jueves, 12 de agosto de 2010

Por las citas bibliográficas los conoceréis

Gustavo Zelaya

Un tema que provoca opiniones en la prensa nacional en general se refiere a la supuesta división que hay en la dirección del Frente Nacional de Resistencia Popular; ni siquiera dentro de la Resistencia la polémica es tan fuerte como lo afirman escritores que podemos llamar de la derecha, algunos pensantes y otros no tanto. La atención la ponen sobre todo en el hecho de que exista una gran variedad ideológica y militante que va desde la ortodoxia marxista, a la sindical, gremial, liberal y de género; hay también presencia de distintas generaciones representadas por los más canosos, los pelones, artistas de pinta diversa, muchos rockeros y el numeroso grupo de los jóvenes comprendidos entre 16 a 35 años. Todos ellos, hombres y mujeres opuestos a las prácticas dictatoriales, represivas y sanguinarias desatadas a partir del golpe de estado del 28 de junio de 2010; hondureñas y hondureños que se han puesto como objetivo inmediato la convocatoria a una asamblea constituyente que sirva para sentar las bases mínimas que hagan posible una patria más justa, con menos inequidad y que supere las condiciones del capitalismo neoliberal.

Para esos escritores y coristas de la derecha golpista, promotores de la división, que se mueven en las salas de redacción de los medios escritos y en los estudios de televisión de las grandes empresas de comunicación en manos de la oligarquía, los defectos más visibles de la Resistencia se encuentra en su diversidad, en respetar la figura de Mel Zelaya y en proponer una nueva constitución, que, por sí mismo, es una forma de delinquir que el gobierno actual debe contrarrestar con todo la fuerza represora de que dispone. Esperan, pues, que ese movimiento sea algo compacto y homogéneo, parecido a un partido político que lucha por el poder dentro de la normativa establecida. Pocos de ellos utilizan argumentos más o menos coherentes y la mayoría, gruñendo y vociferando al estilo de cabeza de ajo, alias Roberto Micheletty, se limita a indicar que las piyamas ya están limpias y listas. Y si no ajusta ese ropaje, pues ya andan por la calle los policías y la fuerza militar con sus garrotes y fusiles para hacer entrar en razón a los que protestan y marchan contra el ordenamiento social.

Al leer los escritos de esos caballeros, les digo así porque no los conozco ¿Se acuerdan de Groucho Marx? se nota en ellos la intención de impresionar al lector utilizando nombres de autores célebres para darle cierto respeto a sus afirmaciones. Esto se conoce como la falacia que apela a la autoridad de alguien reconocido para que las personas acepten sus afirmaciones. Así, se encuentra con frecuencia la apelación a Karl Popper, Carl Schmitt, Giovanni Sartori, Robert Merton, Hans Kelsen, Jurgen Habermas y, sorpresa de sorpresas, Joaquín Villalobos, uno de los responsables del asesinato del poeta salvadoreño Roque Dalton. Además de Micheletty y Romeo Vásquez, esos son sus héroes preferidos. Algunos forman filas en las huestes del humanismo cristiano y se apoyan en los documentos acerca de la doctrina social de la iglesia. Sólo les hace falta Mario Vargas Llosa y el indiasno nacional para que el repertorio esté completo. Todos los que integran este santoral parecen muy diferentes en sus propuestas pero son completamente similares en su defensa del capitalismo salvaje.

Con el riesgo de mostrarme muy esquemático, arbitrario en la escogencia de las citas y apegado a lo enciclopédico, intentaré exponer algunas de las ideas de esos intelectuales repetidamente citados. El italiano Sartori, uno de los beatos preferidos por el “sociólogo” Héctor Martínez que escribe en Diario Tiempo y que tiene entre sus admiradores a Juan Ramón Martínez, es considerado como uno de los representantes de la izquierda liberal europea. En una entrevista al Diario El País de España, el 8 de abril de 2001, afirma que uno de los mayores peligros para la democracia y el pluralismo es la inmigración sin límites por ser portadores de culturas diferentes a la occidental que ponen en peligro los valores tradicionales de lo que llama “buena sociedad”. Los representantes de esa amenaza real para la sociedad pluralista son, sobre todo, los que han estado entrando por el sur de Italia y España, casi todos ellos musulmanes. Dice Sartori: “Yo creo que no tienen ningún deseo de integrarse salvo excepciones. E incluso si desearan hacerlo serían los más difíciles de integrar, ya que su sistema de creencias y de valores difiere totalmente del nuestro”. Tal vez no sea suficiente, pero esa cita muestra el carácter racista, eurocentrista, de este autor tan querido por el “sociólogo” mencionado que, posiblemente, comparta con puntos y comas la opinión del italiano. Esa tendencia a homogenizar y a generar valores y costumbres únicas está presente en Sartori cuando afirma que “el multiculturalismo en sí es una ideología perniciosa, porque fragmenta, divide y enfrenta y lleva directamente a un proceso cuyo fin posible es la antítesis del pluralismo.” Esa presencia de diversas culturas genera dificultades porque va minando el sistema de principios establecidos por la tradición occidental, así, entiende que “La reciprocidad supone que, si entras en un país que no es el tuyo y te beneficias de ello, considerando que no se te ha obligado a acudir al mismo, entonces debes atenerte a los valores básicos de la sociedad que te acoge. Si no lo aceptas, no es que yo te vaya a echar, pero no te hago ciudadano con los mismos derechos de un país cuyas reglas no aceptas.”

