Anarella Vélez
La literatura de ficción ha explotado bien esta imagen. A lo largo de la historia es posible encontrar diferentes representaciones de las/os antihéroes, los cuales se han desarrollado de acuerdo con la época, conforme a los períodos históricos o según la evolución o involución de los tiempos. Como todo en el arte, estos personajes del género negro surgen de la misma realidad. La ficción encuentra en el acontecer cotidiano su más importante insumo. Localiza en el escenario –sobre todo de la política tradicional, la economía sumergida, las empresas multinacionales- a ciertos personajes que sobresalen por sus conductas tramposas, tipejos/as que alcanzan su objetivos con métodos anti-épicos, anti-éticos; en fin, anti-heroicos.
Para este tipo de “actor” los códigos que deben regir sus acciones están cifrados en el antivalor, en la farsa, el cinismo, la sospecha y lo fatal. Se desdoblan en espacios pervertidos y poseídos por la traición y el desencanto. Sus historias conllevan un mácula amarga, y las relaciones interpersonales están siempre mediatizadas por el interés de poseer riquezas o una parcela de poder por cualquier medio. Así las cosas, el pueblo no es más que un instrumento para lograrlo y la mentira es el pan de cada día: si no, todo es falso y sospechoso -alejados como están de los intereses del conjunto de la sociedad.
Las/os antihéroes son aquellas/os que presentan cualidades de villanas/nos (violentos, brutales, cínicos y rudos) pero que tienen –en apariencia nada más- motivaciones típicas del héroe o de la heroína que siempre han soñado ser, pero que no lo han podido lograr por las propias limitaciones de su inteligencia que las/os conduce, de mantera inevitable, al imperativo de una conducta cruel, anti-humana.
Éstas/os tipas/os tienen problemas que no pueden resolver fácilmente, o que definitivamente no pueden resolver si no es recurriendo a la trampa, al engaño, al fraude. Son personajes imperfectos, normalmente conscientes de sus desperfectos, se convierten en seres acomplejados y no menos soberbios. Por eso, no pueden aprender, madurar y evolucionar hacia la conducta de aquellos que se identifican con el bien común. Tienen problemas vulgares en ocasiones, y pensamientos vulgares siempre. En otros momentos tienen problemas “existenciales”. Muy de vez en cuando tienen pensamientos dizque filosófico y jamás los tendrán brillantes.
Son tipos/as medio felices, medio atormentados/as. O sea, incurablemente infelices. Tienen “amigos” con los que ir de copas si él/ella paga. Tiene, ante todo, más enemigos que prefieren verlos/as muerto/as. Pecan de vicios feos y confesables de los que suelen alardear –bebedores, lujuriosos, golpeadores y violadores de mujeres- y también deseos oscuros, concitados por ambigüedades más difícilmente confesables.
La normalidad para estos seres es la acción incorrecta. Raras veces actúan bien, pero en la mayoría de casos suelen hacerlo por presión social. Eso no hace bueno al personaje; en nuestro país eso lo hace políticamente correcto. Jamás actúa bien, de corazón. Si lo hiciera, el tiro le saldría por la culata.
No cabe duda de que el antihéroe es una persona compleja que vive en un mundo complejo. El mundo del infame tiende al caos, al desorden, y el mal se impone gracias a sus perversas acciones. Porque en el mundo del antihéroe todo se vale. Estas “estrellas” del mal son lamentables, horrorosas, atroces, ordinarias. Cuando el/la villano/a es el personaje principal en una obra de ficción la obra pugnará con el fruto que éste provocará en aquellos a quienes conoce a lo largo de lo allí fabulado. Aparte de estos "caracteres", es necesario acentuar que el antihéroe se comporta como un villano en respuesta a su pasado: quiere castigar a la humanidad por haber vivido una niñez dolorosa o cruel y que esta(s) tragedia(s) le dan origen y razón a su personalidad y, por supuesto, una perspectiva de la vida en sociedad distinta a la de los héroes verdaderos.
Desde el 28-J, en nuestro país el villano se ha elevado al sitial del personaje político. Los anti-héroes se han vuelto “parte esencial” de la política en la Honduras de este tiempo. Hasta ahora su misión consistía en proteger a sus jefes, pero han terminado volviéndose los “cerebros” del Estado. Pensándolo bien, no pasan de ser estómagos reñidos con los intereses comunes de la sociedad y se identifican sólo con los asuntos que atañen a los expoliadores.
De momento, las/os ingratas/os son identificados -repudiados- por las/os hondureñas/os, les ha dado nombres propios en las calles y los grafitis los señalan: Espagueti, Cardemal, Renatona, etc., etc. Al fin y al cabo, estos personajes, nacidos con el golpe de Estado, ya son la viva representación del antihéroe del siglo XXI. Los primeros, y ojalá que los últimos.
Fuente: Vos el soberano
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