jueves, 19 de noviembre de 2009

Uno no siempre hace lo que quiere... *

Pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere: El movimiento social hondureño y los motivos para el optimismo.

Sergio Fernando Bähr Caballero

“...Y como nos vendieron un ejército que tomaba su mate en los cuarteles”. (Hombre preso que mira a su hijo. Mario Benedetti.)

Apenas faltan unos días para el show de las elecciones en Honduras, y a los observadores casuales podrá parecerles que el movimiento de Resistencia que surgió en el país para revertir el golpe de Estado ha sido derrotado. Esto es cierto en el corto plazo, y falso en el más importante largo y estratégico plazo.

En el “diálogo Guaymuras” el equipo negociador de Zelaya, por el motivo que sea, firmó y prometió respetar condiciones que uno de los miembros del ex-gabinete de Zelaya describiría como “acuerdo para estar fritos”, una negociación en la que se cedía todo, se conseguía nada (el “espíritu” del acuerdo no cuenta, en una negociación o se consiguen cosas concretas o se logra cero) y que servía de excusa a los USA y a los golpistas para legitimar su proceso electoral, dándoles de hecho su única, y fundamental, victoria diplomática en el conflicto.

El Frente Nacional de Resistencia se encontró de pronto ante la firma de un acuerdo que el frente denunciaba como dañino, y que le arrebataba las principales armas de presión internacional contra el golpe: la amenaza de que USA no reconociera las elecciones (único país que realmente le interesa a los golpistas) y un mensaje de “todo terminó y está bien en Honduras” que desmoviliza la solidaridad a nivel internacional, y en menor grado a nivel nacional.

A partir de este inexplicable error de inocencia política -o lo que haya sido- la derecha extrema que tomó el poder en Honduras el 28 de junio se considera victoriosa, y así lo ha expresado la Unión Cívica Democrática (organización sospechosamente parecida a las estructuras de apoyo político de ARENA en El Salvador) en correos y mensajes enviados a sus seguidores.

Recordemos que ésta es una derecha de estrecha y mal copiada moral victoriana, de acuerdo a la cual sus valores políticos y éticos son los únicos aceptables, con su reivindicación del autoritarismo patriarcal en la familia, la condena hipócrita de cualquier atisbo de información relacionada con sexualidad humana, la gazmoñería en las costumbres, la negación de cualquier referencia a los problemas del país y a la profunda división social, económica y ahora realmente política que enfrenta, la defensa del orden establecido basado en una construcción falsa de legitimidad democrática.

Una derecha, pues, que cree que ha ganado pero que, como dice Benedetti “Olvidaban poner el acento en el hombre”.

El precio de su victoria a corto plazo es el desprestigio absoluto de sus instituciones democráticas. ¿Quién cree ahora en ese elefante blanco (por la camiseta), enfermo, flaco y patético conocido como Consejo Nacional anti-corrupción? ¿Quién en el liderazgo de los cada vez más desprestigiados Elvin y Pepe?

¿Quién cree en los eternos comparsas Democracia Cristiana y, lastimosamente, PINU ex-SD? (Este último secuestrado por una camarilla que se esfuerza en contener la voluntad anti-golpe de la gran mayoría de sus miembros). La candidatura independiente de Carlos H. Reyes, sin propaganda, sin televisión, sin campaña, sin cancioncitas estúpidas y sin slogans idiotas ya había superado con creces a estos dos partidos enanos y obsoletos.

Esta derecha, que ahorita se siente triunfadora, se basa en el poder que le otorga el apoyo del capital supranacional y de una cobarde capa media urbana. Pero su victoria temporal viene con el precio de un próximo gobierno debilitado, no reconocido por gran parte de la comunidad internacional y, más importante, sin legitimidad alguna ante gran parte de la población hondureña. Esa “victoria” les ha costado el desenmascararse por completo, el quitarle el título de “progres” a las Luz Ernestinas y los Yllescas, el mandar al carajo la “objetividad” de los Wong Arévalo y los Renato Álvarez, los Heraldos y las Tribunas. Básicamente, TODO el aparato constructor de ilusiones ideológicas del sistema, incluyendo a las iglesias, ha tenido que quitarse la máscara para tratar de contener al movimiento social.

Esta derecha que ahorita se siente triunfadora ha tenido que sacrificar las décadas que le tomó reconstruir la imagen de un ejército y de una policía que tras la apariencia de modernización escondían a los mismos gorilas de siempre, y la eliminación del ejército, tema ausente de la agenda del movimiento social hondureño hasta el 2009 ha pasado a ser uno de sus planteamientos principales.