Sartori explica en qué consiste la sociedad que tanto admira: “La comunidad pluralista es para mí esa 'buena sociedad' que se caracteriza por que, dentro de la diversidad, genera consenso e integración. Si nuestra civilización, la democrática liberal, se basa en convicciones realistas que preceden a las construcciones constitucionales y que son, por medio de la tolerancia, la columna vertebral de nuestro sistema de creencias. Este sistema es hoy perfectamente ajeno a las creencias religiosas.” Aunque considera a los intelectuales norteamericanos como algo provincianos, supone que esa “buena sociedad” encabezada por Estados Unidos es el modelo a seguir pero no menciona las virtudes más visibles y sanguinarias de esa sociedad.

El austriaco Hans Kelsen, muy querido por Rata Gorda, por muchos abogados que se inscriben en la democracia cristiana, que capacitaron en derechos humanos a varias generaciones de oficiales de la policía y respetado por los defensores del golpe de estado, es considerado como uno de los más importantes teóricos acerca del Estado y del derecho internacional. En su opinión la calidad de estado de derecho está dada por que existe un orden jurídico, sin importar que el Estado sea democrático o autocrático; en palabras suyas “es el orden jurídico el que determina el titular de la autoridad y la forma de ejercerla; quien debe mandar y quien debe obedecer”. Siguiendo ese argumento es que los golpistas hondureños consideran que aquí existió sucesión legal ya que se mantuvieron en su lugar los distintos componentes del Estado, apenas se sustituyó al titular del ejecutivo, apenas se apalearon y asesinaron a unos cuantos. Pero se mantuvo la forma jurídica. Esto es lo fundamental: los aspectos formales, lo aparente del sistema, mientras que los individuos que lo conforman pueden ser sustituidos por otros, siempre y cuando sirva para mantener inquebrantable el status. Respecto al derecho internacional Kelsen y sus discípulos sostienen que lo esencial es considerar a todos los Estados con el mismo valor jurídico, una especie de igualdad jurídica apoyada en la existencia de una instancia superior como es el derecho internacional o un superestado mundial que se encargue de evitar conflictos y atenuar las diferencias. Por ello afirmó que: “la guerra es un asesinato en masa, la mayor desgracia de nuestra cultura… asegurar la paz mundial es nuestra tarea política principal…no es posible el progreso social esencial mientras no se cree una organización internacional mediante la cual se evite”. La aspiración de este autor se ha cumplido con la ONU y, sobre todo, con el todopoderoso Consejo de Seguridad, y si aquí no se logran todos las arbitrariedades del imperio se cuenta con la OTAN, incondicional, guerrerista y puesta totalmente al servicio de los Estados Unidos.

Uno de los autores favoritos por “nuestros” intelectuales golpistas es el alemán Carl Schmitt, militante del nazismo hitleriano y crítico de Kelsen. Se le puede considerar un liberal de derecha. La tradición clásica griega suponía que la política era inseparable de la ética y de la vida social, esto era lo que hacía posible la relación entre los ciudadanos libres y sólo podía existir entre humanos organizados en sociedad. Fuera de la polis, de la sociedad o del estado, sólo existían las bestias y los dioses. Schmitt cambia un poco el asunto y supone que la política aparece porque hay enemigos, por ello el Estado se encarga de enfrentar los conflictos, de identificar y liquidar al enemigo, interno o externo. Para tales propósitos organiza a los ciudadanos bajo la sombra protectora de un jefe fuerte, vigoroso, que refleja en sí mismo la energía de la sociedad. Cualquier parecido con la figura de Führer o del gorila latinoamericano no es casual.

