio de 2009: “Nuestra lucha comienza con la restitución del Presidente Zelaya Rosales en el poder, seguida de la convocatoria de una Asamblea Constituyente, democrática, incluyente y popular, que emita una nueva Constitución para sentar las bases de nuestra verdadera independencia económica y social, haciendo que la Oligarquía, junto con la cúpula político-militar jamás vuelvan a romper el orden constituyente” afirma la Proclama en el Día de la Independencia Centroamericana del Frente Nacional Contra el Golpe de Estado. Compromiso reafirmado el día 27 de septiembre, tras la clausura de dos medios de comunicación antigolpistas: Renovamos nuestro compromiso de mantener la lucha popular, hasta lograr la refundación de Honduras como país en ruta hacia la liberación de las oligarquías que han oprimido históricamente al pueblo hondureño”. Paradójicamente, el golpe, en buena medida precipitado por el temor a la propuesta de una asamblea constituyente,[ii] está fortaleciendo la dinámica transformadora y superadora del orden actual, simbolizado en la constitución emitida bajo tutela militar.

Camino sin retorno

El camino fundacional y transformador elegido por las organizaciones sociales parece no tener marcha atrás. No obstante este camino, que define una alternativa, es en sí mismo generador de nuevas polarizaciones. Para los sectores dominantes parece inconcebible un retroceso visualizado en términos de derrota frente al dinamismo de los movimientos sociales. Por tanto, utilizarán todos los medios posibles para la continuación de la institucionalidad golpista o al menos para la negociación de espacios de poder pos golpe: es decir, el golpe sin los golpistas o el “gorilismo sin gorilettis”. Incluso, promoviendo la hegemonía de las tesis golpistas de democracia tutelada (cívico-militar) y legalidad desconocedora de derechos universales,[iii] en un eventual retorno de Zelaya a la presidencia. Si el movimiento hondureño concibe su lucha en etapas, también los sectores de poder visualizan enfrentamientos continuos y graduales, que no excluyen la violencia indiscriminada.

Retos y alternativas

Se opera a partir de la movilización y el salto cualitativo de la organización social, la modificación del escenario de lucha, que trasciende el esquema con Zelaya o sin Zelaya. El retorno de Zelaya al país y a la Presidencia es una batalla simbólica significativa, pero la confrontación real se sitúa en términos de la discusión de las propuestas de refundación “popular” de Honduras. En este contexto se perfilan nuevos intereses y realineamientos: de las fuerzas promotoras del golpe, de sectores anti golpistas no comprometidos con la refundación del país, de la comunidad internacional, casi unánimemente unida en la condena al golpe pero no homogéneamente identificada con un idéntico escenario posmicheletti (y, en algunos casos, temerosa de las movilizaciones y las propuestas de fin del dominio de las oligarquías, que incluyen sin explicitar el fin del dominio de las oligarquías trasnacionales).

Este escenario obliga a nueva acumulación de fuerzas, al fortalecimiento del trabajo ideológico y político; a la construcción de propuestas de una nueva sociedad (por tanto, a un ejercicio de consenso e integración de visiones diversas); al mantenimiento de la unidad en la diversidad, que refleje el país de todas y todos; a la sabia pero difícil combinación de lucha en “las urnas, la calle y la negociación”;[iv] a la continua redefinición y valoración de intereses de los diferentes actores y alianzas; a la superación de la inminente cooptación electoral; en fin a nuevas estrategias de respuesta, dinámicas, complejas. Esta nueva fase de la lucha por la transformación es políticamente más delicada que la fase de monolítica resistencia anti golpista. Cien días hasta ahora. Faltan por lo menos quinientas noches.




[i] Este esquema es difundido por los sectores golpistas pero también por importantes medios de comunicación internacional, como El País de España.

[ii] El intento de las elites de prevenir transformaciones abruptas en el esquema de poder, a partir de la reforma de la constitución operativizada por la consulta de la cuarta urna, fue detonante del golpe de 28 de junio. Como razones comunicantes aparecen la lucha por recuperar espacios de poder –tensiones intraoligárquicas-, el manejo autoritario de la crisis económica y social y, en el marco geopolítico, un ensayo de nuevos mecanismos de dominación: procesos cívico militares que garantizan la acumulación económica, aún a costa del debilitamiento de los mecanismos democráticos y el consenso social.

[iii] Principios similares a los defendidos en Guatemala por el Alcalde Álvaro Arzú y por Pro Reforma.

[iv] Eugenio Sosa, “Calles, negociaciones y urnas o los desafíos del Frente Nacional de Resistencia”, en www.rebelion.org, 27 de septiembre de 2009.

Fuente: www.albedrio.org

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario