lunes, 15 de febrero de 2010

Héroe entre héroes

Efrén D. Falcón

« Riata a riata, la verdad es que cuando se trae en la sangre, no hay quién lo pueda esconder». Indalecio Tuna

En nuestro país, de una manera sumamente hipócrita y en el ejercicio de un cinismo recalcitrante, siempre se ha tratado como grandes señores a los ladrones. Todo el mundo sabe que son ladrones. Es vox populi como obtuvieron lo que otros no pueden obtener trabajando. Pero son tratados con pleitesía y reverencia; y es así, quizá porque el hondureño cree que se puede presentar una oportunidad para “bajarle” algo al bribón; o quizá porque secretamente se le admira, por tener el coraje ―que es en realidad desvergüenza y falta de valores morales― de “hueviar” a manos llenas; o quizá simplemente es la malsana envidia, la que nos vuelve casi serviles ante la presencia de un verdadero bandido. Sea lo que sea, los tales personajes deshonestos se pasean como jolotes almidonados entre la gente, porque saben a ciencia cierta, que la impunidad los guarda mejor que catorce crucifijos y doce medallas milagrosas. Porque lo que no queda impune en este país, es porque sirve para ocultar una impunidad mayor.

No es preciso apuntarlo, pero hay pocos ricos cuya fortuna no tiene algo que ver con la deshonestidad y la transgresión a la ley, por eso alguien debería preparar una lista y hacerles un monumento. Nuestros ricos, si no han apuntalado sus negocios con el contrabando, lo han hecho manipulando sus contabilidades para esconder sus verdaderas ganancias y evadir todos los impuestos evadibles. Otros, simplemente han repartido billete a diestra y siniestra, por lo alto y por lo bajo, para obtener contratos adulterados, granjearse licitaciones o ganar demandas judiciales, siempre, “contra” el Estado. Otros son más siniestros, o más ambiciosos, y optan por traficar con la política e invertir en ella, obteniendo así cuotas de poder, donde sus testaferros son colocados en puestos administrativos y ejecutivos clave del gobierno, o pasan a desempeñar su papel después de ser electos “popularmente” por nuestro maravilloso sistema democrático. Como es posible imaginar, desde el poder público las posibilidades son infinitas. Por eso la impunidad es tan preciada en las altas esferas del poder económico. Ser impune es tan o más valioso que obtener el perdón papal de todos los pecados. Ser impune es estar de moda, es ir con el paso de los tiempos, es el equivalente a ser un superhéroe: intocable, irrastreable, prácticamente invisible.

Por eso, el magno congreso nacional de la república nombró al eterno diputado de Yoro como héroe ―quedándose corto, porque debió nombrarle: superhéroe―. Entre los héroes visibles de la patria [hay otros héroes ocultos, que no se dan color, como dice Lencho] tal prócer es un ejemplo soberbio: después de ser electo por el sistema durante tres décadas como diputado, fue el primer hijo de la nueva “sucesión presidencial”, parido en pleno 28 de junio, mientras la patria se aprestaba a celebrar su nueva independencia. Una vez reconocido por los medios de comunicación, ungido por el clero y exaltado por los camisetas blancas, desde su podio golpista se dedicó a violar, hurgar y maltratar la constitución y las leyes: atropello al pueblo negándole sus derechos constitucionales, cerró medios de comunicación, instituyó la persecución política y bendijo los asesinatos de hondureños totalmente indefensos ante la fuerza armada. Pero no le pareció suficiente, él sabía que al poder se llega para ejercerlo, y ante su aro inexpugnable de impunidad armada, le fue fácil firmar decreto tras decreto contra el pueblo hondureño, porque no solo tenía un colaborador presidiendo el congreso golpista, sino que un subordinado servil dispuesto a todo [quién imagino, hoy lamenta no haber hecho el esfuerzo para desde el congreso ―apoyo clerical no le iba a faltar― decretar santo a semejante prohombre].

El increíble “gacetazo” es solamente una hoja del libro de la infamia que este héroe nacional escribió en unos cuantos meses. La mala letra y peor ortografía se la tenemos que perdonar, porque todo lo produjo y lo escribió a matacaballo [expresión Lenchiana] y si husmeamos bien, veremos que la obra es colosal.

No sabemos a ciencia cierta, si la impunidad alcanzará para cobijar en toda su nefasta extensión la obra cumbre del héroe patrio, porque aunque haya representado “a todo dar” [diría Lencho] el papel de perro fiel fáctico, puede acontecer que lo que hoy requieran los dueños del país, sea más bien un chivo. Por supuesto un “chivo de la patria”, más expiatorio que vestido de heroicidad. «Se il vostro eroe è punito, piangere li vescovi». Amén.

Fuente: Vos el soberano

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