Otro austríaco, con una importante obra en filosofía de la ciencia y en el pensamiento político, Karl Popper, a diferencia de Sartori que establece límites al orden social para evitar la penetración cultural musulmana, supone una sociedad abierta signada por un sistema de valores objetivos e independientes de los individuos y de las culturas, necesarios para resolver problemas en el entendido que todos los individuos somos racionales y emprendemos tareas comunes como la edificación del progreso. Esa búsqueda ética del bien y de la verdad se convierte en algo inseguro pero se va aprendiendo a superar los errores cuando reconocemos nuestra ignorancia y se reduce el sufrimiento humano. Esa posibilidad de evitar el error en las relaciones humanas por medio del ensayo continuo es factible en la sociedad abierta. En su libro “En busca de un mundo mejor” argumenta que la sociedad capitalista “a pesar de todos los fallos que justificadamente pueden encontrarse en ella, nuestra civilización occidental es la más libre, más justa, mas humanitaria y la mejor de todas las que hemos conocido a lo largo de la historia de la humanidad”. Los fallos y errores de la sociedad abierta son las guerras mundiales y particularmente el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, según Popper y en su expresión más cínica, esos fallos son responsabilidad de los enemigos de la democracia occidental. Decía este autor: “Nadie quería la bomba; era el temor a que Hitler la monopolizare, lo que propició su construcción”. En consecuencia, el lanzamiento de la bomba atómica fue un triunfo del fascismo alemán y del militarismo japonés. No hay ninguna culpa en los científicos por el uso militar que se dé a sus invenciones. Tampoco tuvieron responsabilidad en esa matanza los políticos norteamericanos.

Esos son algunos de los orígenes teóricos de los intelectuales de la oligarquía, al menos esos son los nombres que citan en sus escritos. Luego, cuando se investiga con rigor acerca de la “sociedad abierta” de Popper, de la “buena sociedad” de Sartori, el “Estado de Derecho” de Kelsen o del Estado que liquida a los “enemigos” de Schmitt y se identifica a qué se refieren ellos, fácilmente puede concluirse en que están hablando de lo mismo con distintos matices, con diferente artificios teóricos, pero con pocas diferencias de fondo. Se refieren a la sociedad capitalista, a la desarrollada en Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia, Holanda, Gran Bretaña, Austria, etc., en fin, a lo que llamamos primer mundo.

¿Cuáles han sido algunas de las consecuencias del desarrollo de la “buena sociedad”, de la “sociedad abierta” y del “Estado de Derecho”? Una estadística aproximada de las guerras ocurridas entre 1890 al 2010 va a indicar que en todas las frecuencias del registro se encuentra Estados Unidos, la “sociedad abierta” por definición que se ha convertido en la demostración contundente de los actos más bárbaros ejecutados en nombre de los valores occidentales. Y esa violencia contra muchos pueblos también tiene el respaldo de por lo menos cuatro Premios Nobel de la Paz de origen norteamericano, dos de ellos presidentes del imperio. Los hechos violentos de la defensora del “Estado de Derecho” han marcado cruelmente y para siempre la vida de miles de personas en todo el planeta; mientras que en otros se han desarrollado afectos serviles hacia ese imperio tal y como ocurre entre los intelectuales de la oligarquía hondureña que añoran la vida bucólica en los clubes de las compañías bananeras o entre los rascacielos de la metrópoli. En la guerra mundial, de 1939 a 1945, 55 millones de muertos y 3 millones de desaparecidos; hace 65 años ocurrieron las únicas masacres atómicas en la historia universal y en contra de objetivos civiles: aproximadamente 140,000 muertos en Hiroshima y 80,000 en Nagasaki. Muchos más siguieron muriendo por culpa de la radiación. La guerra de Corea provocó 3 millones de muertos. En Viet Nam, en defensa de los valores cristianos y occidentales de la “buena sociedad”, casi 4 millones de muertos, 300 mil heridos, miles de mutilados física y mentalmente y cuantiosos daños irreparables a los bosques y los ríos. Todo fue organizado y dirigido con la mayor precisión posible por militares, industriales y políticos norteamericanos, atentos lectores de Kelsen, Popper o Leo Strauss. Y esas acciones en busca de la paz universal se han extendido por Camboya, con 2 millones de muertos; Somalia, mil muertos; Granada, 75; Panamá y a otros países.

