Nunca cometamos el error de subestimar a apologistas del odio como Juan Ramón Martínez, Ramón Custodio, Federico Álvarez y ahora Armando Cerrato, aunque no piensan, repiten como papagayos los guiones que les preparan expertos en guerras psicológicas o lo que escuchan de otros.
Sus límites para mentir son tan inconmensurables como su falta de escrúpulos. Impresionante como una vez dicen “las balas eran de goma” y meses después afirman “eso fue lo que me dijeron” ¿Qué clase de persona miente con tanta alevosía?
Ricardo Salgado* / EL LIBERTADOR
La lucha en el campo de la comunicación ha sido desigual en estos “tiempos del golpe” en Honduras; el bloqueo mediático, planificado y aplicado por la derecha golpista contra toda información relacionada con el rompimiento del orden constitucional y la posterior reacción popular, ha sido ejercido a costa de cualquier valor que pueda regir en una sociedad decente. No han tenido empacho en mentir, manipular o simplemente amenazar.
Cuando leemos las declaraciones del Comisionado Nacional de los Derechos Humanos, afirmando que el presidente Manuel Zelaya Rosales será traído para que lo asesinen, suena aterrador y bochornoso. ¿Porque el doctor no actúa para cumplir con el trabajo para que lo eligieron y devenga sueldo? ¿Por qué se convierte en un oráculo y anuncia la violación del derecho a la vida de un hondureño que fue expulsado del país ilegal y violentamente en junio del año pasado? ¿Hasta dónde llegan la mentira, la cobardía y los intereses que representa este señor?
MARTINEZ, ORACULO MONTUNO
La verdad Honduras se convirtió en el triste país “patas arriba” en el que un par de señores, auto convencidos de su valor intelectual, se dan el lujo de amenazar con quebrar un poder del Estado, como ya lo hicieron anteriormente. No hace muchos días, un señor que se llama Juan Ramón Martínez, haciendo uso de una columna donde no falta el papel carbón se da el lujo de ensanchar la brecha que existe entre los millones hondureños que no tenemos nada y los que a fuerza de someternos hoy son todopoderosos.
Este señor, igual que el célebre comisionado de derechos humanos y un periodista frustrado Armado Cerrato, ha robado cámara y espacios para ejercer sin honor y sin moral la pose de juez tarifado y de oráculo montuno, con la aparente venia de directores que sinceramente pueden conceder esa oportunidad a hondureños creadores de pensamiento y análisis científico que, desde luego, levantarían el perfil de sus empresas mediáticas. El señor Martínez incluso escribió un libro en los primeros dos meses del golpe, lo que nos hace pensar que o era parte de la estructura del cuartelazo, o escribe muy rápido; por lo que escribe, inclina pensar que la primera es la causa de la prontitud con que fue publicado.
EMBRUTECIENDO INGENUOS
Martínez, responsable también de los poco inteligentes editoriales de un “Canal Educativo”, se ha convertido en el referente teórico del sector más troglodita de la derecha hondureña. No sabemos si sus convicciones políticas y sus intereses coinciden, pero si estamos seguros que él decidió ser uno de los mercenarios portadores de las mentiras que leen, ven y escuchan aquellos que aún no aceptan, o saben, que por sus ideas, en Honduras en menos de un año se han ejecutado más de 100 personas.
Escuchando uno de los editoriales de boca de un reportero convertido por la derecha en su apóstol de la educación (por lo menos de donar aulas), la amenaza de las pijamas volvió a salir, y habló en defensa de un supuesto Estado de Derecho, llamando “trasnochados” a aquellos que se oponen al golpe y sus consecuencias. Esto resulta de cualquier enfermedad mental, pero jamás del periodismo ¿hay algo de educativo en toda esta campaña de patrañas? ¿Qué hacemos los hondureños para contrarrestar la maquinaria de calumnia e inmoralidad que éstos desatan al libre albedrío, sin que nadie les ponga rienda?
¡CALLEN, PAREN DE MENTIR!
Parece que la posibilidad de encontrar un entendimiento pasa por redirigir la línea de opinión de esta gente, y encaminar a un debate franco, realista y patriótico sobre lo que impera en el país. Los oligarcas que controlan las expresiones de estos sujetos, deberían entender que al mantener la posición que llevan, la situación social es explosivamente peligrosa, y eventualmente, el odio del pueblo puede traducirse en consecuencias dolorosas para ellos mismos.
Estos señores, todos con patrimonios sustanciales que les permiten amenazar desde Barcelona o desde su propio edificio, deberían reflexionar sobre la posibilidad de abrir su discurso a un debate claro sobre la Honduras que tenemos, y la que todos quisiéramos tener. Deberían entender que nuestro problema no es lo mucho que tienen pocos; sino las condiciones de miseria en las que muchos tenemos que vivir para que esto suceda.
La inyección de farsas sin control, y el uso irresponsable que hacen de los medios a los que tienen acceso, puede tener consecuencias desastrosas para el país, probablemente mayores que las de cualquier desastre natural. No importa qué función desempeñen, o a quién sirven, tenemos que decirles ¡callen, paren de mentir!
A los que les pagan, por planilla o por editorial, les invitamos a construir un espacio más amplio donde esta gente tenga la opción de seguir con su pobre imitación de periodismo, pero que también se enfrenten a procesos de debate científicamente sustentados, y que permitan a todos, incluso la inculta burguesía nacional, ilustrarse un poco sobre las desastrosas consecuencias que hay detrás de la alteración del orden democrático a conveniencia de los intereses de unos pocos.
HONDURAS ES OTRA…
No es conveniente para el país, que sigan creyendo que la manipulación de los medios basta para hacer creer a la mayorías que el movimiento de hondureños en resistencia es un pequeño grupo de “trasnochados”, la gente tiene ojos, ve con frecuencia las movilizaciones, y muchos se inhiben de participar por temor a los patrones; pero el temor es una emoción peligrosa, y en cualquier momento se traduce en actos extremos de bravura. Es cierto que la brutalidad de los militares durante la represión, y los asesinatos llevados a cabo por escuadrones de la muerte paramilitares pueden tener éxito como disuasivos por momentos, también es cierto que las condiciones reales y objetivas de cada momento son distintas, y esta Honduras no es la misma de los años 80.
Hacemos esta reflexión a tiempo; no se trata de una amenaza, el pueblo hambriento al que han engañado por años no amenaza, y por muchos asesinatos que hagan nunca podrán detener lo que desataron el 28 de junio. No olviden que lo del golpe de Estado fue sólo una movida detonante, quizá absurda de la derecha hondureña al servicio del imperio; las condiciones materiales para que se produzca una convulsión social en Honduras las vienen cultivando hace décadas.
*Asesor editorial de EL LIBERTADOR.
Fuente: Ellibertador.hn
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