Padre Melo
Así es septiembre. Repleto de azul y blanco, de memoria de próceres y de discursos floridos y henchidos de fervor en boca y sentimiento por parte de quienes defienden un modelo que se sostiene sobre la exclusión. De todo el presupuesto y la economía que se mueve en el país sólo un cinco por ciento se destina al campo, y es de allí de donde se ven forzados a salir 87 de cada cien jóvenes que emigran hacia la pesadilla del Norte.
Políticos, funcionarios, periodistas, abogados, jueces y fiscales con corbata y burocracia a cuestas, comerciantes, banqueros, policías y militares nos hablan de amor a la patria, mientras defienden con fervor un modelo con una justicia en donde apenas un cinco por ciento de los casos investigados por crímenes son juzgados. Y de este raquítico porcentaje no existe nadie que proceda de las altísimas esferas de pudientes. En septiembre las oficinas públicas y las sedes de los gremios empresariales y cámaras de comercio están muy ocupadas en rendir homenaje a la patria, mientras se inclinan con sonrisa servil ante el capital extranjero.
Los funcionarios públicos y la gran empresa privada lloran de amor y civismo delante de la bandera nacional, mientras respaldan con precisa decisión toda suerte de represalias y represión en contra de quienes demandan en calles y en parques respeto a los derechos humanos y un país donde no impere la ley del más fuerte. En septiembre se exalta una patria que, en los hechos, oculta la real ausencia de dignidad y de identidad nacional.
La bandera y el himno nacional, el escudo y los próceres son símbolos de la patria, y en septiembre se acentúa el fervor para que demos nuestra vida por nuestros símbolos patrios. Sin embargo, un símbolo es aquello que por sí mismo identifica una realidad. En el caso de la exaltación de nuestros símbolos patrios, existe un engaño deliberado surgido de la fuente de poder. A través de la bandera y del escudo, el himno y los próceres, se nos hace creer que tenemos una patria, por la cual vale la pena morir. ¿Pero, tenemos acaso una patria por todos y todas compartida?
¿Qué hay detrás de los fervores y del azul y blanco de la patria?: Ya lo estamos sufriendo por montones. Matanzas de jóvenes, dentro y fuera del país; un territorio en disputa por grupos irregulares con precisas vinculaciones en la institucionalidad formal del Estado; miles de jóvenes de barrios populares desempleados disputados por la policía para perseguirlos y por las bandas criminales para integrarlos a sus oficios. ¿Qué hay detrás del fervor de los altos funcionarios públicos y privados? Un sistema judicial cuyos operadores de justicia tuercen las leyes a favor de los pudientes, mientras no se cansan de afirmar que todos en Honduras somos iguales ante la ley.
Es bonito tener una patria y honrarla con lo mejor que tenemos. Pero una patria es un lugar en donde todos vivimos con dignidad o todos luchamos por alcanzar la dignidad de patriotas. Por ello, el amor a la bandera y la identidad nacional lo comenzamos a vivir cuando desfilamos no al son de los tambores, sino al ritmo de la dignidad de un pueblo en lucha por una patria que se comparte y se reparte entre toda su gente, así “como el sol se reparte en el verano”.
Fuente: Tiempo.hn
Así es septiembre. Repleto de azul y blanco, de memoria de próceres y de discursos floridos y henchidos de fervor en boca y sentimiento por parte de quienes defienden un modelo que se sostiene sobre la exclusión. De todo el presupuesto y la economía que se mueve en el país sólo un cinco por ciento se destina al campo, y es de allí de donde se ven forzados a salir 87 de cada cien jóvenes que emigran hacia la pesadilla del Norte.
Políticos, funcionarios, periodistas, abogados, jueces y fiscales con corbata y burocracia a cuestas, comerciantes, banqueros, policías y militares nos hablan de amor a la patria, mientras defienden con fervor un modelo con una justicia en donde apenas un cinco por ciento de los casos investigados por crímenes son juzgados. Y de este raquítico porcentaje no existe nadie que proceda de las altísimas esferas de pudientes. En septiembre las oficinas públicas y las sedes de los gremios empresariales y cámaras de comercio están muy ocupadas en rendir homenaje a la patria, mientras se inclinan con sonrisa servil ante el capital extranjero.
Los funcionarios públicos y la gran empresa privada lloran de amor y civismo delante de la bandera nacional, mientras respaldan con precisa decisión toda suerte de represalias y represión en contra de quienes demandan en calles y en parques respeto a los derechos humanos y un país donde no impere la ley del más fuerte. En septiembre se exalta una patria que, en los hechos, oculta la real ausencia de dignidad y de identidad nacional.
La bandera y el himno nacional, el escudo y los próceres son símbolos de la patria, y en septiembre se acentúa el fervor para que demos nuestra vida por nuestros símbolos patrios. Sin embargo, un símbolo es aquello que por sí mismo identifica una realidad. En el caso de la exaltación de nuestros símbolos patrios, existe un engaño deliberado surgido de la fuente de poder. A través de la bandera y del escudo, el himno y los próceres, se nos hace creer que tenemos una patria, por la cual vale la pena morir. ¿Pero, tenemos acaso una patria por todos y todas compartida?
¿Qué hay detrás de los fervores y del azul y blanco de la patria?: Ya lo estamos sufriendo por montones. Matanzas de jóvenes, dentro y fuera del país; un territorio en disputa por grupos irregulares con precisas vinculaciones en la institucionalidad formal del Estado; miles de jóvenes de barrios populares desempleados disputados por la policía para perseguirlos y por las bandas criminales para integrarlos a sus oficios. ¿Qué hay detrás del fervor de los altos funcionarios públicos y privados? Un sistema judicial cuyos operadores de justicia tuercen las leyes a favor de los pudientes, mientras no se cansan de afirmar que todos en Honduras somos iguales ante la ley.
Es bonito tener una patria y honrarla con lo mejor que tenemos. Pero una patria es un lugar en donde todos vivimos con dignidad o todos luchamos por alcanzar la dignidad de patriotas. Por ello, el amor a la bandera y la identidad nacional lo comenzamos a vivir cuando desfilamos no al son de los tambores, sino al ritmo de la dignidad de un pueblo en lucha por una patria que se comparte y se reparte entre toda su gente, así “como el sol se reparte en el verano”.
Fuente: Tiempo.hn
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