Desde tiempos muy antiguos, el libro fue siempre el transmisor de la cultura, el arte, el pensamiento y las tradiciones; el libro es difusor de la imagen del hombre que ama y construye al hombre, en una sociedad donde la libertad es el fundamento de la convivencia pacífica, racional e inteligente.
La censura ha sido siempre en todo tiempo el modo más cínico y cruel con que se prohíbe al hombre expresar sus ideas.
Una historia de la censura dice lo siguiente:
La historia de la prohibición y censura de los libros se remonta a la elaboración de los primeros textos, grabados en Mesopotamia sobre tablillas de arcilla hace aproximadamente 5.300 años.
Desde entonces, el poder religioso, político o institucional se ha utilizado el mecanismo de la censura para justificar la salvaguarda de algunos principios inventados por el poder político.
La censura trata de aniquilar la libertad de pensamiento prohibiendo la circulación de los libros en el libre mercado que la misma sociedad capitalista ha establecido para sostenerse a sí misma.
En la cultura egipcia, los biblioclastas o destructores de libros recibieron la orden de Akenatón para desaparecer los textos que se referían a los dioses antiguos, cuando impuso la religión del Dios Sol.
En Grecia, la destrucción de libros se remonta al siglo V a.c. cuando Protágoras de Abderra fue acusado de impiedad y blasfemia por haber afirmado la imposibilidad de demostrar que los dioses existían.
Pero, según la historia el mismísimo Platón era un pirómano bibliófilo que mandó a quemar todos los poemas de Sócrates.
La biblioteca de Alejandría fue quemada en varias ocasiones, y en una de ellas, desaparecieron 700.000 volúmenes manuscritos, todo ello sucedido en el año 48 a.c.
La primera noticia que se tiene de la censura es la del emperador Chi Huang Ti, en el año 231 antes de Cristo, cuando mandó a destruir las obras que versaran sobre agricultura, medicina o adivinación. Se trataba de prohibir el pensamiento de Confucio, por eso ordenó asesinar a todos los parientes y sabios de la época.
Los nazis mandaron a quemar el edificio de la antigua Opera de Berlín de la Universidad de Humbolt, donde quemaron 20.000 volúmenes, allí incendiaron libros de Marcel Proust, H.G. Wells, Jack London y Thomas Mann.
Las persecuciones de libros ha sido una práctica que se ha utilizado contra los autores de textos por diversas causas que ya hemos mencionado.
Los gnósticos que eran una secta casi secreta y que pensaban que nadie se salvaba por la fe si no por el conocimiento fueron considerados herejes por la Iglesia y finalmente fueron quemados. Los nestorianos que no reconocían la autoridad del Vaticano fueron también inmolados, y el Papa Pablo IV mandó a publicar el índice de los libros prohibidos.
En la comunista Berlín Oriental, en 1953, se destruyeron 5 millones de libros.
El 30 de agosto de 1980 en Argentina fueron quemadas más de un millón y medio de obras pertenecientes al Centro Editor de América Latina. Este día se conoce como el “día de la vergüenza del libro argentino”
En la historia contemporánea en Bosnia Herzegovina (1992), su Biblioteca Nacional fue bombardeada por el general serbio Ratko Mladic. Esta biblioteca conservaba dos millones de volúmenes y 155.000 obras raras.
En Chile, la dictadura comandada por Augusto Pinochet practicó genocidio contra su pueblo, quemando y censurando libros de importantes poetas chilenos, ensayistas, teatristas e intelectuales de todo pensamiento de vanguardia.
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En Honduras, se conoce la cacería del libro en la dictadura del general Carías, cuando perseguía a los opositores al régimen; se cuenta que mandó a la basura los vetustos libros de la Biblioteca Nacional, por viejos e inservibles.
