sábado, 8 de agosto de 2009

El retorno de los Gorilas

Por Chester Swann
Hay quienes se resisten a aceptar las sabias enseñanzas de la historia e insisten en atrasar relojes y desflorar calendas perimidas. El último imperio megalómano del planeta se resiste a reconocer que los tiempos han cambiado y la unipolaridad es un mito. Se resiste a reconocer que un bloque de tendencia socialista NO es su enemigo… sino otros bloques capitalistas competidores.

La ultraderecha cristiana-masónica de los Estados Unidos, en lugar de un New Deal –léase, nuevo trato– que presuponga enterrar el hacha de la guerra y fumar las pipas de la paz, prefiere seguir por la senda de la violencia, azuzada por su aliado Israel. Especialmente en lo que cree aún su Backyard, patio trasero en español básico.

Tras la ¿caída? Del socialismo del Este en los ochenta, decayó un poco la actividad de los escuadrones de la muerte de John Negroponte, las guerras sucias, las operaciones encubiertas de la CIA y otras agencias de poca inteligencia pero mucha astucia. Esto, significó una baja en las cotizaciones de bolsa del complejo militar-industrial y motivó –entre otra situaciones coyunturales– una cadena de crisis que se acentuaron entre los noventa al dos mil. Había –de acuerdo al Halcón Mayor Henry Kissinger–, que crear un enemigo creíble, peligroso y, sobre todo, inidentificable. Ya no era el ejército Rojo del Pacto de Varsovia la amenaza. Tampoco los ahora bonachones revolú vietnamitas, ni los camaradas chinos. Se requería de un enemigo fantasma, ubicuo, enmascarado y de ser posible anónimo. El terrorismo nebuloso llenaba estos requisitos.

Me cabe en la mollera que el 9-11-01 fue elucubrado en los tenebrosos sótanos del Pentágono y no en los páramos afganos, como rezan los vademécums oficiales. Hay centenares de pruebas al respecto. Pero no bastaría con esto. Habría que gastar miles de millones de dólares en marketing armamentista para hacer saber al mundo quiénes eran los amos.

Sería necesario demonizar a musulmanes, movimientos de liberación, grupos de resistencia ciudadana (aún en los propios Estados Unidos), minorías incómodas y cuanto disidente objetara las actividades non sanctas de Bush y sus criminales secuaces. La Escuela de las Américas cambió de nombre, pero no de mañas y se puso a entrenar a sus condottieres y cipayos militares latinoamericanos… para hacer lo único que saben: torturas, asesinatos, golpes de Estado, secuestros, represión rural o urbana, etc. Es decir, servir de ejércitos de ocupación en sus propios países de origen.

Si bien desde Carter para acá dichas actividades no eran bien vistas, la mal llamada comunidad internacional (léase: los Estados Unidos y sus socios de la Trilateral) se avino dócilmente a la guerra santa contra el terrorismo. También tolera torturas, prisiones secretas y violaciones de todo tipo contra sospechosos, como los de Guantánamo, sin mover un dedo al respecto… aunque uno de ellos fuera capturado a los ¡doce años de edad!

Para estos crucificados ecce hómini de la nueva era, son negadas todas las garantías, como juicios, abogados, presentación de pruebas acusatorias y otras. Tanta aberración en tan poco tiempo, y ante el peligro de perder una importante base en Honduras, bastó para organizar un golpe contra un hombre democráticamente electo. Mas esto no es sino una prueba piloto de lo que aguarda a América Latina tras el retorno de los Gorilas; manejados como antes con mando a distancia, desde el State Department, el Pentágono y el CFR (Council of Foreign Relations), una especie de Itamaraty norteamericano.

Pero esto es también una señal de que el imperio está próximo a su derrumbe. Y no por la presión de fuerzas o ideologías exógenas, sino por presiones internas de un pueblo harto de guerras a favor de las corporaciones privadas. Por una población cansada de poner los muertos y de que les metan mano en los bolsillos para financiarlas, pero negándoles atención médica gratuita, salvo para sus cadáveres uniformados. Esta es la era Obama, el principio de la declinación.

Fuente: www.lanacion.com.py

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