Nuestra mancillada Honduras también fue víctima de muchas ocupaciones militares en las tres décadas iniciales del siglo XX. Pero como después del golpe de estado del 28 de junio sólo hay menos de 200 muertos, entonces, la cuestión no es tan interesante según la opinión oficial de Darwin Andino, obispo auxiliar de Tegucigalpa. Este sujeto opina que la importancia de un conflicto depende de una simple contabilidad: la importancia la determina la cantidad de muertos. Puros asuntos contables para este “experto en humanidad”.

Las teorías que justifican al capitalismo y lo rodean de argumentos compasivos y humanistas quedan mejor fundamentadas cuando ponemos atención en dos lugares del planeta, en donde la lógica matemática, la estadística social, la teoría de los juegos y los procedimientos de reingeniería, quedan anegas en sangre y dolor humano por el daño provocado y el empeño puesto por la demencia militar del capitalismo por doblegar a dos pueblos que se resisten a la imposición de los sacrosantos valores de occidente. Aquí es donde fracasa la metodología encargada de calcular la dimensión del daño provocado a las personas ya que no se puede obtener un apunte preciso, porque la sangría no se detiene. Datos provenientes de las Naciones Unidas dicen que en la guerra de Irak han muerto 2 millones de personas, 4.5 millones de desaparecidos, 5 millones de huérfanos en la tierra de los profetas. Y si se agrega la guerra en Afganistán, la cantidad de civiles muertos y la extensión del conflicto no han impedido que ese país se haya convertido en el mayor productor mundial de opio y heroína y en un gigantesco laboratorio de equipos militares, con la participación consciente y activa de países tan cultos y preocupados por los derechos humanos como Alemania, Holanda, España e Italia. Son los modelos más logrados de la “buena sociedad” de Sartori. Aquí es donde, según Barak Obama, al recibir el Premio Nobel de la Paz, “el uso de la fuerza no sólo es necesario sino también justificado moralmente”.

El otro lugar que escapa a todo cálculo posible es Cuba que desde 1960 ha sido víctima de una forma de guerra diferente, la guerra económica que no puede ser justificada por ninguna forma del derecho internacional. Los daños son mayores a los 82 mil millones de dólares, expuesta a sabotajes y actos terroristas coordinados, costeados y dirigidos por agencias oficiales del gobierno norteamericano. La agresión contra Cuba afecta la producción de alimentación y la fuente de proteínas del pueblo; impacta negativamente en el sistema de salud al encarecerse la adquisición de medicinas y equipos médicos; dificulta el sistema de transporte y la compra de equipos industriales. El daño humano provocado a los cubanos no puede ser cuantificado. La suma de todas las muertes en todo el mundo se clasifican técnicamente como “daños colaterales”, minucias sin interés y que no afectan la continuidad de las operaciones militares. Mientras en Washington se suceden los distintos gobiernos, la política contra Cuba se mantiene sin cambios importantes y en la isla el sistema socialista se fortalece, se adapta cada día a las duras circunstancias del bloqueo y la moral revolucionaria se torna más conciente y solidaria.

Para mayor incomodidad de los escribidores del régimen esto es “lo de siempre” y que no les gusta escuchar ni leer a esos intelectuales golpistas que hacen uso del nombre de Sartori, Kelsen, Schmitt o Popper para una mejor imagen en sus ataques contra la Resistencia; son los que proponen que su “buena sociedad” brinda todas las herramientas legales para los ajustes respectivos y sin necesidad de “romperla intempestivamente”. Son lo que omiten y ocultan cómo esa “sociedad abierta” ha provocado tanta pobreza en Honduras, tanto atraso material y espiritual y que prefieren ver en los conflictos sociales algo inventado por la izquierda, la polarización social que recién han descubierta la consideran una ficción ideológica; conflictos que, según ellos, pueden solucionarse con “claridad doctrinaria sin alterar el orden constitucional”. Sujetos como el “todólogo” que amenaza con ponerle piyamas a los políticos, raviber médico de cabecera de cabeza de ajo, el “sociólogo” que pasó su niñez en los clubes bananeros de La Lima, el chino del canal 10, el pariente de dos santos obispos católicos o el infante prologuista que aparenta andar el mundo a cuestas, insisten en mantener inconmovible y blindados ciertos artículos de la constitución, todo para mantener inalterable el régimen social de los empresarios que financiaron el golpe de estado y castigar los “excesos de los individuos” que se pronuncian por los cambios sociales. Y por si no se dan cuenta, afuera sigue organizándose el Frente Nacional de Resistencia Popular, tercamente creciendo, valientemente forjando conciencia con el debate, la formación y preparando el camino a la Constituyente. “Lo de siempre” y a pesar de la represión de los continuadores del golpe y de las maniobras divisionistas.

11 de agosto de 2010.

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