Oscar Amaya Armijo
Trigueros tiene completamente la razón. Concuerdo con él. Ya tiempos vengo insistiendo en lo mismo. Los liberales en resistencia deben, además, demostrar que están incondicionalmente con la Resistencia , que es la inmensa mayoría de los hondureños, retirándose de ese viejo partido oligárquico y fascista que dirigen Micheletti, Elvin Santos y Romeo Vásquez, y organizar una estructura política de nuevo tipo, llámese ésta Partido Liberal Socialista, Esperanza Liberal, Poder Ciudadano, con nuevo ideario y plataforma política,para que realmente los distinga de los cascarones del bipartidismo.
Los liberales deben salirse de ese partido y fortalecer de una vez por todas la Resistencia, de lo contrario seguirán haciéndole un flaco servicio a la oligarquía extranjera que tienen secuestrado el paìs. En la resistencia liberal existen posturas pequeñoburguesas como aquella de temerle a los lideres populares por supuestas posturas al servicio del socialismo. En realidad, quien empezó a hablar de socialismo fue Mel Zelaya. En todo caso, por qué temerle al pueblo y sus utopías, a sus anhelos de transformación social, política y económica, si aquí de lo que se trata es de iniciar un sendero hacia la justicia, a la equidad y solidaridad humana, propia de sociedades desarrolladas e incluyentes.
Es cierto, también, lo que afirma Trigueros, por mucho respeto que se le tenga a Mel, por mucha fuerza que tenga su liderazgo, jamás podrá superar la fuerza del pueblo; ya alguien había dicho que las personalidades influyen en el desarrollo de los acontecimientos, pero no los determinan, son las masas las que hacen la historia.
Por supuesto, nadie niega la enorme figura de Mel, y si se quiere necesaria en la lucha de la Resistencia; pero a este hombre extraordinario no le queda otra salida que unirse a la Resistencia, de lo contrario esta misma y las coyunturas iran creando nuevos lideres capaces de superarlo.
Por otra parte, no deben asustarse (esto no lo digo con ironía) de las posturas de Jorge Arturo, si èl siempre ha actuado en consonancia con su origen de clase: la oligarquía. Aquí todos conocemos a este cuadro político de las clases dominantes. Su ubicación de clase coincide, en este momento, con su posición de clase, por ello es que se afirma no asustarse.
Claro, en Honduras, el mapa político ha cambiado enormemente y quién no sepa interpretarlo será pasto del castigo implacable de las masas hondureñas, las que ya no apuntan hacia el tradicionalismo bipartidista.
No sé si esto es radical: pero estén o no estén en la Resistencia los liberales en resistencia, los zelayistas y los reinas-aún sin ellos, se reitera- la constituyente, la nueva constitución y la refundación de Hondurasd viene, y no hay poder oligárquico que lo detenga.
Por supuesto, también necesitamos a todos ellos, tanto por el papel que han jugado en esta hora crucial como por su experiencia acumulada; pero los liberales deben abandonar las viejas posturas de conducción de masas y afiliarse a las nuevas formas de gestión, organización y movilización que impone el poder popular mediante el FNRP.
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Trigueros tiene completamente la razón. Concuerdo con él. Ya tiempos vengo insistiendo en lo mismo. Los liberales en resistencia deben, además, demostrar que están incondicionalmente con la Resistencia , que es la inmensa mayoría de los hondureños, retirándose de ese viejo partido oligárquico y fascista que dirigen Micheletti, Elvin Santos y Romeo Vásquez, y organizar una estructura política de nuevo tipo, llámese ésta Partido Liberal Socialista, Esperanza Liberal, Poder Ciudadano, con nuevo ideario y plataforma política,para que realmente los distinga de los cascarones del bipartidismo.
Los liberales deben salirse de ese partido y fortalecer de una vez por todas la Resistencia, de lo contrario seguirán haciéndole un flaco servicio a la oligarquía extranjera que tienen secuestrado el paìs. En la resistencia liberal existen posturas pequeñoburguesas como aquella de temerle a los lideres populares por supuestas posturas al servicio del socialismo. En realidad, quien empezó a hablar de socialismo fue Mel Zelaya. En todo caso, por qué temerle al pueblo y sus utopías, a sus anhelos de transformación social, política y económica, si aquí de lo que se trata es de iniciar un sendero hacia la justicia, a la equidad y solidaridad humana, propia de sociedades desarrolladas e incluyentes.
Es cierto, también, lo que afirma Trigueros, por mucho respeto que se le tenga a Mel, por mucha fuerza que tenga su liderazgo, jamás podrá superar la fuerza del pueblo; ya alguien había dicho que las personalidades influyen en el desarrollo de los acontecimientos, pero no los determinan, son las masas las que hacen la historia.
Por supuesto, nadie niega la enorme figura de Mel, y si se quiere necesaria en la lucha de la Resistencia; pero a este hombre extraordinario no le queda otra salida que unirse a la Resistencia, de lo contrario esta misma y las coyunturas iran creando nuevos lideres capaces de superarlo.
Por otra parte, no deben asustarse (esto no lo digo con ironía) de las posturas de Jorge Arturo, si èl siempre ha actuado en consonancia con su origen de clase: la oligarquía. Aquí todos conocemos a este cuadro político de las clases dominantes. Su ubicación de clase coincide, en este momento, con su posición de clase, por ello es que se afirma no asustarse.
Claro, en Honduras, el mapa político ha cambiado enormemente y quién no sepa interpretarlo será pasto del castigo implacable de las masas hondureñas, las que ya no apuntan hacia el tradicionalismo bipartidista.
No sé si esto es radical: pero estén o no estén en la Resistencia los liberales en resistencia, los zelayistas y los reinas-aún sin ellos, se reitera- la constituyente, la nueva constitución y la refundación de Hondurasd viene, y no hay poder oligárquico que lo detenga.
Por supuesto, también necesitamos a todos ellos, tanto por el papel que han jugado en esta hora crucial como por su experiencia acumulada; pero los liberales deben abandonar las viejas posturas de conducción de masas y afiliarse a las nuevas formas de gestión, organización y movilización que impone el poder popular mediante el FNRP.
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