En 1946, la dictadura cariísta mandó a emitir la Ley Fernanda contra las acciones de los partidos de izquierda, mediante el decreto 95, por cuyo efecto se prohibían las actividades totalitarias y sus medios de expresión como el periódico Vanguardia que era un semanario combatiente, en tal época no circulaban las obras de Ramón Amaya Amador.
Más tarde Don Julio Lozano Díaz, anticomunista feroz, miembro del Partido Nacional, en 1956, en su decreto ley 206, consideró poner fuera de orden al Partido Comunista de Honduras, y con él toda forma de propaganda, principalmente los que inciten, provoquen o fomenten de palabra o por escrito o cualquier otro medio, doctrinas que destruyan el orden social de la nación u otros actos de rebeldía
En 1963, después del corto gobierno de Ramón Villeda Morales, Oswaldo López Arellano comandó un represivo golpe de Estado que tenía como objetivo el mismo pensamiento restrictivo contra la libertad de prensa y de pensamiento que activaron Julio Lozano Díaz, Juan Manuel Gálvez y Tiburcio Carías.
En la década de los años ochentas, con el régimen democrático de Roberto Suazo Córdova, se erige la política de Seguridad Nacional, jefeada por Gustavo Alvarez, mediante esta política se persiguió a los militantes revolucionarios y mandaron a desaparecer un centenar de hombres que pensaban diferente a los dictados de la democracia neoliberal.
La censura y la prohibición se practica en la sociedad hondureña con disimuladas y enmascaradas formas que van desde la prohibición de la venta de ciertos libros con la complicidad de ciertos personajes oscuros que disfrazados de intelectuales y académicos, reprimen la libre circulación y comercialización del libro en una sociedad de libre empresa.
En la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, son perseguidos los autores de textos académicos y libros de ficción literaria, por considerar que cometen delito y enriquecimiento doloso.
En nuestra universidad, existen aproximadamente cincuenta autores docentes que desde sus experiencias cognitivas de más de tres décadas de estudio y práctica del proceso enseñanza-aprendizaje, han sustituido el conocimiento que provenía en la década del setenta y ochenta del siglo pasado, desde México, Argentina y España. Pero sobre todo, provenían de las grandes transnacionales editoriales tales como Cátedra de España, Siglo XXI de México, Editorial Suramericana, Paidós y otras de Argentina, y los famosos textos de las transnacionales norteamericanas. Otras empresas monopólicas hondureñas también fueron sustituidas por los autores docentes de la UNAH.
Los verdaderos delitos que se cometen en la UNAH tales como el robo sistemático de automóviles, de los aparatos electrónicos de las oficinas burocráticas de la ciudad universitaria, o el trasiego de la cocaína y la mariguana, y de la falsificación de títulos y calificaciones, no se combaten con la misma fuerza autoritaria con que ahora se nos persigue.
Exigimos respeto, reconocimiento a nuestra labor cognoscitiva, que en otros países es valorada con las mejores apreciaciones institucionales.
Nos reservamos el derecho de defendernos según las garantías constitucionales y las leyes derivadas de la Carta Magna.
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“Es libre la emisión del pensamiento por cualquier medio de difusión, sin previa censura. Son responsables ante la ley los que abusen de este derecho y aquellos que por medios directos o indirectos restrinjan o impidan la comunicación y circulación de ideas y opiniones”. Artículo 72, Constitución de la República de Honduras.
“El Estado promoverá y apoyará la divulgación de producciones de autores nacionales o extranjeros que siendo legítimas creaciones filosóficas, científicas o literarias contribuyan al desarrollo nacional”. Artículo 175, Constitución de la República de Honduras.
Fuente: El Pregón - Depto de letras UNAH
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EL GENERAL NO MANDO A TIRAR LIBROS DE LA BIBLIOTECA NACIONAL, EN CUANTO A LOS LIBROS SOCIALISTAS SI SE PROHIBIÓ LA COMERCIALIZACIÓN, TENENCIA. LAS COSAS SE DICEN COMO FUERON NO COMO QUIEREN ACOMODARSE.
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