Una derecha cuyo vacío ideológico es tan claro que ha tenido que recurrir al discurso anticomunista del siglo pasado. Victoria pírrica, la de esta derecha: en el contexto actual, el movimiento social hondureño cambia y se transforma como no lo había hecho en décadas, mientras ellos se mantienen estancados.

Marcando con claridad la diferencia entre el FRENTE nacional de resistencia y la resistencia en sí como un grupo increíblemente heterogéneo, está claro que el movimiento social hondureño cambia aceleradamente. En un país que ni en el momento “épico” de los conflictos revolucionarios tuvo un verdadero movimiento musical de protesta han surgido varios cantautores y grupos jóvenes de enorme calidad musical que se involucran decididamente con el esfuerzo de resistencia y las organizaciones de base.

En un país que nunca tuvo una verdadera vinculación orgánica entre intelectuales y movimiento social se ha logrado articular la misma al liderazgo del Frente Nacional. Buscan acercarse al movimiento de masas las y los poetas, fotógrafas, escritoras y escritores, teatristas, historiadoras, sociólogos y sociólogas, abogados, médicos (pocos), organizaciones de mujeres y también feministas, organizaciones gays y lésbicas, jóvenes y religiosos.

Más importante, como respuesta ante el bloqueo informativo del gobierno golpista, el Frente toma una de sus más acertadas decisiones estratégicas y se vuelca a la organización comunitaria, de las colonias y los barrios, de pueblos y municipios en todo el país. De esa forma quedan sembradas las semillas de un movimiento social realmente beligerante y masivo, incluyente y participativo, que puede llenar de contenido una propuesta de Constituyente que desde el poder se antojaba vacía pero desde las bases se vuelve necesaria, y que puede retar al mismo sistema bipartidista en el mediano plazo.

No está hecho ese trabajo, por supuesto. La memoria histórica y la conciencia política no son ni automáticas ni están garantizadas. Requerirán un enorme esfuerzo del Frente y de quienes le apoyan para derrotar al aparato propagandístico creador de ilusiones ideológicas, tomarán tiempo y verán surgir las divisiones entre aquellos que sólo pueden apostar por su propio beneficio y en el largo plazo, como alguna gente de la UD, muchos del partido liberal y de las ONG que sólo quieren hacer “resistencia light” para conseguir fondos de sus cooperantes en nombre de la Resistencia, fondos que no llegan, ni un céntimo, a las actividades del frente nacional.

Requerirá el paulatino abandono de las figuras caudillistas, hacer aún más evidente la diferencia de forma y fondo entre los liderazgos surgidos desde los partidos tradicionales, incluyendo a la UD (y sin importar cuál sea el contenido de su discurso) y aquellos liderazgos como el de Barahona, Rosales y Reyes que han surgido del movimiento social y que han mostrado su entereza, coherencia, honestidad y responsabilidad.

Requerirá de la Resistencia el abandonar algunos discursos francamente obsoletos y superar los cantos de sirenas del racismo (en sus expresiones anti-judaicas, árabes, turcas, etc.) y de aquellos que tras la comodidad de sus teclados cibernéticos y en correos masivos enviados a miles de personas incluyendo a los aparatos de seguridad del Estado dan muestras de su increíble genio y capacidad estratégica así como su disciplina de clandestinaje llamando a “radicalizar” la lucha.

Requerirán terminar con la descalificación de todo planteamiento que no se apegue al molde arbitrariamente definido como “revolucionario”. ¡Última hora, última hora!: ni todos, ni casi todos los y las que están en la Resistencia son zelayistas. Descalificar a gente como Doris Gutiérrez o Edmundo Orellana porque tienen un planteamiento diferente es una actitud reaccionaria en la que ha caído mucha gente de la Resistencia, pero no afortunadamente el Frente Nacional.

Requerirá apostar en serio por nuevos liderazgos, nuevas formas -verdaderamente democráticas- de participación y comunicación. Requerirá de hacer reflexiones constantes y críticas sobre lo actuado, y dar el paso de lo inmediato a lo estratégico.

Requerirá aceptar algunas derrotas, y sobre todo, no olvidar. Siguiendo con Benedetti:

“Porque es mejor llorar que traicionar

porque es mejor llorar que traicionarse

llorá,

pero no olvidés”.

Uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere: la Resistencia tiene el derecho de no participar en estas elecciones, de condenarlas, y a todas y todos quienes participen en ellas independientemente de su pasado “feminista” o “popular” como parte de una farsa que busca legitimar el golpe de Estado.

Uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere, y la Resistencia tiene el derecho a no rendirse, a transformarse, a crecer y multiplicarse.

Uno no siempre hace lo que quiere. Pero tiene el derecho de luchar por conseguirlo.

* Por el poema “Hombre preso que mira a su hijo”

de ese loco bello y genial que se llamaba Benedetti.

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