Edmundo Orellana
La política exterior es imprescindible para todo Estado porque es la guía en sus relaciones con los otros Estados, con los organismos internacionales y con los demás sujetos de las relaciones internacionales.
La política exterior se diseña basándose en las necesidades del país. Es, pues, una expresión de los intereses nacionales llevada más allá de las fronteras patrias por el Jefe de Estado, los agentes diplomáticos y demás funcionarios con responsabilidad para ello. La diplomacia no es solamente cocteles, fórmulas protocolarias y buenos modales. Es, fundamentalmente, el medio idóneo para hacer realidad la política exterior, a nivel bilateral o multilateral.
La comunidad internacional nace del multilateralismo. Los sujetos, estructura y dinámica constituyen el sistema internacional, cuyas reglas emanan de la negociación y el consenso. En su seno los países impulsan iniciativas para ser beneficiarios de decisiones, de cooperaciones técnicas o financieras, etc.
En la mayoría de los organismos multilaterales las decisiones se adoptan por consenso. Si no se tiene el apoyo de los países representados en éstos, dificilmente se obtendrá beneficio de los mismos.
Si el gobierno de Honduras se empecina en desafiar a los países que todavía no lo reconocen, seguirá excluido de las cumbres y de los demás encuentros entre Presidentes o cancilleres, no podrá aprovechar los espacios multilaterales y no obtendrá la cooperación que necesita para medianamente administrar el país.
Escuchar a quienes aconsejan que Honduras puede sobrevivir sin participar en esos espacios multilaterales, no es conveniente para la salud de la República; es avanzar hacia el abismo.
De nada sirve que el gobierno sea reconocido por algunos países, Estados Unidos entre ellos. Su aislamiento se prolongará indefinidamente. El reingreso a la OEA necesita del consenso; también lo requieren las decisiones que se adopten para otorgar financiamientos en los organismos internacionales de crédito. Mientras haya un solo representante que se oponga, Honduras continuará al margen de los beneficios del sistema internacional.
Si el gobierno se hubiese preocupado por elaborar una estrategia inteligente para abordar la crisis que encontró al momento de instalarse, seguramente habría avanzado con éxito en este cometido. Pero dejó pasar el tiempo, concentrándose en puerilidades y postergando las decisiones que la comunidad internacional y el pueblo hondureño demandan.
Mientras ganan terreno los que, invocando ideas cavernarias, alegan que no necesitamos de la OEA, BID, BM y los demás organismos multilaterales, el gobierno sigue vacilante, sin saber que hacer.
Con excepción de algunos apoyos bilaterales, por cierto, ridiculamente raquíticos, seguiremos solos, esperando el colapso.
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